Según las encuestas, Ciudadanos se ha convertido en la primera fuerza política. Ya saben, a río revuelto ganancias de pescadores, que no de la sociedad española; por eso sería interesante repasar quién es Ciudadanos antes de colocarlo al frente de cualquier Gobierno. Tengo muchas más de diez razones para no votar a Ciudadanos. La primera es que no confío en la aparición de partidos mesiánicos, marisabidillas que jamás han tenido responsabilidad sobre un presupuesto público, y que se atreven a darnos lecciones a todos. La segunda es la indefinición de su posición política: uno no sabe si se encuentran como en el 2008 cuando Albert Rivera declaró que era un partido de centro izquierda, o ahora que no se sabe bien si son liberales, conservadores, populistas, o marxistas. La tercera es la volubilidad continuada: Cs en 2016, no apoyó la prisión permanente revisable y se abstuvo, ahora sí está a favor. En los últimos meses Cs al igual que el PP y PSOE se negaba a querer aplicar el 155, luego, al aplicarse el 155, quería elecciones al ver que podía ganar en Cataluña, pese al riesgo de ocurrir lo que ha ocurrido,en las que pese a ganar, los independentistas tienen mayoría en escaños. Diría que es un partido veleta, un “atrapavotos”. La cuarta es el seguidismo a lo políticamente correcto: Ciudadanos no se diferencia de otros partidos políticos con la imposición de las presiones del lobby LGTBI, la gestación subrogada (negocio del tráfico de bebés) y los abortistas (incluso de menores sin notificación familiar), el marxismo cultural basado en una mentira sin ninguna demostración científica que claramente discrimina a los que no somos de la misma ideología. La quinta es la inutilidad de sus propuestas y el alejamiento de las verdaderas necesidades sociales: C's apoya sacar a Franco del Valle de los Caídos (el PP se abstuvo), plantea un debate para ilegalizar a la Fundación Franco, o aprueba un paso de cebra LGTBI en el ayuntamiento de Mataró. Suerte que la nueva política era preocuparse por las necesidades principales de la gente. La sexta es la clara intención de burocratizar y restar soberanía a España con la creación de una EUE (Estados Unidos de Europa). Además, ya vemos lo lejos que está de la realidad, como acaba de demostrar un juez aldeano de Alemania. A no ser que lo que verdaderamente desee Cs es ser un lander más de Alemania. La séptima es su incongruencia con los impuestos y el gasto público: anuncia que quiere disminuir los impuestos, sin embargo pide mantener el impuesto de sucesiones en Madrid, en Andalucía tres cuartos de lo mismo. Y se une al PSOE y Ahora Madrid (Podemos) para votar en contra del techo de gasto. La octava es la doble moral: mientras que en Andalucía sostiene al PSOE que tiene el mayor caso de corrupción de Europa con los EREs, e incluso evita una comisión de investigación, en Madrid no puede soportar la mentira aparente curricular de Cifuentes y vota a favor de cualquier comisión de investigación que afecte al PP. En Cs bien saben que su enemigo es el PP. La novena es que siempre arrima el ascua a su sardina: se abstiene de que el Canal9 (tv Valenciana) sea dirigido por una independentista, y descarta cerrar TV3 pese a ser el medio propagandístico más sectario del independentismo. La décima es su afán populista: Ciudadanos vota a favor de dar 500 euros mensuales a inmigrantes sin papeles, antes que preocuparse por los españoles que están hartos de que le sangren a impuestos. Quizá debería darse una vuelta por Ceuta o Melilla. Existen muchas más razones, pero la principal es la enorme incertidumbre que genera un partido mesiánico, sin experiencia y voluble. Eso es algo así como dejar en manos de un adolescente bienintencionado a los mandos de una central nuclear. Seguro que vamos a lamentarlo.