Más de un siglo de relación familiar con las cámaras

Un hombre de las cámaras. Cuando Francisco Herrero, presidente de la Cámara de Comercio de Sevilla, definió así a Manuel Olivencia Ruiz, no hacía retórica. El catedrático de Derecho Mercantil es cameral por su árbol genealógico. Un legado profesional que es la cabal correspondencia de una institución que en el caso de la Cámara de Comercio de Sevilla cumple 125 años de historia.
Un malagueño de Ronda y un granadino de Montefrío marcaron la pauta de esta personalidad. Francisco Ruiz Medina, su abuelo materno, nació en Ronda y primero la mili, en el Regimiento de Infantería del Serrallo, y después el trabajo y el amor, lo afincaron en Ceuta, donde en 1906 se convierte en uno de los fundadores de la Cámara de Comercio ceutí de la que llegó a ser presidente en 1920 y 1921.
Manuel Olivencia, el padre del catedrático, llegó a Ceuta con 14 años. Primer alcalde republicano de la ciudad al ganar las elecciones municip ales de 1931, dejó el cargo en octubre de ese año y desde 1932 hasta su muerte, en 1962, fue secretario general de la Cámara de Comercio. Tras su fallecimiento, le sustituyó Francisco Olivencia, hermano del que fuera comisario de la Expo 92.
Olivencia nació tres veces en la Cámara de Comercio de Ceuta. La primera, porque aunque su tío y padrino lo inscribió un día antes, su nacimiento biológico es el 26 de julio de 1929, festividad de Santa Ana, el mismo día que se aprobaría el Real Decreto que desarrolla las bases de la Ley de Cámaras de Comercio de 1911. La segunda porque vino al mundo en Villa Carmen, lugar de veraneo de su familia en Ronda, nombre de su abuela materna, hija del capitán del buque que hacía la travesía Algeciras-Ceuta. Su tercer nacimiento, porque volvió a nacer, fue cuando con 7 años se refugió con los suyos el 25 de julio de 1936 de los bombardeos por mar y aire en el edificio de cinco plantas sede de la Cámara ceutí.
El mismo edificio donde después vería al teniente coronel Yagüe, en uniforme de legionario, subir las escaleras de dos en dos y reunirse con los comerciantes para exhortarlos a que colaborasen con el Alzamiento.
Su abuelo materno muere en 1951, cuando al nieto le falta una asignatura, precisamente Derecho Mercantil -en la que es una autoridad a nivel internacional- para convertirse en abogado. En 1960 llega a Sevilla, donde abre despacho y obtiene la cátedra. Desde entonces se vincula con la Cámara de Comercio, fiel a la vocación de sus ancestros. Fue el año de los cambios: Olivencia cambió Madrid por Sevilla, pasó de adjunto de Garrigues a catedrático, de soltero a casado.
Olivencia se extendió sobre la vida “azarosa y agitada de las cámaras”, “con las que han intentado acabar desde los sindicalistas verticales de la dictadura hasta los constitucionalistas de la democracia”. Puso sus conocimientos al servicio de la entidad para demostrar que eran compatibles la adscripción forzosa y la libre asociación, frente a los partidarios de absorber el sistema cameral por las organizaciones empresariales. “Puse mis mejores oficios en sofocar aquel absurdo”.
A Olivencia lo presentó Julio Cuesta, encargado de las comisiones de Economía y Finanzas y de los actos del 125 aniversario de la Cámara de Comercio de Sevilla. Su filosofía de armonizar entidades camerales y patronales subyace en el acuerdo suscrito por la CEA y el Consejo Superior de Cámaras de Andalucía, cuyo presidente, Antonio Ponce, valoró el carácter pionero del acuerdo.
Los asistentes disfrutaron con la charla de Olivencia, que diferenció el carácter objetivo de los conocimientos - “el maestro de los maestros”, dice su discípula y compañera de la Corte Arbitral Carmen Moya Sanabria- del rango subjetivo de los sentimientos. Defendió la posibilidad de amar a las instituciones. “Cuando éstas tienen enemigos, los amigos nos significamos como suyos”.
El nieto, hijo y hermano de directivos camerales ha hecho de todo para las cámaras, incluso pertenecer durante 15 años al grupo de notables del Consejo de Cámaras a nivel nacional, del que fue apeado sin aviso para incluir a Emilio Botín. No es la primera vez que es objeto de desconsideración. “Ya lo hizo el entonces ministro Moratinos en el comité Averroes o el ex alcalde Monteseirín en el Patronato del Alcázar. Ni siquiera me agradeció los servicios prestados”.
Publicado en el Diario de Sevilla

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