Más allá de armstrong

Lance Armstrong ya ha confesado su implicación en las acusaciones de dopajes, o a eso parecen apuntar todas las evidencias, incluida la confirmación de quien le ha realizado su famosa entrevista. No obstante, aunque Armstrong haya admitido su culpabilidad, quedan en el tintero un sinfín de cuestiones que, de ser desentrañadas, pueden causar verdaderos estragos en las instituciones que supuestamente custodian el ciclismo y el deporte.
Si de la vasta cantidad de análisis realizados al tejano ni uno solo ha podido demostrar la presencia de sustancia dopante en su sangre (exceptuando las muestras del conocido caso de L’Equipe), tendríamos que replantearnos quién o quiénes movieron los hilos para que esos análisis exhibieran tamaña limpieza. En las últimas semanas, se ha ido conociendo más información del intento de compra de altos cargos de instituciones deportivas a través de la confirmación de los propios implicados, quienes han apuntado cantidades y, cómo no, su supuesto rechazo al también supuesto plan de Armstrong. Pero nadie ha encontrado a las personas que facilitaron la evasión a Lance, ni se ha explicado cómo un corredor que en sus inicios no era nadie pudo conseguir la connivencia de una figura tan importante como para evitar que ninguna de sus numerosas pruebas fuera captada. De otra forma: si ustedes, yo o quien sea fuéramos ciclistas profesionales neófitos, sin cantidades astronómicas de dinero y sin posibilidad de explotación mercadotécnica, ¿podríamos convencer a una persona influyente dentro del mundo del control de pruebas para evadirlas? La respuesta parece tan sencilla como obvia: no. Entonces, ¿cómo explica la acusación que Armstrong accediera a ese escalafón sin poseer ni un ápice de la influencia que sí logró a posteriori? Me intriga escuchar la respuesta.
Es importante volver a apuntar que nadie ha hallado a los personajes que hicieron posibles las constantes evasiones del yanqui, y a partir de este punto intentar establecer las razones por las que no se han encontrado dichas personas, teniendo en cuenta la supuesta dimensión de la macro-investigación llevada a cabo por la USADA. ¿Quizá es porque esos personajes están siendo ayudados a evadirse como otrora hicieran ellos mismos con Armstrong?, ¿o tal vez no es sugerente revolver y desmontar la estructura institucional, tan interesante por sus beneficios económicos, que reina en el mundo del ciclismo y del deporte global? A la USADA le basta con reseñar que su actividad se centra únicamente en la captura de delincuentes deportivos del ámbito americano para deshacerse de la responsabilidad de la cuestión, lo cual dice mucho y en diversas direcciones.
En definitiva, la confesión de Armstrong vale muy poco en términos generales. Su carrera ya fue arruinada por la USADA y la UCI, ganando con este paso, únicamente, una posible visita a la cárcel durante algunos meses, y muy poco más, poquísimo. Por eso mismo no comprendo esta decisión del estadounidense, que siempre había defendido su inocencia con sólidas argumentaciones y con el apoyo esencial de la ausencia de pruebas de sangre en su contra. Por supuesto, tampoco comprendo a quienes piensan que este movimiento supone el fin de una larga y tortuosa investigación, ya que esta confesión no ha conseguido más que ensanchar puntos negros existentes y germinar otros tantos, cuyos contenidos van mucho más allá de la figura de un deportista, relevándole a una posición apenas apreciable. ¿Se dejará pasar o se actuará con la misma contundencia que contra Armstrong, a pesar de no existir pruebas de sangre en su contra? Ya veremos.