Magnífica fotografía de finales de los años cincuenta, o principiando los años sesenta, donde desde el Recinto, se columbra la flota de cerco de Ceuta. La imagen da pie a valorar el volumen de las traíñas que faenaban al jurel, la sardina, boquerones, caballas y más peces pelágicos...
Las barcas se fondeaban en la Ribera, donde más próximo a las orillas se situaban los botes luceros -encargados de, con sus luces, atraer al «pescao». Esta aglomeración de cerqueros era frecuente en verano, por la bonanza del tiempo en que podían ahorrase montar Punta Almina. Y dado que algunas barcas tienen tendidos de lona para protegerse del sol, podría situarse entre los meses de julio y agosto, antes de la pesca de la melva, que no utilizan los botes de la luz...
Sin lugar a dudas es una fotografía para guardar, para retener entre los recuerdos más bellos de nuestra urbe y de la industria pesquera donde sus pescadores escribieron páginas inolvidables cercanas a la epopeya... Hoy desgraciadamente, como otras tradiciones de nuestra capital, prácticamente ha desaparecido esta actividad comercial; además de trasladar el Muelle Comercio, unos de los motores económicos de la ciudad y de más bella estampa -donde los armadores y los viejos pescadores, apoyados en las balaustrados del Jardín de San Sebastián, veían arrumbar a sus traíñas a los obscuros de la jornada de pesca- a un olvidado rincón del muelle Alfau o dique de Levante.
En esos años, principio de los 60, los niños del barrio del Asilo, nadábamos hasta alcanzar las traíñas; luego desde sus proas, nos tirábamos hasta sumergirnos en sus aguas transparentes y esmeraldas; tan transparentes, que pareciera que un palacio de cristal diera forma a las rocas y algas que se adivinaban en la profundidad de sus fondos...
Pudiera contar tantas cosas de esta fotografía, de ese tiempo y de esas gentes, que a diferencia de ahora, la vida se sentía como una bendición que había que beberse a sorbos, a golpes de ilusión, a golpes de soñar cada día con una nueva mañana... Pudiera contar como desde la placidez de la orillas divisábamos las flota de las traíñas fondeadas en las aguas remansadas y esmeraldas de la Ribera, y como una llamada atávica que tuviéramos necesariamente que cumplir, nadábamos hacia ellos y nos acercábamos al Lobito o al Charran, lo abordábamos y desde el palo o la proa nos tirábamos al agua, hasta que la voz ronca de Manolito de Vitoria gritaba hasta la extenuación: ¡marrajoooo! ¡marrajoooo!...; y en el espanto de quedar atrapado en las fauces del escualo, volábamos más que nadábamos hasta el costado y, a continuación, subir de un salto la borda de la traíña y dejarnos caer sobre la cubierta exhaustos... Luego la risa de los mayores, denotaban el engaño, pero durante años, aún perduró en nosotros ese miedo ancestral a los escualos, que a ciencia cierta a pesar de nadar de punta a punta las playas del Chorrillo y la Ribera, nunca llegué a columbrar esa terrible aleta dorsal de forma triangular de algunos de ellos sobresalir fuera de la superficie del agua...
Le apunté a Alejo, que mientras pusiera esas fotografías, no me quedará más remedio -a mi pesar- que contestarla. De tal modo, que le pedí autorización y me autorizó a poner sus imágenes en mi rincón de Facebook y en: «www.ceutaenelcorazon.es», nuestra ya antigua Web, lo cual, como no puede ser de otra manera, le quedé muy agradecido.
Y, Alejo me contestó: «Encantado de ilustrar tus relatos, eres ¡un máquinas!, como tú siempre dices y al parecer los marinos... No te envío un saludo, sino un abrazo. Eres único, pisha...»
-Alejo, vaya gracejo más gaditano... Cada fotografía que expones, es como si abrieras una ventana a nuestra niñez. A otro tiempo que quedó guardado; y, ahora, al visionarse de nuevo esas imágenes, es como si brotara la vida en toda su dimensión, sin los límites que nos impone el pretérito de las cosas... De tal manera que el libro que estamos escribiendo, a saber: «Ceuta en su paisaje...», se va construyendo a retazos a retazos de añejas fotografías como la que has mostrado y que va dibujando nuestras pequeñas historias.
Las barcas se fondeaban en la Ribera, donde más próximo a las orillas se situaban los botes luceros encargados de, con sus luces, atraer al «pescao»
Así, Alejo, no dejes de poner nunca esas viejas fotografías, porque son algo así como el maná que nos alimenta en el desierto de nuestras propias soledades diarias. O, quizás, aún mejor, como el roció que al alba nos deslumbra con sus diminutas gotas de pureza. Sí, Alejo, esas fotografías ya amarillentas por el paso del tiempo, son el testimonio de nuestras huellas en la tierra; el certificado de nuestra propia existencia en la ciudad que nos vio nacer. Yo mejor diría, Alejo, que esas viejas fotografías bien pudieran ser nuestras propias almas...
Así deberían salir las traíñas de nuestra ciudad por la bocana del puerto de Ceuta... Como siempre, a la tarde, en busca del pescao para los mercados de nuestra capital: ¡Jureles, sardinas, boquerones, bonitos y melvas de nuestro litoral...! La pesca en Ceuta, prácticamente ha desaparecido y se encuentra en sus últimos momentos de agonía, lo dice su Patrón Mayor.
Este sector primario, antaño una de las actividades más importante de nuestro municipio, va inexorablemente por la falta de interés de los que rigen los destinos de nuestra urbe, a su completa desaparición...
Todo el pescao viene importado de Marruecos... Mientras allí florece esta industria de la pesca, aquí en nuestra ciudad, la PESCA, es ya cosa del pasado...
Así, que mientras el Sr. Vivas siga colocando flores en la Calle Real, «pa que esté muy bonita», la PESCA, y ahora los MONTES SAGRADOS DE CEUTA, se extinguen sin remisión, en este conglomerado de cemento, acero y asfalto en que poco a poco se está convirtiendo nuestra ciudad…
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