Recuerdo que era muy cercano al día de Todos los Santos, yo siempre por esa época me encuentro muy incómodo, soy más receptivo y me resulta mas fácil recibir información del más allá. Tuve una primera visión.
Iba conduciendo mi vehículo cuando vi a mi izquierda un perro que estaba encadenado y conducido por un joven robusto, no menos que el cánido. Se volvió hacia mí y me enseñó su cuerpo,era todo cabeza, completamente negro, hasta las patas delanteras. La raza no sabría concretarla. Estaba seguro que era mezcla entre un perro chino grande y un perro de las nieves, la parte trasera era blanca, pero lo que más me impresionó fue su mirada: parecía que los ojos brillaban, eran de un color verde fosforescente. Y me lanzaban un rayo.
Me desperté de inmediato. Estuve toda la mañana pensando en la escena. No me gustaba un pelo. Pero ¿qué podría presagiar esta escena?.
Me fui al trabajo y sobre las doce del día en la Marina vi en la acera de enfrente un perrito solo. Lo observé, miré a todos lados y nadie le seguía. Lo ignoré hasta que de repente me empezó a ladrar. Era para mí una cosa ya conocida por ser dueño de un perrito, pero aquello pasó de unos ladridos a querer atacarme.
Me puse en guardia y el mismo salió corriendo pero por donde iba y dirección contraria a mi. El corazón lo tenía a mil pulsaciones por minutos, pero poco a poco me calmé.
Pero volvieron las incógnitas hacia mi. Soy muy pensador. Y esto me hace siempre buscar los tres pies al gato.
Por la noche tuve un nuevo sueño. Esta vez se presentó el perro solo. Yo estaba muy cerca de él. Se sentó y me extendió su pata derecha delantera. Me quedé un poco confuso.
Del anterior sueño donde se veía un cánido con una robustez imperiosa a ese signo inequívoco de intentar relacionarse va mucho trecho.
Le hablé, no me fiaba ni un pelo, tanto por su voluptuosidad, como por el perfil que yo me había trazado de fiero. Le dije: “¿Qué quieres?”.
Como era natural no me habló, sin embargo se recostó en el suelo y puso su cara en el suelo. Tenía la posición como de querer una de las dos cosas que le gustan a los perros que lo acaricien o que jueguen con él. Pero volví a desconfiar del animalito. Y le dije que se levantara. Y lo hizo. Pero se sentó junto a mi. Estaba claro que deseaba amistad. Pero yo no me fiaba ni un pelo.
Me levantó el despertador. Pero mis pensamientos quedaron nuevamente en guardia. Un come- come continuo.
Me fui al curro y esta vez tuve una sorpresa. Vi una manta a lo lejos, estaba muy cerca del cementerio, y mi curiosidad me dio por ir a ver lo que había allí. Nada más tener contacto cercano visual vi como salía la cabeza de un animalito. Se trataba de un perro negro la parte delantera y lo demás en blanco. Fue cuando comprendí, el primer sueño y el segundo. Me había anunciado este hallazgo.
Reconozco ahora que soy muy feliz con tener a este animalito, que, como dicen, es el mejor amigo del hombre.