Devoción, pasión, homenaje a los hermanos difuntos y sensaciones indescriptibles que Quino capta en esta serie de fotografías tomadas en uno de las salidas penitenciales más esperadas de la Semana Santa.
El Encuentro de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de la Esperanza frente al Palacio Autonómico dejó infinidad de estampas para el recuerdo. Quizá una de las más emotivas es el crespón negro en el paso del Cristo, señal de luto por la ausencia de los hermanos difuntos. Un homenaje que este año tuvo, entre otros, dos nombres propios: Arun Arjandas D’ancona, el joven fallecido en enero cuando practicaba pesca submarina; y Antonio Millán, el médico recientemente fallecido.
Dentro del Santuario de Nuestra Señora de África, la primera levantá del paso del Cristo –en silencio rezando un Padre Nuestro y un Ave María– estuvo dedicada a Arun, quien fuese costalero del mismo. No obstante, la Hermandad siempre le tendrá presente y le llevarán en sus corazones. De igual modo, la primera levantá de la Virgen se brindó a los ausentes y a las víctimas de los últimos atentados terroristas.
Los nazarenos, dentro de la Iglesia de África, confesaron la emoción que les produjeron los instantes previos a la salida penitencial, y los más pequeños que se estrenaron como acólitos se mostraron orgullos bajo la atenta mirada de sus padres. A algún hermano se le escapó alguna lágrima de emoción al comprobar que, pese a las inclemencias del tiempo, estaban a punto de reencontrarse con los ceutíes en las calles.
Al frente del Nazareno estuvo el capataz Andrés Peña, que tuvo como ayudante al propio hermano mayor, Jesús Garrido, y de contraguías a Javier Valenzuela y Saturniano (‘Satur’). En la Esperanza, el capataz fue José Ángel Soto Mayor (hijo del capataz general). Contó con la ayuda de Juan José Cerro y de José Luis Pérez Viruel y ‘La Chica’ en la trasera.
Por su parte, los ceutíes respondieron a la cita y llenaron de fervor la Plaza de África y la Gran Vía, como es tradición en el Martes Santo caballa.