Las cámaras de televisión nos transmitieron en directo lo que estaba sucediendo en una sala de conciertos de Moscú. Personas tiroteadas a sangre fría, seres humanos escondiéndose, huyendo, sin apenas darse cuenta de lo que estaba sucediendo
133 víctimas, cientos de heridos. Su delito fue el haber estado ahí, ese día, ese momento, ese instante en el que es imposible saber lo que sucede.
La sala de conciertos Crocus City Hall, a las afueras de Moscú, fue el escenario en el que once terroristas dejaron claro que el irrespeto por la vida, la indiferencia, la locura atroz, la banalidad del mal forman parte de una realidad que nos es ajena aunque nos la televisen en vivo y en directo.
La noticia se compartió con la enfermedad de la princesa de Gales como si los hechos fueran de magnitudes parecidas; luego la operación salida, las vacaciones, lo caro que están este año las torrijas y el Rubiales que detrás del beso escondía un reguero de corrupción.
Pensar en lo impensable, imaginar lo inimaginable, ver sin ver, oír sin oír, llorar sin lágrimas, respirar sin aire. Una coraza de hierro creada por el cerebro intenta descafeinarnos lo sucedido; si fuéramos totalmente conscientes no lo podríanos resistir.
6.200 personas, 11 terroristas con rifles de asalto, una bomba, ISIS reivindicando, Putin señalando a Ucrania como partícipe.
Ahora el presidente ruso no tendrá excusas, si le faltaban, para continuar con el holocausto sobre el pueblo ucraniano.
Ayer no se habló de Gaza e Israel, de los cientos de gazatíes que mueren a diario en las calles, en los hospitales, en los mercados, en todas partes y en todos sitios.
El presidente ruso renovó su mayoría absoluta por seis años bajo el paripé de una democracia que mata a los disidentes.
Suenan tambores de guerra: la OTAN, las NACIONES UNIDAS, LA COMUNIDAD ECONÓMICA EUROPEA, LOS ESTADOS UNUDOS, CHINA, COREA DEL NORTE, ISIS, RUSIA, UCRANIA, GAZA, ISRAEL.
Bidem y Trump, Netanyahu, Putin, el régimen de los Ayatolás, Afaganistán y su república islámica.
Todas estas cartas forman parte de la baraja, cartas repartidas a la humanidad, ruletas rusas, misiles, drones, bombas de todo tipo. Asistimos a esta feria: veremos el espectáculo virtual para nosotros montados en la noria, en el tren de la bruja, en los coches de choque, en las tómbolas, comiéndonos una nube de azúcar, mojando unos churros en el chocolate, saboreando unas palomitas, bebiendo Cocacola, pidiendo una hamburguesa en el MacDonalds... Estamos en el cine, en la gran pantalla, disfrutando de una tecnología que nos hace participar en la película.
En ética se habla de persona humana. Intentaba comprender ese concepto creyendo que toda persona es humana. Ayer despejé todas mis dudas.
Citar a Ortega para terminar este CAÑONAZO sanguinolento:
"El tigre no puede dejar de ser tigre, no puede destigrarse, pero el hombre corre el peligro de deshumanizarse".
Desgraciadamente ese peligro ya es un hecho.