Para valorar el contenido de esta obra es inevitable que partamos de una distinción entre dos conceptos diferentes que se refieren al pasado: historia y memoria. La historia nos proporciona datos analizados crítica y científicamente, la memoria nos ofrece una visión personal de hechos valorados desde el presente y desde una perspectiva subjetiva y emotiva, es, por lo tanto, una reconstrucción interpretativa de los comportamientos humanos mediante la selección de los contenidos y la aplicación de lenguajes literarios creativos y recreativos. Las memorias pretenden “re-cor-dar” y, por lo tanto, están impulsadas por el entusiasmo, por el afecto y, sobre todo, por la gratitud. Su finalidad principal es perpetuar en el tiempo la admiración, luchar contra el olvido - y a veces contra el desprecio- de los hechos del pasado.
Esta obra de historia, de estética, de sociología, de ética y hasta de psicología, analiza con rigor y explica con claridad el proceso y las razones que determinan el tránsito del cultivo de la memoria monumental y heroica hacia una memoria contramonumental y antiheroica: la memoria de las sociedades tradicionales, la ruptura con la tradición y el régimen de la modernidad y la cultura de la memoria en las sociedades actuales.
Con detalles, con ejemplos y con ilustraciones, explica, en primer lugar, cómo los monumentos clásicos o tradicionales –que se inician en la antigüedad y perduran hasta el tiempo contemporáneo-, transmiten los contenidos de la memoria institucional u oficial, y son expresiones artísticas e ideológicas. Detalla cómo, tras la Primera Guerra Mundial, se rinde culto a la memoria como catarsis colectiva, y, en las últimas décadas del siglo XX, se produce un total cambio de rememoración, cuando, frente a la celebración de las victorias, se reconocen los traumas y las opresiones que generan. Explica e ilustra cómo, frente a la memoria institucional, oficial e impuesta, se apela a las experiencias personales del espectador. Finalmente, describe las actitudes personales de la memoria que han llevado a la condena de los monumentos, a sus demoliciones, traslados o, a veces, a sus indultos aplicando criterios ideológicos, históricos o estéticos.
Tras estos exhaustivos, detallados y profundos análisis, el historiador, profesor y ensayista Ignacio González-Varas Ibáñez, llega a la conclusión de que la memoria es “una sustancia viva, cambiante y fugitiva que muchas veces provoca reacciones encontradas que oscilan desde la identificación y la exaltación de la memoria hasta su olvido o incluso su destrucción iconoclasta”.
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