Opinión

Martín Álvarez, héroe extremeño

Hoy me ocupo de uno más de tantos héroes extremeños que son desconocidos y están olvidados en el anonimato. Casi todos, gente humilde del pueblo llano, noble, sencilla y gente buena, pero muy digna, honrada y valiente. Me refiero a Martín Álvarez Galán, nacido el 23-02-1766 en Montemolín (Badajoz). Hijo único de Pedro Álvarez, carretero que iba desde Montemolín a Olivenza y Badajoz; y su madre, Benita Galán, hija de un antiguo sargento que luchó en favor de Felipe V. En las largas noches de invierno, sentados a la lumbre, la madre de Martín, en ausencia del padre, contaba al niño hechos ocurridos a su abuelo, que tuvo que retirarse del Ejército al perder un brazo en la toma de Badajoz, ocupado por ingleses, portugueses y austríacos.

Martín, con 14 años, empezó a ayudar a su padre en algunos viajes a Olivenza y Badajoz y a trabajar en el campo. En uno de ellos les salió al camino la banda de bandoleros del “capitán Bruno”. Muy temprano salieron Martín y su padre (le llamaban el “ti Pedro”. Éste iba dormido sobre el carro mientras Martín cantaba montado en una de las mulas. Al internarse el camino por un pinar, les salió un bandolero a caballo diciéndoles: ¡la bolsa o la vida!. Martín saltó de la mula, cogió dos piedras, mientras el bandolero le apuntaba con una pistola diciéndole: “Como falles en el tiro, eres hombre muerto”.

Despierta el padre a la vez que llega Bruno con otros dos bandoleros a caballo. Al ver al “tío Pedro”, Bruno le dice al primer bandolero: “Guarda la pistola Zurdo, que ahora no es menester”. Y acercándose al padre le dice: ¡saque la bota, tío Pedro!. ¿Qué novedades hay por el pueblo?. Perdone el susto, pero es que el Zurdo es nuevo. Y mirando a Martín le dice: ¿Y a todo esto que pensaba hacer el jovencito para defenderse?. Martín contesta: Lo que haría cualquier hombre honrado a quien intentan quitarle lo único que tiene, defenderme, si es preciso hasta perder la vida. El capitán Bruno contesta: ¡Bravo, tío Pedro. Qué lástima que su hijo en vez de carretero no fuera militar!. Contesta el tío Pedro: Eso es lo que hace falta señor Bruno, que a los cuentos que su madre le mete en la cabeza le venga usted diciendo eso. Marcharon los bandoleros sin molestarles, pero Martín continuó el viaje sin dejar de pensar en hacerse soldado.

Muerto el padre muy joven, siguió Martín con el oficio de carretero. Se enamoró locamente de María, hija del mesonero Antonio Gil, del mesón nuevo de Montemolín y de Nicolasa Benklar, hija de un alemán, la cual no estaba de acuerdo con los amores de su hija con Martín y, en cambio, quería casarla La madre prefería para la niña al hijo del molinero, más rico que Martín. A la vuelta de uno de los viajes se encuentra Martín con la doble triste noticia del fallecimiento de su madre y del casamiento casi forzado de María con Jaime. Entonces decide hacerse soldado.

Va a Sevilla y en la “Taberna la Paloma” contacta con militares de Infantería de Marina captadores de reclutas. Pero, como Martín prefería ingresar en Caballería, el soldado Lucas García que contactó con él lo engañó, diciéndole que su Regimiento se llamaba “Los Dragones del viento” y que sus barcos tenían nombres de Santos. Martín era analfabeto. Lo convenció y se alistó como recluta de la Armada, que en Sevilla había un pequeño destacamento un pequeño destacamento de captación de compuesto por un capitán, un sargento, dos cabos y doce granaderos escogidos, uno de ellos era Lucas García, granadero, que vestía el uniforme con arrogancia y un aire marcial que impresionaba. Ingresó el 26-04-1790 en la Tercera Compañía del Noveno Batallón de Infantería de Marina. De Sevilla marchó a Cádiz. Tras la instrucción, el 16-09-1792 embarcó como soldado en el navío “Gallardo”, pasando de Cádiz a Cartagena.

Una noche, el comandante del navío mandó formar en cubierta a toda la tripulación, porque de su camarote había desaparecido un valioso reloj, que fue hallado en la mochila del soldado Martín Álvarez, siendo éste acusado de robo y encarcelado. Pero, a su amigo Lucas que lo conocía bien, no le cabía en su cabeza que Martín fuera el ladrón. Gracias a sus pesquisas, descubrió que lo había robado otro, un marinero que jugaba mucho a las cartas, y que cuando creyó que podían descubrirlo, le introdujo a Martín el reloj en su mochila. Convicto y confeso el verdadero ladrón, el comandante volvió a reunir la tripulación para que supieran toda la verdad, en desagravio de Martín al haber sido antes culpado de un delito que nunca cometió. El extremeño fue puesto de inmediato en libertad y el verdadero ladrón fue encarcelado.

El año 1793 España e Inglaterra estaban aliadas contra Francia, donde Robespierre y los de la Revolución Francesa habían dado muerte a Luis XVI. El teniente general de la Marina, Francisco de Borja, fue encargado de mandar la Escuadra que debía salir de Cartagena para Barcelona como centro de operaciones para el bloqueo de las costas de Francia. En un mensaje del almirante inglés Hood que bloqueaba Marsella y Tolón pedía seis buques españoles para que le auxiliasen. Uno de ellos fue el "Gallardo" donde servía Martín Álvarez.

Cuando llegó este refuerzo, ya los españoles e ingleses habían tomado Tolón y puesto por gobernador de aquella plaza al heroico Federico Gravina. Entusiasmó de tal modo esta victoria de los españoles, que Francisco de Borja decidió desalojar a los franceses de las islas de San Pedro y San Antíoco al Sur de Cerdeña tomadas por los franceses. Allí se encaminó el “Gallardo” y, conseguido el objetivo, volvió de nuevo a Cartagena. En 1794 figura Martín Álvarez en la lista de la tropa nombrada para transbordar al “San Carlos” en un viaje a las Antillas.

En 1796 embarcó en el navío “Santa Ana”. Después pasó al “Príncipe de Asturias” y más tarde al “San Nicolás de Bari”. Cuenta el General Bermúdez de Castro en su publicación: “Combate naval del Cabo de San Vicente y el granadero Martín Álvarez” que, encontrándose en Gibraltar. donde había ido con motivo de la Exposición de la Marina, año 1885, vio entre los cañones tomados por los ingleses en Aboukir, Trafalgar y San Vicente, uno que era una verdadera joya, de bronce, con dos delfines en sus asas y esculpido el escudo de España con el “Carolus III”. Un oficial inglés que le acompañaba le dijo: “Del San Nicolás, en la batalla del Cabo de San Vicente”.

El texto le fue traducido por el oficial inglés al castellano, y decía: “14-02-1797.-Batalla Naval del Cabo de San Vicente. ¡Hip Capitán! ¡Hip San Nicolás! ¡Hip Martín Álvarez!". El general Bermúdez de Castro creyó que el San Nicolás sería el Santo del día, y el Martín Álvarez algún español que se habría distinguido como capitán al servicio de Inglaterra. Ante las dudas del general Bermúdez de Castro, entonces teniente de Marina, el oficial inglés, Sir John Butler, prometió mandarle una crónica de la batalla, que traducida al castellano, decía: “...Pero en el barco español “San Nicolás de Bari” queda algo por conquistar. Sobre la toldilla arbola la bandera española flota al viento cual si todavía el barco no se hubiese rendido. Un oficial inglés que lo observa va a ella para arriar la bandera. Antes de llegar un soldado español, sin apartarse de su puesto, le da el alto, el oficial no le hace caso y se acerca, el sable del centinela lo atraviesa con tal fuerza que lo queda clavado en la madera de un mamparo.

Un nuevo oficial y soldados se acercan y el centinela sin lograr desasirlo de su sable de donde se hallaba pinchado, coge el fusil y con él da muerte a otro oficial y hiere a dos soldados ingleses. Da después un salto, lo acribillan a tiros los ingleses y lo tienen por muerto. El comandante Nelson, que ha presenciado la escena se aproxima al supuesto cadáver de Martín. Todos los muertos reciben el mismo trato. Una bala atada a los pies, responso del capellán y por una tabla deslizándose se hunden los cadáveres en el mar. Al llegar al centinela español, Nelson, que lo había visto cómo defendió que la bandera de España no le fuera arrebatada, matando a varios ingleses, ordena que se le envuelva en la bandera que había defendido con tanto ardor.

Los ingleses comprueban que el centinela Martín no estaba muerto, sino malherido. Por orden de Nelson lo curan, lo llevan a Lagos, en el Algarve al sur de Portugal. Se cura, y le dan pasaporte para volver a España. Desde Lagos, dice Arnao viajó a Montemolín, luego a Sevilla y posteriormente a Cádiz para testificar en la causa instruida para la averiguación de la conducta del comandante y oficiales del “San Nicolás de Bari” y demás buques participantes en la batalla naval del Cabo de San Vicente”. En España nada se sabía sobre su hazaña.

El rey nombró Fiscal de la causa al mayor general de la Armada Manuel Núñez Gaona. Interrogó al soldado Martln Álvarez. Y, tras tal investigación, informó: "No puedo pasar en silencio la gallardía del granadero de Marina Martín Álvarez, perteneciente a la tercera compañía del noveno batallón, pues hallándose en la toldilla del navío San Nicolás cuando fue abordado, atravesó con tal ímpetu al primer oficial inglés que entró por aquel sitio que al salirle la punta del sable por la espalda la clavó tan fuertemente contra el mamparo de un camarote, que no pudiendo librarla con prontitud, y por desasir su sable, que no quería abandonar, dio tiempo a que cayera sobre él el grueso de enemigos con espada en mano y a que lo hirieran en la cabeza, en cuya situación se arrojó al alcázar un veloz salto y librándose de sus perseguidores.

Asida la bandera de España, que se negó a entregar a los ingleses, gritándoles: ¡Antes la muerte que perder la bandera!. Martín Álvarez pasaba muy herido en la cabeza entre cadáveres y vio malherido a su comandante. Quiso socorrerlo, pero dicho jefe le ordenó: ¡Granadero, di a tus compañeros que ninguno se rinda sino después de muerto!”.

El 17-02-1798, Martín fue ascendido a cabo por méritos de guerra, pese a no reunir las condiciones exigidas por ser analfabeto, aunque luego sí fue debidamente formado. Además se le concedió el derecho a ostentar el escudo en su brazo izquierdo que, a partir de entonces, llevarían las clases de tropa que por sus acciones en guerra fueran merecedores de una pensión vitalicia. Y el 1-08-1798 fue ascendido a cabo primero. Pero su mayor alegría y felicidad las tuvo al saber que la plaza de cabo que él dejaba, la cubriría su íntimo amigo Lucas. Ambos embarcarían después en el buque “Purísima Concepción”. El 12-11-1798, cuando este buque navegaba hacia el puerto francés de Brest, el comandante mandó a formar toda la tripulación, hizo salir de filas al cabo primero Martín Álvarez, leyendo a todos el Real Decreto por el que se le concedían cuatro escudos mensuales en concepto de pensión vitalicia.

Pero al extremeño parecía perseguirle la mala suerte. Primero, huérfano de padre y madre; después, ya para casarse, fue abandonado por su novia, la mujer de su vida; fue encarcelado por el reloj que él no robó; y, cuando más feliz era en su vida, un día estando de guardia el oficial le ordenó que bajara con su turno a almorzar, y al bajar por la escalera hacia la cocina, resbaló, cayó y perdió el conocimiento. Se recuperó, pero la caída se le complicó con una grave tuberculosis. El día 23-02-1801 – el mismo que cumplía 35 años – falleció en Brest. De su cabecera nunca se desprendió su amigo Lucas del alma, que lo atendió hasta dar el último suspiro, pese a que padecía una enfermedad contagiosa.

Por Real Decreto de 12-12-1848 se dispuso que un buque de la Armada, llamado “Goleta Dolorcita” pasase a llamarse “MATÍN ÁLVAREZ”. Y el 4-06-18, de acuerdo con la Real Orden anterior, se designó un buque que se denominará: “SOLDADO MARTÍN ÁLVAREZ”, cuyo nombre también figurará constante y permanentemente a la cabeza de las nóminas de revista de la primera Compañía, del primer Batallón, del primer Regimiento de Infantería de Marina.

En 1936 se inauguró un paseo en Montemolín, su pueblo, con una estatua del heroico marino. Asistieron el Gobernador Civil, Obispo, Almirante Bastarrechey, una compañía de Guardias Marinas de San Fernando, con banda, que desfiló por Montemolín. Se erigió un monumento, donde se lee: “Monumento a Martín Álvarez en el pueblo donde nació, Montemolín (Badajoz), 1766”. Asimismo, fue escrita una novela histórica, titulada: MARTÍN ÁLVAREZ, autor, José de Arnao y Bernal, comandante de Infantería de Marina. Y otra publicación: “Batalla Naval del Cabo de San Vicente y el granadero Martín Álvarez” del general Bermúdez de Castro. Y trabajos realizados por Horacio Mota Arévalo, médico de Montemolín.

He tenido mucho interés en publicar este artículo para honrar su nombre y su gesta, con mi gratitud, reconocimiento y respeto a tan valiente extremeño. ¡Descanse eternamente en paz tan ilustre soldado!.

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