Tras casi dos años de crisis sanitaria, con solo algunos meses de respiro el pasado otoño, Marrakech acumula la fatiga de ver cómo sus comercios, restaurantes y hoteles cierran ante la ausencia de visitantes, que dan de comer a todos los sectores de una ciudad pensada por y para el turismo.
Persianas echadas en las tiendas del zoco, pocos restaurantes abiertos, una plaza Yamaa al Fna sin encantadores de serpientes... la estampa de Marrakech este enero, agravada por el cierre de fronteras de Marruecos, es irreconocible en un lugar que habitualmente hierve a cada hora del día.
Pendientes de los datos de actividad turística, el sector prevé que 2021 sea un año con resultados similares a los registrados en 2020 respecto al periodo prepandemia, cuando las pernoctaciones hoteleras en Marrakech pasaron de 8,3 a 1,8 millones (un 79 % menos).
"Está todo paralizado, en el zoco aún hay tiendas abiertas pero la gente está en la puerta sentada sin hacer nada", resume Alí, un guía turístico que lleva estos dos años viviendo de sus ahorros y de un piso alquilado de su propiedad.
Muchos de sus compañeros tuvieron que sacar a sus hijos de colegios privados porque suponía un gasto, como poco, de 1.500 dirhams (150 euros) al mes, y sobreviven con la ayuda de 2.000 dirhams que da el Gobierno a los profesionales del sector.
Pero esta subvención no llega a todos (muchos no tienen licencia o se enfrentan a trabas administrativas) y se nota en el aumento de mendigos por las calles de Marrakech. "Hay gente que no puede pagar sus créditos del coche o de sus casas. Tengo unos vecinos conductores que están todo el día en casa encerrados", asegura Alí.
En estos 22 meses de crisis, el sector turístico de la ciudad ha tenido algún respiro, pero no ha sido suficiente. Los pasados septiembre, octubre y noviembre se notó un aumento de turistas y recuperó su antiguo brillo.
Los teléfonos empezaron a sonar con reservas para fin de año, una época especialmente ajetreada en Marrakech, pero el cierre de fronteras decretado por Marruecos el pasado 29 de noviembre dio al traste con sus esperanzas. El turismo nacional llenó parte de los hoteles, aunque no salvó al sector.
Ante esta situación, algunos han optado por abandonar la ciudad y volver a sus pueblos a vivir con sus padres, otros vendieron sus coches, minibuses o autocares y la mayoría sobrevive comprando lo esencial para vivir.
Como Zahira, que tiene un comercio en el zoco de maquillaje, trajes típicos y algunos souvenirs para turistas. "No hay nadie", se lamenta desde casa porque no siempre abre la tienda en vista de la escasez de clientes.
Vive con su hija y su madre y solo compran lo verdaderamente necesario. Sobreviven con 700 dirhams al mes: 200 para pagar la luz y 500 para el resto de gastos.
Los trabajadores turísticos de Marrakech viven pendientes de la apertura de fronteras, cerradas por ahora hasta el 31 de enero para prevenir la variante ómicron, que llegó así un poco más tarde al país pero está ya en plena fase de expansión.
Que a finales de mes no se retomaran los vuelos internacionales, dice Alí, "sería una decepción muy grande" para el sector, cuyos transportistas protagonizaron hace dos semanas una manifestación en Rabat. Empleados de hoteles, explica el guía, protestan cada semana en la puerta de algunos establecimientos de Marrakech.
Abdessadaq Qadimi, presidente de la Asociación Regional de Guías de Marrakech, cree que para paliar el cierre se podría emplear temporalmente a estos trabajadores en otros sectores, como la traducción o los centros de llamadas. Los guías (1.000 de los 3.500 de Marruecos están en Marrakech) están, dice, "en un nivel de supervivencia" y, lo que es peor, sin esperanza.
Qadimi destaca que la crisis sí ha dejado algo positivo: el Gobierno ha reconocido por primera vez a los guías cierta protección social y les ha incluido en la subvención de 2.000 dirhams al mes que da al sector, pero que muchos, se queja, no han conseguido cobrar.
"Ya no pueden aguantar, los profesionales turísticos, hoteles, agencias de viaje y transportistas están en una situación de ruina", dice este guía, y pide una "decisión fuerte del Estado para sostener al sector", con ayudas directas o empleos para los que dependen del turismo, porque "si al menos hay actividad, hay esperanza".
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