Sociedad

Las medallas más amargas de la Ciudad, para las cinco víctimas de coronavirus en Ceuta

Ceuta celebra su día pero sin más opción que cerrar los ojos y grabar las imágenes de las cinco personas que han fallecido a causa del coronavirus en nuestra ciudad desde que la pandemia también apareciese en nuestras vidas, allá por marzo.
Han pasado ya cinco meses y cinco son los ceutíes que son reconocidos este miércoles con las Medallas de la Ciudad, si bien nadie hubiera querido realizar dicho reconocimiento por este motivo.
Juan García, Juan Rodríguez, Carmen Raya, Samra Ahmed y Ana Gil forman parte del recuerdo de toda la sociedad ceutí y sus familiares son quienes mantendrán su memoria viva en un día que cualquier otro año homenajearía a personas que han hecho de la nuestra una sociedad mejor o cuyos valores simbolizan un ejemplo para todos. Pero en 2020 no. Nadie se esperaba unas medallas tan amargas en un panorama complicado: con 93 casos activos de COVID-19 en nuestra ciudad, y con cuatro de ellos en el hospital.
Si bien es verdad que este panorama deja entrever algo de esperanza: este martes se alcanzaron los 100 casos al principio del día, y al final ocho curados que volvieron a bajar esa barrera psicológica.
Este miércoles se homenajean vidas truncadas, vidas a medias. Todos tenían motivos para seguir viviendo. Algo que les animaba a seguir: hijos, nietos, incluso biznietos. Proyectos que no pudieron seguir.
Ana Gil, o ‘Anichi’ como se le conocía, murió el pasado 28 de agosto y fue otro punto de inflexión en la ciudad, en la que no se escribía sobre una fallecimiento por coronavirus tras algo más de cuatro meses. Pero volvió el luto.
Todos ellos, los dos hombres y las tres mujeres fallecidos, tienen derecho a que se conozca su historia y a que se mitigue el dolor de sus seres queridos, no solo a través de actos como el de este miércoles, sino apelando a la responsabilidad ciudadana para el uso correcto de las mascarillas, para el respeto de las medidas de seguridad y distanciamiento social que aconsejan las autoridades sanitarias. Es todo lo que esperan las familias, quienes lo han vivido: piden que por favor la sociedad se conciencie de que el virus vino para quedarse y que la mejor manera de combatirlo es aplicando todas las recomendaciones de los sanitarios, con tal de frenar el número de contagios y el de víctimas.
En la mañana de este miércoles se enfrentan otra vez a los recuerdos, con los que tendrán que convivir mientras en los medios se sigue hablando de nuevas muertes, hospitalizaciones y contagios a causa del coronavirus.
El 2 de septiembre trasladará a marzo, abril y agosto a todos. Mientras, los sanitarios de nuestra ciudad y de todo el país continúan haciendo frente a la pandemia que, en esta segunda oleada, arroja unas cifras de hospitalizaciones mejores que las que presentaba marzo. Pero no por ello toca bajar la guardia.
De cada una de las medallas se podrían dedicar más párrafos: la de Juan Rodríguez y la de Juan García van por la barriada de Juan Carlos I, por el Cuerpo Nacional de Policía y por los viernes en los que estos dos jubilados se permitían saborear la vida.
La de Carmen Raya va por los sanitarios, por el antiguo Hospital de la Cruz Roja y por la barriada de los Grupos Alfau. La energía que derrochó en tantos años todavía sigue latente en las constantes muestras de cariño que vecinos y pacientes atendidos por ella hacen llegar a sus hijos.
La de Samra Ahmed representa a toda la juventud, puesta en entredicho en estos días, pero también a la mitad de nuestra ciudad como es la comunidad musulmana.
Y la quinta medalla, la de ‘Anichi’, engloba a los mayores: la víctima de más edad y quien era muy querida en su calle Sevilla.
De todos se podrían contar muchos más detalles que sus familias han querido compartir con este periódico a lo largo de los meses pasados.
Los homenajes ya llegaron por parte estatal, el pasado 16 de julio, con una misa celebrada en la Catedral el pasado 23 de julio, y ahora la autonomía, que concede estas medallas. Un símbolo del pésame general que se ha instalado en miles de familias españolas que han vivido de primera mano un coronavirus que ha quitado lo más valioso: el poder despedirse del ser querido.

Los fallecidos, en el recuerdo

Juan García

27 de marzo. La primera víctima de la enfermedad dio una dimensión nueva al coronavirus: era real y estaba en nuestra ciudad. La vida de este Policía Nacional jubilado, sin patologías previas, marcó el inicio de un recuento que, a partir de esa fecha, se ha repetido cuatro veces más. Los viernes eran para Juan García y su inseparable amigo Juan Rodríguez los días clave de la semana: tanto que cada vez que llegaba el fin de semana se le llamaba el ‘San Viernes’. Una semana después de su fallecimiento, lo hizo Rodríguez y ambos fallecieron en ese día de la semana. Mientras, Rodríguez batallaba contra el coronavirus en el hospital. Este también agente del Cuerpo Nacional de Policía jubilado, también vecino de la barriada de Juan Carlos I y también ingresado por haberse contagiado del virus dio inicio a un abril aciago para Ceuta. Un mes que quedará en el recuerdo de todos los ceutíes ya que, junto a él, murieron dos personas más: Carmen y Samra. Aficionado al Real Madrid hasta la médula, como su amigo Juan, disfrutaba de sus días de jubilado haciendo vida en el barrio, compartiendo momentos con sus familias y saliendo a comer y tomar unas copas con sus mujeres. Ellas dos sobrevivieron a la pandemia, pero quedaron viudas y con unas casas en completo silencio: en las que falta la energía de los Juanes. A García también se le homenajeó por parte de la Policía Nacional aquella tarde del día 4 de abril. Un día gris y frío que quedará en el recuerdo.

Juan Rodríguez

4 de abril. Juan Rodríguez, explicaba su familia a este periódico, acababa de recibir una buena noticia como eran los resultados positivos de una operación cuando empezó a tener los primeros síntomas del virus: “No quiso ni comer”, recuerdan sus seres queridos. A partir de ese día comenzó un infierno para todos sus allegados que se tradujo en idas y venidas a una clínica privada, en noches en vela deseando no recibir una llamada del hospital y en preguntas sin respuesta. La vida de Rodríguez quedará en el recuerdo de la barriada de Juan Carlos I, de donde fue vecino durante gran parte de su vida; en el Cuerpo Nacional de Policía, donde sirvió hasta su jubilación; pero sobre todo será imborrable en los objetos que le identificaban: relojes y corbatas de los que sigue habiendo decenas en la casa de la ‘Pantera’. El tiempo sigue sin hacer justicia, considera la familia, con una situación que se podría haber evitado aquel Viernes de Dolores.

Carmen Raya

5 de abril. Carmen Raya tenía 82 años. Era una mujer fuerte y luchadora. El virus se la llevó al día siguiente de sesgar la vida de Juan García cuando estaba ingresada en el Hospital Universitario de Ceuta. Esa misma tarde los aplausos sonaron con fuerza en los Grupos Alfau, la barriada por la que había luchado. Fue presidenta de la Asociación de Vecinos, pero también fue madre, abuela, vecina y trabajadora incansable en el antiguo Hospital de la Cruz Roja como celadora. En la barriada de Grupos Alfau su recuerdo sigue muy presente: a los hijos es habitual que los paren y les digan cómo se echa de menos a Carmen. El antiguo Hospital de la Cruz Roja fue su vida, donde trabajó de todo y donde se ganó el afecto de los ceutíes. Mujer enérgica, consiguió sacar adelante a la familia tras quedar su marido con medio cuerpo inválido. “Fue madre, padre, amiga y confidente. Todo ha sido ella”, confesaba uno de sus hijos, Antonio García Raya, en estas páginas. La dedicación a los suyos y a los que necesitaban de cuidados quedó patente en el suceso que ocurrió días después de la muerte de Carmen: “Teníamos una perrita. A los cinco días se fue ella también. De pena”.

Samra Ahmed

6 de abril. La víctima más joven de coronavirus en nuestra ciudad cerró la semana trágica de abril, siendo el tercer fallecimiento consecutiva por la pandemia. A sus 27 años, y con una historia de malentendidos con los sanitarios a los que acudían para saber exactamente qué le pasaba, murió debido a las complicaciones provocadas por una infección. Dejó una niña pequeña, de solo 3, y una familia rota. “Era una mujer maravillosa”, decía su marido Morad, quien recordaba cómo había iniciado los estudios de Magisterio, en la especialidad de Educación Infantil y cómo tenía cursos de maquilladora, yendo por casas para atender a sus clientas. Uno de los episodios más duros para su marido, Morad Ahmed Mohamed, fue el no poder despedirse de la mujer de su vida. Y no pudo hacerlo porque también estaba contagiado de coronavirus, lo que obligó a su aislamiento sin condiciones. Pudo salir media hora después de que hubiesen enterrado a Samra. Roto, recuerda sus primeros escarceos con ella en el ‘Siete Colinas’, donde la conoció y donde comenzó su historia de amor. Un libro, el de la vida de esta ceutí, que dejó de escribir páginas demasiado pronto. Pero a quien no olvidan ni un solo día su marido y su hija.

Ana Gil, ‘Anichi’

28 de agosto. Como las flores que tanto le gustaban, así se fue marchitando poco a poco ‘Anichi’. Cuando parecía que el triste contador de víctimas del coronavirus se había parado, el pasado viernes de madrugada se apagaba la alegría de inmediato en la familia Sánchez Gil: Ana Gil Díaz fallecía a sus 86 años en el Hospital Universitario de Ceuta tras luchar durante casi dos semanas contra este maldito bicho del que no paramos de oír hablar. Hace unas semanas esta vecina de la calle Sevilla disfrutaba con su familia de unas vacaciones en Málaga, donde se contagiaron ella, una de sus hijas, su cuñado y otro de sus hijos. Todo comenzó como una infección de orina, pero tras tiempo enferma al acudir a Urgencias los médicos diagnosticaron que era positivo en Covid-19. “Una mujer que no tenía nada”, generosa, alegre, llena de vida “para su edad”, que se ponía el mundo por montera, una madre coraje y una abuela amorosa que supo poner siempre la otra mejilla a los tragos amargos de la vida. Luchó contra la muerte, pero al final se rindió. Así será como sus cuatro hijos: Ana, Yoli, Rafa y Jose; siete nietos y cinco biznietos la recordarán. Pero no olvidarán que si su médico de cabecera le hubiera pedido hacerle la PCR antes, “no se habría muerto”.

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