Mediante el trabajo ajeno

SSi tengo que ser sincero, de toda esta humareda que ha levantado la mal llamada “Ley Sinde”, no me interesa ni lo que arguyen los unos, ni lo que replican los otros. Pues, como casi siempre, existe aproximadamente la misma cantidad de razones tanto para defender el proyecto del Gobierno como para atacarlo; la simple contraposición de los diferentes intereses y sus consiguientes interpretaciones no es nada nuevo. Y como es ley y costumbre, a un lado rezagado quedan los que, en favor o en contra, obran en honor a los derechos individuales sin atender a apetencias personales. Pero al margen de todo esto, más propio de duelos ideológicos y técnicos, lo que a mí me llama la atención especialmente es la explotación de las creaciones con un ánimo de lucro obsceno.
Tan obsceno que, por ejemplo, sin ser un gran amante del cine y habiéndolas visitado un par de veces, sé que las páginas dedicadas a recopilar películas e incluso reproducirlas en la propia web a través de un enlace incrustado, están repletas de publicidad. Esto es lo único que recuerdo con claridad de esa clase de sitios digitales: la publicidad. Publicidad que, gracias al tráfico que recala a dichas páginas a través de la búsqueda de películas específicas, alcanza unas sumas mareantes. Lógicamente, sin dichas recopilaciones no habría público en esas webs, y si no lo hubiera, la publicidad no daría apenas dinero. Por lo que, en ese caso, sí que se podría discutir la ausencia de ánimo de lucro. Esto, en buena parte, hace deducir que en la situación actual el temor al cierre dentro de la administración de ese tipo de páginas se debe más a una cuestión económica que cultural. Estas plataformas digitales son, asimismo, uno de los principales responsables de inyectar el miedo a sus cuantiosos visitantes para conformar una oposición social fuerte que defienda, en nombre de sus supuestos derechos individuales y culturales, los ingresos de sus respectivas plataformas.
¿Qué se diría si un diario digital de cualquier temática extrajera noticias y artículos de otros y se aprovechara de la influencia que generasen estas copias para enriquecerse? Sería un auténtico escándalo. Sin embargo en el cine, la música e incluso los videojuegos no se considera tan grave, ni siquiera un tercio de lo que pueda significar en el ejemplo anteriormente expuesto, puesto que el interés económico y el social priman sobre el moral y el cultural. Aquello se puede dulcificar, pero no puede negarse, y menos aún se puede justificar el primer ejemplo con los demás basándose en la cultura libre, que no es tan libre dado que está condenada a satisfacer la voracidad ganancial ya no de su creador sino de un tercero. Si, desde un prisma más simplista, queremos reducir el dilema a que alguien debe percibir el dinero que produce estas fuentes culturales, es evidentemente preferible que lo hagan sus creadores, pese a que la mayoría muestre una negación despiadada.
En definitiva, la situación es sumamente esperpéntica se mire como se mire, es el colmo del absurdo más hiriente; nadie con dos dedos de frente puede desear que la situación permanezca así. Por desgracia este no es sino otro reflejo bastante fino de la poca previsión de este país, que acabará pasándole factura a la globalidad de los ciudadanos y de sus descendientes una vez más. Entonces impactarán de lleno los ataques furibundos con el Gobierno de turno por su mala gestión del desarrollo de la cultura, y unos y otros grupos buscarán en el pasado al responsable, como se estila en estas circunstancias. Eso sí, el consumo gratuito de contenidos será más amplio aún.ración con los frutos que pueden crecer de él. A título personal tengo la impresión de que, como en todo, llegaremos tarde y mal, desaprovechando una oportunidad difícil de igualar más en el campo económico que en el cultural.