Las historias de españoles que se encontraban, y algunos aún se encuentran, atrapados en el país vecino sin poder cruzar los escasos metros que separan Marruecos y Ceuta, son más de las que nos gustaría. Pero muchos más son los marroquíes con residencia en España a los que su país no deja volver a sus casas para pasar la cuarentena en familia.
Historias que todavía no han tenido un final feliz como la de Hafid, un marroquí con nacionalidad española de 53 años que lleva más de 30 afincado como residente en Madrid, concretamente en Galapagar, donde le esperan su mujer, su hijo de 8 años y su niña de 13. Ese sería su final feliz soñado.
Hafid viajó lo más rápido que pudo el día 10 de marzo hasta Tánger porque había fallecido su padre. “Salí ese día por la mañana temprano y por la tarde estaba allí”, explicó. Además, viajó solo porque “cuando me fui todavía no habían cerrado los colegios, si no me los hubiera traído conmigo”.
Por ello, cuando el viernes “comenzaron a llegarnos mensajes de que iban a cerrar la frontera no podía creerlo”, recordó. Fue cuando decidió llamar al Consulado español en Tánger para saber si había alguna manera de volver, “pero no me daban ninguna solución porque decían que algunos estaban cruzando por la frontera con Ceuta, pero que al llegar podía haber barcos o no”.
De todas formas, “él es un afortunado porque desde ese día está en casa de su madre” y tiene un sitio donde dormir y comida, ya que “otras personas en la misma situación están en la calle”, continuó.
Tras haber llamado varias veces a todos los consulados españoles y haber obtenido la misma respuesta, es decir, “nada de nada”, Hafid se enteró el día 25 de que iba a salir un avión desde Casablanca hasta Madrid para todos los españoles. “Llamé y me dijeron que por supuesto, que pasarían todos mis datos a la aerolínea y que se pondrían en contacto conmigo para el pago, por lo que les mandé por correo mi DNI, mi pasaporte y el certificado de fallecimiento de mi padre, que era por lo que había viajado a Marruecos”, prosiguió.
Desde entonces, llamó todos los días al consulado para saber por qué aún nadie se había puesto en contacto con él para reservar su plaza en el avión y “el día 1 de este mes me dijeron que no había mandado mis datos; los volví a mandar y esa misma tarde llamé de nuevo y ahí me dijeron que a lo mejor no podría viajar porque soy marroquí. No soy marroquí, nací en Marruecos, pero soy español, tengo mi pasaporte español, mi DNI y todo como cualquier otro español”, explicó enfadado.
Entonces, Hafid se dio cuenta de algo: “Pensé que en este avión no iba a ir ningún Mohamed o Mustafá, sino que van a ser todos Antonio y Juan, que sí son nombres españoles”.
De igual forma, quería cruzar a la Península por Ceuta, pero “no lo ha intentado porque Marruecos decretó que no se podía salir a la calle” y como está la cosa allí ha preferido no moverse y quedarse en casa de su madre.
“Seguramente voy a perder el trabajo porque aunque llevo 19 años, no van a estar esperando por mí y tendrán que llamar a otra persona”, confesó Hafid, que trabaja como conductor de camión en una empresa de transporte de mercancías peligrosas.
Además, la situación de su familia en España no es mejor. “Mis hijos están 'acojonados' porque ya hay algunos muertos por coronavirus en Galapagar y tengo que llamar a mis compañeros o conocidos para que les lleven las cosas que necesitan”, concluyó.
Loubna, una marroquí residente desde 2003 en Mérida (Badajoz), tampoco ve el momento de llegar a su casa y poder abrazar a su hija de 15 años y su niño de 11, que también le esperan ansiosos.
Ella viajó el 26 de febrero hasta Casablanca para ver a su padre que estaba muy grave con una leucemia, por lo que tuvo que dejar a sus dos hijos con una amiga. Su idea era volver el 17 porque la empresa de ayuda a domicilio en la que trabaja solo le había dado “unos 15 o 20 días, por lo que cuando mi padre se mejorara un poquito yo me iba”.
Sin embargo, también le pilló el decreto del estado de alarma por parte del Gobierno español y el cierre de fronteras de Marruecos allí en su país. No obstante, el 15 de marzo un familiar la llevó hasta Tánger para ver si allí podía coger un ferry de vuelta a la Península, “pero nada, no nos dejaban pasar”. Se quedaron tres o cuatro días más allí durmiendo en el coche “para ver si en algún momento se podía, pero nada”, por lo que volvieron a casa.
Al igual que Hafid, Loubna también llamó al Consulado de Casablanca y le dijeron que en la frontera con Ceuta “los que tienen la residencia no podían pasar, solo los españoles”, por lo que “me pusieron en una lista y me dijeron que si salía cualquier cosa me volverían a llamar”, pero tampoco la llamaron.
A pesar de todo, Loubna, desde el día 15, llama todos los días a todos los consulados españoles en Marruecos y “no hay respuesta”, contó desesperada. Incluso para poder volver en el avión que el Gobierno habilitó desde Casablanca a Madrid “lloré, les dije que mis hijos estaban solos en España, que estoy embarazada de seis meses, que estoy mala, que me he quedado sin dinero y que en Marruecos no encuentro mis medicamentos; pero nada, no hay manera, nadie entiende mi situación”, continuó entre lágrimas.
“Lo estoy pasando muy mal porque mis hijos están llorando todos los días y mi amiga no puede quedarse más tiempo con ellos porque le ha salido un trabajo en otro pueblo y me dice que no va a perderlo por cuidar a mis hijos”, explicó Loubna en una entrevista con este periódico.
Lo cierto es que a ambos la espera ya les desespera pues “no sabemos cuándo vamos a poder regresar, pero ojalá sea lo más pronto posible porque parece que nadie habla de los marroquíes residentes en España que se han quedado atrapados”, concluyó Loubna.
Sus historias integran ese drama que debe ser contado.
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