Opinión

El máster de Cristina Cifuentes

Estudiar un máster no es barato y tampoco sencillo por el esfuerzo que tienen que realizar los alumnos. Eso lo saben bien los estudiantes y los padres que han visto las horas de estudio y los muchos trabajos que han tenido que hacer para aprobar. Después de todo este esfuerzo, deben presentar el trabajo de fin de máster y defenderlo ante el equipo de profesores de la universidad. Eso es así para todos los estudiantes, menos para la señora Cristina Cifuentes.

Esta semana se está celebrando el juicio sobre el máster o no máster cursado por la imputada Cristina Cifuentes en el Instituto de Derecho Público de la Universidad Rey Juan Carlos. La imputada, en un derroche de inteligencia, no iba a clase, tampoco iba a la universidad a entregar sus trabajos porque los llevaba un familiar o los enviaba por mensajería. Su secretaria se encargaba de hablar con la universidad para fijar cuándo tenía que entregar el trabajo de fin de curso. Después de todo el esfuerzo realizado, la imputada no encuentra el trabajo de fin de máster porque cambió varias veces de casa y de despacho. Este es el resumen del relato de su declaración.

El refranero español dice que “lo que mal empieza mal acaba” y eso fue lo que pudo ocurrir, porque la estudiante Cristina tuvo el beneplácito de la Universidad y se matriculó fuera de plazo y, según parece, defendió el trabajo de fin de máster sin pagar las tasas, porque la estudiante Cristina superó las pruebas en julio y no pagó las tasas presuntamente hasta noviembre. En fin, como cualquiera de nuestros hijos.

Algo no funciona en este país cuando un grupo de personas de la Universidad Rey Juan Carlos se propusieron regalar un máster a la señora Cifuentes, sin importarles tener que falsificar las actas, presionar a funcionarios, cometer presuntamente delitos y, sobre todo, destruir la reputación de una universidad. Y la pregunta es ¿ellos que ganaban o que podían perder?.  Esa es la cuestión. ¿Qué hay que cambiar para que estas cosas no sucedan?, porque si los puestos de trabajo, las subvenciones, la promoción interna y, sobre todo, la estabilidad profesional y personal de un trabajador depende del capricho de determinadas personas, nunca acabaremos con estas irregularidades, no solo en la universidad sino en cualquier ámbito de la Administración del Estado.

De eso hablábamos cuando decidí escribir sobre este tema, porque cuando el destino o puesto de trabajo que ocupas depende de caerle bien o no al que tiene poder, de hacerle o no un favor al que te puede quitar o poner, suceden estas cosas. Eso sí, en algunas ocasiones, como en el caso del máster, no salen como parece que pretendían que salieran.

No puedo terminar sin recordar que estos delitos e irregularidades han salido a la luz gracias a la denuncia de Salvador Perelló,  profesor de Sociología de la Universidad Rey Juan Carlos. Un hombre honesto que se sintió en la obligación de denunciar y, como suele ocurrir, tuvo que salir a defender su honestidad.

España necesita muchos Salvadores Perelló.

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