Opinión

Los mejores amigos de nuestra vida

Siempre recordamos la vida al lado de amigos, amigos con los que vamos compartiendo mochila, experiencias, partes de lo que somos para saber quiénes somos y a dónde queríamos ir en este trayecto de los años sin estación de llegada.

Desde el jardín de infancia aparecen a nuestros lado individuos que dejan de ser extraños cuando se acercan, semejantes con los que hablamos sin decirnos nada especial pero que día a día vamos entretejiendo una madeja de complicidad, un pacto de fidelidad no escrito pero sellado en las miradas.

Todo lo que he ido descubriendo, todo lo que voy recordando ahora cuando a uno le toca escribir sus memorias y narrar los entresijos para saber de nosotros, ahí están siempre ellos, dispuestos a ser la voz en off de los mejores años de nuestra vida.

En el colegio, en el instituto, en la universidad, en el trabajo, en la esquina de las casualidades. Están, nos esperan, los vamos descubriendo, nos llaman. Son eslabones, hilos que entretejen redes, cuerdas a las que nos vamos asiendo para no perdemos en las sombras siniestras de la soledad.

Cuando comienza el curso el primer trabajo que deben hacer los alumnos es reflexionar sobre el amor y la amistad, valorar y comparar cada una de estas emociones y decantarse razonadamente por una de las dos. Es curioso, pero entre los adolescentes siempre se inclinan por la amistad y dejan el amor como una especie de paraíso extraño y alejado que es complicado compartir con otras personas. Es posible que Platón hiciera un flaco favor a la hora de alcanzar ese amor platónico descontextualizado e irreal que fracasa cuando nos empeñamos en encontrarlo.

Yo que era tímido introvertido es la escuela pude vencer mis pequeños traumas con otro niño, también tímido e introvertido. Crecimos organizando nuestros juegos, estudiando, viendo Macinger Z, los Picapiedra o VicKie el Vikingo. Los partidos de fútbol con una tablas y un viaje con sus padres a ver los “moros y cristianos” de Elda. Era la primera vez que vivía un acontecimiento tan importante para mí

Ya en el instituto tocaba la amistad adolescente que sigue durando después de 45 años. El despertar, el compañerismo, las bromas, las acampadas, los viajes, los triunfos y las derrotas.

"Ahí están siempre ellos, dispuestos a ser la voz en off de los mejores años de nuestra vida"

Charlábamos sin tapujos y fuimos definiéndonos en muchas aspectos; política, ideologías, pensamientos críticos y todo lo imaginable. Ahí estaba mi amigo Manolo, un camarada de lios pies a la cabeza con el que, abriendo una lata de michirones y calentándolas en un hornillo a la luz de las estrellas hacíamos la revolución y cantábamos canciones de las “Brigadas Iinternacionales”.

Con Enrique fue distinto; era tanta la admiración que termine por abandonar la amistad convirtiéndola en amor. Se lo confesé pasados los cuarenta años y nunca más volvimos a hablar del tema. Los 16 años son carreteras difíciles de transitar

Marché a trabajar a Cádiz estrenándome como profe de filosofía, compré casa en San Fernando y entendí que la familia en muchas ocasiones se escoge, ya no distingues entre la amistad y el parentesco. Así fue con Paco y Anna, mis vecinos del tercero con los que he escrito 22 años inquebrantables. La semana próxima volveré a verlos pues vendí aquel piso en los conocí. Ya no me imagino estar sin ellos, aunque apenas nos veamos.

Ya, sobre los 30 años fue Ángel, un compañero de biología. Me volvió a pasar lo mismo, tuve que saborear el trago amargo de confundir una amistad que me sabía a poco. Hay líneas rojas que no se deben cruzar pues corres el riesgo.

Sobre los treinta, un compañero de Inglés, Manolo Aranda, me sacó del infierno de una depresión: me cuidó, me llevó a su casa, durmió a mi lado espantando las simas de la angustia. El amor y la amistad fueron juntas, mimetizadas e indistinguibles la una de la otra. Hace poco tiempo Manolo enfermó y su memoria comenzó a difuminarse. Intento ahora ser su memoria siendo consciente que nunca podré devolverle todo lo que me dio: la oportunidad de estar aquí escribiendo este artículo caleidoscópico.

Ya nos lo dice Epicuro: “Vive escondido, mas no huyas de la amistad pues es el bien más preciado de los hombres”.

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