El linchamiento moral y mediático que ha sufrido la durante veinticuatro años alcaldesa de Valencia y, hasta su fallecimiento senadora del Reino de España, Rita Barberá por parte de un sector de la sociedad, viene a sacar a la luz pública la bajeza moral de esos comportamientos, que espero esta vez sirva de aldabonazo a nuestras conciencias y de cuantos hoy tienen responsabilidades políticas, para intentar cambiar o reconducir esta situación de acoso y derribo del adversario político con una saña y odio como no se ha visto en épocas pasadas.
Principios democráticos como la presunción de inocencia, el derecho a la intimidad o la libertad de circulación, están siendo día a día vulnerados por esas hordas fascistas que con pañuelos y gorras se cubren la cara y tapan su vergüenza, jaleados o justificados por ciertos grupos políticos y medios de comunicación afines, bajo una torticera interpretación de la libertad de expresión.
Esa idiosincrasia española estúpida y retrógrada de atacar y acabar con aquellos que no tienen las mismas ideas que nosotros, tan bien reflejada por intelectuales de la palabra (Quevedo, Antonio Machado..) o de la pintura (Goya) desde hace siglos: las dos Españas irreconciliables, por desgracia, vuelven a estar presente. Cuesta comprender como la generación que vivió o sufrió las consecuencias de la guerra civil fue capaz de pasar página y alumbrar la Constitución de 1978 de consenso y perdón, y ahora sean algunos de sus hijos o nietos -fruto de años de paz y prosperidad-, a los que no les ha faltado nada, quienes nos recuerden a Franco y la guerra civil (como si ellos lo hubieran vivido o padecido) con su revanchismo y odio.
Todos sabemos lo que es el populismo y como florece en los momentos de crisis económica, aprovechando el caldo de cultivo que en nuestro caso han generado ellos mismos. Son esa izquierda que ahora campa por nuestro país, y en especial esa caspa doctorada en mentiras y manipulación (populismo) con la máxima nota: un cum laude por unanimidad, que son los podemitas y podemitos (no quiero que me digan que no sigo las consignas no sexistas).
Pero esos demagogos no estarían en las instituciones, amén de la impagable ayuda del PSOE (ya lo están pagando y más que lo harán), si nuestra sociedad hubiera estado educada y anclada firmemente en valores, esos valores que no debemos dejar de practicar todos los días, enseñar a nuestros jóvenes y elogiar a aquellos que con sus actos son nuestro ejemplo.
¡Que poco se aprecia y premia hoy el respeto a los demás, el culto al honor, la honradez, el trabajo bien hecho...! ¡Que poco se aprecia el esfuerzo, la decencia o el amor a tu Patria ...!
¿Cómo hemos podido llegar a esta situación sin hacer nada? En ningún país democrático, ¡tenemos tanto aún que aprender!, se consiente que se ponga en duda su unidad (en España cada tonto= listillo se saca de la manga una nación). En España se violenta al poder legislativo, se pita, quema y pisotea la figura del Jefe del Estado y no pasa nada. Y no vale decir que "se aplica la ley o se va a aplicar."... " hay que ser cautos para no provocar y tensar...". Basta ya, si con los actuales medios legales no se puede atajar estos atropellos al Estado, apruébense nuevas leyes con las que poner fin a este bochornoso chuleo, fruto de la debilidad de los demócratas, "porque una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden". Blas de Lezo y Olavarrieta (1689-1741)
Tenemos que decir bien alto -creerlo y aplicarlo- que la izquierda no es moralmente superior al centro derecha o derecha. Nada más lejos de la realidad, basta comprobarlo en los libros de historia.
Fuera complejos. Gobernar por gobernar no sirve para nada. Se está en política para llevar a cabo un programa de valores e ilusiones para nuestro país. Y si está consensuado y pactado por todos, mejor que mejor. Pero renunciar a nuestros ideales por gobernar nunca.
Termino como empecé queriendo hacer llegar con estas letras mi pésame a toda la familia de nuestra compañera Rita Barberá y a todos los que la quieren y añoran. Pese a quien pese, siempre será la gran alcaldesa de Valencia. Y por una vez, y sin que sirva de precedente, aprendamos de la izquierda, pues ellos nunca abandonan a los suyos, ni con sentencias firmes del Supremo.