Llevamos demasiado tiempo soportando a los yonkis del poder y de la vida regalada como para no darnos cuenta de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Éstos que utilizan los partidos políticos para medrar y enquistarse en el tejido del poder hasta convertirse en un saco decadente de acción política interesada, están constantemente pescando dentro de los partidos, apoyando esta o aquella candidatura con tal de que los renueven en el carguito o los vayan cambiando de puesto hasta que consigan la ansiada y benéfica jubilación. Los menos favorecidos están adormecidos como en hibernación, al amparo de una zona ideológica de un partido cualquiera, y saldrán de su reducto cuando la primavera brille para su facción y le dé sus brotes beneficiosos.
Ya es tanto el hartazgo social por todo lo que está sucediendo, y por lo que no sucede, que hay cadenas mediáticas dedicadas a la crítica política como nunca se había visto antes. Aun no lo saben muchos de los que se sienten protegidos dentro de las sedes de los partidos, pero la fiesta del politiqueo está tocando a su fin y esto bien podría empezar a cambiar el panorama político en poco tiempo.
Por supuesto que muchos ya están cambiando de chaqueta hacia el nuevo partido de moda. Cuanta escenografía nos podríamos ahorrar si en un tiempo prudencial se institucionalizara la renovación de los cargos políticos y la sociedad encontrara los sistemas apropiados para participar más activamente en la democracia, sin tener que tragar la píldora de las siglas partidistas. Una nueva era de politización activa de la ciudadanía, con el único interés de participar y aportar lo que se pueda por el bien común y la salvaguarda de nuestra cultura y patrimonio natural.
Pienso que podemos estar más cerca de este modelo de lo que pensamos y que, como bien ocurre con ciertas hipótesis evolucionistas desarrolladas por mi admirado J. Gould, basadas en unos equilibrios inestables que desembocan en saltos o adaptaciones determinadas al ambiente, estamos quizá cerca de dar un saltito evolutivo hacia un contexto democrático más participativo que deje atrás, de una vez por todas, la sombra del franquismo, el autoritarismo y la legitimización del aprovechamiento privado sin aportar nada ni repartir los beneficios del tipo que sean con los demás. Hay que dejar de ver el aprovechamiento propio como algo legítimo y comenzar a premiar socialmente desde el ámbito político los comportamientos cotidianos altamente morales y éticamente ejemplares.
Para conseguir el despertar son muchas cosas las que se deben cambiar, pero desde luego que hay que dejar de ser políticamente correctos, y llamar a las cosas por su nombre sin eufemismos ni paños calientes porque, desde mi punto de vista, todos los ámbitos del poder están realmente abarrotados de narcisistas y de aprovechados que los apoyan para continuar medrando a costa de los fondos públicos.
Y no hay nada menos productivo que un narcisista que solo trabaja para él mismo y su bienestar. Son muchos los hechos que nos lo indican en el ejercicio diario del poder, como el último espectáculo de la anterior presidenta de la comunidad de Madrid, que hasta el final estuvo defendiendo una inocencia inexistente dentro de una trayectoria sospechosa. Pienso que se ha ido sin admitir interiormente que ha hecho algo para merecérselo y que todo lo que hizo fue por el bien común.
Que decir sobre el espectáculo bochornoso de dos mujeres de las filas del actual equipo de gobierno de la nación que no se pueden ver y no se controlan ni en los actos públicos del día de Madrid. Ni siquiera ese día tan señalado para recuperar la independencia política frente a las tropas napoleónicas que ocupaban nuestro país tuvieron la decencia de tener un comportamiento apropiado a sus posiciones institucionales. Les daba igual que toda España estuviera observando atónita las desavenencias personales entre estas dos señoras en las que recaen altas responsabilidades del estado; este tipo de comportamientos muestran a las claras hasta que punto se quieren a sí mismas estas dos personas y en manos de quienes estamos. Que no son otras que en las manos de los que han conseguido trepar más y mejor en el seno de un partido político determinado.
Ceuta es un particular ecosistema social, donde se producen escenificaciones lamentables de unos comportamientos narcisistas que protagonizan personas que ostentan cargos públicos y que se arrojan el derecho de decir y hacer prácticamente lo que desean en cada momento, porque piensan que son realmente especiales, una casta de personas que se creen paranoicamente superiores y que, por lo tanto, actúan según su estricto mandamiento mental sin tener en cuenta nada más. Si no fuera de esta forma, no se podría entender que el actual alcalde tome las decisiones que adopta sin contar con nadie y haga nombramientos inapropiados en contra de toda lógica. Y lo más importante es su total ausencia de rectificación en la toma de decisiones, cuando las circunstancias muestran su equivocación.
Nadie que no tenga un gran ego puede acometer un proyecto como la manzana del Revellín sin acomodarse a las posibilidades económicas de Ceuta. Por el contrario, continua adelante e impone su criterio o se deja llevar por las circunstancias, catalogando de conspiración judeo-masónica toda oposición a sus intenciones megalómanas de subir al olimpo de los alcaldes. El nombramiento del actual delegado del gobierno es otro gesto discutible, teniendo en cuenta su falta de efectividad, empuje y capacidad para resolver problemas de la vida real tan alejados de una persona que vive y trabaja en un entorno fuera de la realidad y altamente burocratizado. Sin embargo, entre todos los nombramientos es el actual consejero de Turismo y Deporte el más inapropiado de todos y el que más rechazo social concita por sus ofensivas manifestaciones públicas y sus actitudes, impropias de un cargo público, ante los medios de comunicación.
Muestra una falta de autocontrol e inmadurez política asombrosa en sus ruedas de prensa y manifestaciones públicas oficiales, se diría que se proyecta a otra dimensión que solo él conoce y comienza con sus sesiones de insultos y exabruptos. Hace pocos meses agredió verbalmente a una diputada socialista de la asamblea debido a un desencuentro dialéctico y la semana pasada volvió a extralimitarse atacando a una asociación de senderistas y montañeros dando a entender que utilizaban cualquier excusa para protestar pues solo buscaban una supuesta subvención.
Todo esto fue especialmente triste, porque lo que se solicitó era la intención legítima por participar, de una persona en una milla ciudadana y que además estaba arropado, debido a su circunstancia vital, por amigos y miembros de la asociación que recriminó públicamente al ICD que no lo dejaran correr junto a los demás.
Muchas respuestas cabían después de recabar la información necesaria, pero este político siempre opta por la peor de ellas ante cualquier mínima crítica sobre las áreas que están bajo su responsabilidad. Nuestra amiga Carmen Echarri contestó de una manera apropiada y contundente a lo sucedido con la milla, pues se frustró la ilusión de una persona por participar en un evento deportivo de todos, y no solo de aquellos a los que quiera dejar participar el ICD. Atacar, sembrando la duda de la obsesión por la subvención, es un argumento recurrente en este político profesionalizado en Ceuta, que ya nos insultó de esta misma forma cuando ocupó el cargo de consejero de medioambiente y al que respondimos convenientemente.
Sin embargo, nadie nos explica a los ciudadanos porqué paso unos años ocupando un puesto dentro de la desaladora de Ceuta sin preparación técnica para ello. También tenemos derecho a saber porqué el señor Vivas mantiene a esta persona en política activa y lo va cambiando de puesto en puesto, como si fuera realmente alguien imprescindible y apreciado por sus dotes políticas.
Desde luego que el alcalde no responderá ni a esta ni a otras muchas cuestiones, pues ofrece pocas explicaciones de las decisiones que toma ante los ciudadanos, con la creencia simplista, y ya interiorizada, de que la democracia es un sistema electoralista y presidencialista en el que se somete a las urnas cada cuatro años, pudiendo hacer lo que le viene en gana durante su periodo de mandato. Esta es la concepción trasnochada y narcisista de la política y del ejercicio del poder que causa tanto rechazo y discordia popular.
Los masters of the universe están cada vez peor vistos y esperemos que pronto comprendan que la política es cosa de todos y decidan abrir cauces de participación reales. La democracia se construye entre todos y no es un concepto inamovible, sino que evoluciona con el tiempo e inevitablemente genera nuevas criaturas sociales y políticas.
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