Durante un tiempo Carmen Vázquez publicó en El Faro de Ceuta bajo las siglas de C.V., sus hijos bromeando, la llamaban caballo de vapor. Y así era ella, un caballo por su fuerza, su belleza y por su grandiosidad, y era de vapor porque empujaba con vigor los vientos fuertes de la vida.
Los que la conocimos, hoy la lloramos y entre palabras cortadas, la recordamos.
Carmen era, ahora que lo pienso, la persona más vital que he conocido. Amaba la vida y la recibía todos los días con la fuerza de su ánimo y sus piernas, esas piernas que recorrían la plaza, Tetuán y el camino hacia las Puertas del Campo. Te abría la puerta de su casa dándote siempre la bienvenida. Quería a los amigos de sus hijos y nos daba consejos, como si de nuestra madre se tratara. Las tostadas con mantequilla en su casa sabían mejor, mientras la escuchabas cantar vestida con su kaftan. Nos reuníamos en la cocina y nos preguntaba: "¿Cómo estáis asimilando los estudios? Hay que estudiar", siempre nos decía, "que nunca dependáis de un hombre". Ya ves, Carmen era una mujer de la posguerra, pero también tenía los ojos puestos en el futuro, por eso se impuso obtener el Graduado Escolar. “Eso y máquina y ya soy una mujer realizada”. Si ella hubiera vivido en otros tiempos…
Montó un coro infantil, una organización contra la droga, peleó en política por lo que ella creía justo. Su vida ha sido una lucha constante por su marido, por sus hijos y nietas, pero también por las causas que llenaban su casa de gente pidiéndole ayuda. Una mujer inquieta, metida en un cuerpo de ama de casa que le quedaba muy pequeño.
Cuando en 1988 decidimos montar una caseta en la feria, fue la primera en apoyarnos, de hecho en la primera foto que nos hizo El Faro, sale ella con nosotros, porque Carmen y Juanita eran dos más del equipo, aunque a veces se enzarzaban con la receta del adobo. Incluso pensó que el traje regional ceutí era para tiempos frescos y que ella tenía que diseñar uno de verano. Y lo hizo. Se vestía y desvestía en la cocina porque a su marido, hombre serio, al que cuidó sin descanso, no le gustaban aquellas ocurrencias, pero ella no tenía arreglo. Su forma de vivir era vivir e inventar.
Carmen, tu foto con el atuendo que elegiste para recibir a los Reyes traspasó fronteras. Me mostraron una foto, en la que aparecías vestida de España. Esa foto había llegado a manos de una amiga a través de otra que vivía en Bélgica. Cuando la vi, te reconocí de inmediato.
Carmen, puedes estar segura de que nunca te vamos a olvidar. Tu enorme corazón no se ha roto, lo has repartido en cada uno de nosotros.
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