El fallecido periodista Ramiro Santamaría Quesada, que cubrió la información en la campaña de Ifni-Sáhara 1957/58 afirma en su libro ‘Ifni-Sáhara. La guerra ignorada’ lo siguiente: “el comportamiento de la Marina de Guerra fue ejemplar. Durante la guerra jefes, oficiales, suboficiales y marineros, así como la Infantería de Marina tuvieron un comportamiento que merece elogio”. Ante esto nada se puede añadir salvo, que desgraciadamente, el silencio y el olvido son lo que los acompañó siempre.
El crucero Galicia se construyó en los astilleros de Ferrol con proyecto inglés entre los años 1922 y 1927, y fue bautizado con el nombre de “Príncipe Alfonso”. En aquellos tiempos este tipo de buque era considerado como muy moderno. Su desplazamiento era de 7.975 toneladas, con una eslora de 176,62 metros, 16,46 metros de manga y 5,30 metros de calado.
La propulsión era de turbinas Persons y contaba con 8 calderas Yarrow, con una potencia de 83.000 caballos, lo cual le proporcionaba una velocidad de 33 nudos y una autonomía de 4.950 millas a unos 15 nudos.
Su artillería estaba compuesta de ocho cañones Vickers, de 152.4 mm. Portaba en 3 montajes dobles y 2 sencillos 4 cañones antiaéreos de 47 mm, que a su vez estaban dotados de 4 montajes triples de tubos lanzatorpedos de 533.4 mm.
Miguel Julián Gálvez García, desde su pueblo natal de La Mamola (Granada), fue uno de aquellos jóvenes de reemplazo de 1957 que le correspondió como él orgullosamente afirma en la “Gloriosa Marina de Guerra española”. Una vez incorporado a filas iniciaba su formación militar en el CIM (Centro de Instrucción de Marinería), en San Fernando (Cádiz), formación que duraría 70 días, y tras su juramento de fidelidad a la Sagrada Enseña de la Patria, pronto iba a conocer el acto más solemne del que puede presumir todo español, el llamado “zafarrancho de combate”.
En los primeros días del ataque a los territorios, por órdenes de la Jefatura del Estado, llegaba al mando de almirante Pedro Nieto Antúnez la mayor parte de la flota, el cual enarbolaba la insignia en el tan recordado en estas islas, el célebre Crucero Canarias, al que acompañaban los siguientes buques: los cruceros Méndez Núñez, Galicia, Almirante Cervera y Miguel de Cervantes, así como los buques de la 2ª y 3ª Flotillas de Destructores, José Luis Díez, Gravina, Escaño, Almirante Miranda, Jorge Juan, Almirante Antequera y Churruca, además de la LST-I, la barcaza de desembarco K-2, el transporte X, los minadores Eolo, Neptuno y la fragata Magallanes.
Las principales misiones de la Marina de Guerra en este conflicto fueron la defensa de las zonas costeras, al mismo tiempo que la protección de los convoyes con tropas, material de guerra y víveres, siendo designada como punto de reserva y concentración de fuerzas de la isla de Fuerteventura en Puerto del Rosario. Para ello, el Estado Mayor de la Armada dividió las operaciones a realizar en dos fases. La 1ª fase consistía en trasladar tres cruceros y una flotilla de destructores con su buque insignia a Las Palmas de Gran Canaria, donde establecerían su base. La 2ª fase se trataba de operaciones de limpieza. Concretamente en realizar una operación de limpieza en la zona, fijando como cuartel general y punto inicial de la ofensiva la cabeza de playa de Aaiún. Para realizar dicha operación en la playa se inició con 18 lanchas pequeñas de desembarco LCM, con protección del minador Vulcano y más tarde con el Neptuno, además de los destructores en servicio de vigilancia.
Una vez que Miguel Julián Gálvez García realizó su Jura de Bandera, y a la espera de destino, sonaba en una mañana en el acuartelamiento un toque de corneta llamando a formación. Una vez en formación se les comunicaba que estuviesen preparados con utensilio y correspondiente armamento para zarpar a la mañana siguiente rumbo a Sidi Ifni. Tras embarcar abandonaban la bahía de Cádiz y el crucero Galicia iba navegando, bordeando la costa africana hasta el límite de Marruecos. Así iban transcurriendo los días en alta mar, en constante y permanente vigilancia hasta que, a los 15 días, fueron relevados por el crucero Canarias.
Este marinero recuerda con emoción y con mucho cariño, tras esos más de 40 años de aquellas inolvidables fechas de tensión y preocupación, que cobraba 8 pesetas diarias por estar en aguas internacionales, y a final de mes 65 pesetas en atención a su categoría de “marinero-astillero distinguido”. Si se tiene en cuenta el valor de la moneda en aquellas fechas, esto para este marinero, como para todos aquellos que navegaban en la flota, era toda una fortuna.
El 18 de febrero de 1958, cuando el crucero Galicia navegaba en alta mar, por los altavoces de dicho buque sonaba el toque de “zafarrancho de combate”, y al momento todo el personal se trasladaba a cubrir sus puestos. El marinero Miguel Julián Gálvez se trasladó a su puesto en el puente popa para ejercer su misión y especialidad de seguidor telemétrico, que consistía en medir distancias. Recuerda también que el fuego artillero se prolongó hasta las 18:00 horas, acompañándole en dicha misión el destructor Almirante Churruca.
Posteriormente, en la Operación Pegaso, el crucero Galicia, con una eficacia altamente positiva, intervino bombardeando Erkunt, Id Bucheiri, Yebel Buganin y Tabelcut. Más tarde, de nuevo el crucero Galicia intervino con su potente artillería en la Operación Siroco.
De la actuación de nuestra Armada en esta guerra, así destacaba un diario nacional: “a presencia de la Armada Española frente a las costas de Marruecos ha sido una seria advertencia” (El Alcázar, 14 diciembre de 1957).
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