Hace más de cinco millones de años, el Estrecho de Gibraltar, paso clave entre el Atlántico y el Mediterráneo, quedó cerrado, provocando un descenso extremo del nivel del mar que transformó radicalmente la región, incluyendo áreas cercanas a la actual Ceuta.
Un reciente estudio publicado en Nature ha arrojado luz sobre uno de los episodios más extremos en la historia geológica del Mediterráneo: un descenso de su nivel de hasta 2,1 kilómetros durante la Crisis de Salinidad del Mesiniense, ocurrida hace más de cinco millones de años,
Esta investigación, basada en el análisis de isótopos de cloro en depósitos de halita, confirma que el mar sufrió un proceso de desecación masiva que lo convirtió en una vasta cuenca salina.
Durante el Mesiniense (entre hace 5,97 y 5,33 millones de años), el Estrecho de Gibraltar se cerró, lo que restringió el flujo de agua desde el Atlántico y transformó el Mediterráneo en una cuenca hipersalina.
Hasta ahora, los científicos debatían si la acumulación de enormes depósitos de sal —cerca de un millón de kilómetros cúbicos— se produjo con el mar lleno de salmuera o si fue consecuencia de una drástica evaporación que redujo su nivel de manera significativa.
Los datos obtenidos en esta investigación indican que el descenso del nivel del Mediterráneo no solo fue real, sino que ocurrió en dos fases. La primera, que duró unos 35.000 años, se caracterizó por la deposición de sal en el Mediterráneo oriental, mientras que la segunda, mucho más rápida, supuso una bajada abrupta del nivel del mar en menos de 10.000 años.
En este periodo, el Mediterráneo occidental perdió hasta 850 metros de agua, mientras que el oriental sufrió una disminución aún más extrema, entre 1,7 y 2,1 kilómetros.
El impacto de este descenso fue enorme. Grandes áreas de la cuenca quedaron expuestas al aire, generando un paisaje árido y desolador, mientras que solo los sectores más profundos, como los subfondos del mar Jónico, conservaron una capa de agua salobre de más de un kilómetro de profundidad.
Además, la conexión terrestre entre África y Europa a través del sur de España y las Islas Baleares pudo haber permitido la migración de especies animales, algo que la paleontología ha confirmado con hallazgos fósiles en la región.
Asimismo, los investigadores sugieren que esta desecación extrema pudo haber provocado cambios climáticos de gran escala, afectando los patrones de precipitaciones en la región mediterránea. También pudo influir en la actividad volcánica debido a la disminución del peso del agua sobre la corteza terrestre, lo que habría facilitado la formación de nuevas erupciones y fracturas en el terreno.
Este estudio ha logrado resolver una controversia geológica que llevaba décadas sin respuesta. El análisis de los isótopos de cloro en los depósitos de halita ha permitido a los científicos reconstruir con precisión el ritmo y la magnitud de la desecación del Mediterráneo, demostrando que se trató de un evento extremo y relativamente rápido.
Comprender episodios como la Crisis de Salinidad del Mesiniense no solo nos ayuda a reconstruir el pasado geológico del planeta, sino que también ofrece claves sobre cómo pueden evolucionar los océanos en el futuro ante los cambios climáticos globales.
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