El activista marroquí Hassan Ammari cruzó desiertos en Níger y recorrió el camino por donde transita el tren "La Bestia" en México codo con codo con los migrantes y sus familias. Sufrió con ellos, como uno más, las rutas migratorias más mortíferas y peligrosas África y Latinoamérica, donde vio diferencias que le llevaron a plantear que los países africanos tienen mucho que aprender del otro lado del Atlántico.
Funcionario municipal de 52 años, Ammari dedicó casi treinta años a la defensa de la causa migratoria en Oujda, ciudad marroquí fronteriza con Argelia que pasó a ser desde los años noventa una encrucijada de migrantes magrebíes y subsaharianos que desean llegar a Europa, tanto por vía terrestre por la ciudad norteafricana española de Melilla (a poco más de 100 kilómetros de Oujda) o por el Mediterráneo.
"En cuanto un emigrante pone un pie en Marruecos, considera que tiene el otro ya en Europa" explicó Ammari en una entrevista con Efe por videoconferencia desde su casa en Oujda, ciudad por donde transitaron los emigrantes sudaneses que protagonizaron el último salto de la ciudad española de Melilla.
Un sentimiento que adquieren estos emigrantes, según el activista, tras haber recorrido largas y peligrosas rutas en el interior de África hasta llegar a Marruecos, última etapa antes de alcanzar el sueño europeo.
Ammari descubrió estas rutas cuando decidió desde 2012 recorrerlas a su lado de forma discontinua. Hizo primero varias travesías a pie entre Oujda y las ciudades argelinas de Maghnia y Ain Sefra. Pero cuenta que las rutas del interior de África son las más penosas: duras condiciones climáticas y constante amenaza de traficantes y grupos terroristas.
El activista -que incluso hizo de partera a varias mujeres subsaharianas en los bosques de Marruecos- hizo dos veces en 2015 y 2016 durante un mes el viaje al desierto nigerino. Recorrió entonces unos 460 kilómetros entre Agadez, una localidad nigerina considerada encrucijada migratoria por donde transitan emigrantes de cerca de 17 países africanos, y Essamaka, localidad nigerina fronteriza con Argelia.
"Desde Essamaka crucé la frontera y caminé unos quince kilómetros en territorio argelino", cuenta el activista. Durante el periplo, los emigrantes le iban enseñando tumbas de compañeros que habían muerto en el camino.
"He visto fosas (comunes) de emigrantes, había también tumbas de niños. Muchos murieron de sed durante el camino. Me acuerdo del calor sofocante de hasta 48 grados, de un gran desierto sin fin y de carreteras tragadas por las tormentas de arena".
Su experiencia le empujó junto a socios europeos a crear Alarm Phone Sahara, una ONG de auxilio de emigrantes en el desierto africano.
Tras la ruta africana, el pasado mes de mayo constituyó un punto de inflexión para Ammari cuando acompañó durante diez días a la caravana de madres centroamericanas del Movimiento Migrante Mesoamericano en busca de sus hijos desaparecidos en México.
Los participantes recorrieron, en viajes a pie o en autobuses, varios estados mexicanos como Veracruz, Tabasco, Chiapas y la Ciudad de México.
En el viaje, descubrió algunos sitios que los emigrantes (procedentes de Nicaragua, Salvador, Honduras o Guatemala) utilizan como refugios o "paradas" antes de seguir el camino hacia Estados Unidos, y vio los medios a los que recurren, como el tren de carga conocido como "La Bestia" que transita por México.
Según Ammari, los emigrantes de ambos continentes se enfrentan a los mismos peligros y "pueden perder la vida durante su viaje", pero el activista destaca la diferencia en cuanto a la "alta sensibilidad" de la sociedad civil, los parlamentarios y gobiernos municipales latinoamericanos con la cuestión migratoria y la solidaridad entre las familias de emigrantes desaparecidos".
"La sociedad civil latinoamericana ha sabido imponer la cuestión migratoria en la agenda política, y las madres de los migrantes desaparecidos han elaborado un discurso político que cuestiona la política migratoria de Estados Unidos. Podemos aprender de esta experiencia", subraya.
Y lamenta que en África las familias de emigrantes "están dispersas" y el tema migratorio sigue siendo "un asunto de emigrantes", que gestionan los estados centrales "desde una dimensión de seguridad".
Militante también en la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH, la ONG con mayor implantación en Marruecos), Ammari dedica actualmente sus esfuerzos en ayudar a los emigrantes indocumentados que llegan a Oujda e identificar a los muertos. Desde la ciudad oriental coordina con otros activistas la Asociación de Ayuda a Emigrantes en Situación Vulnerable.
Dedicado en cuerpo y alma a la causa, aprovecha sus vacaciones para concienciar sobre la cuestión migratoria en diferentes foros. A veces, confiesa, se siente cansado, pero retoma el aliento cuando ve los frutos de su trabajo.
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