Opinión

María recuerda en Belén el nacimiento de Jesús

Jesús mira a todos en el silencio de la sala, y continúa la historia del Hijo del Rey. “Y Dios ha enviado a la Tierra a Su Verbo y los llama a las Nupcias con urgencia. Pero no acudirán, porque son falsos amigos, falsos aliados que actúan con vileza”. En estos momentos el Maestro eleva la voz  y Sus ojos emiten fuego. Continúa con firmeza:” ¡No comprenden que deben aceptar la invitación del Rey! Ellos Me odian y por eso no quieren venir a Mis Bodas. Prefieren la unión con la sucia política, el dinero enfangado de intrigas, la conjura, el engaño y el crimen. Yo condeno todo esto en nombre de Dios. Me tomarán por loco, y este Pueblo Santo hará lo que acostumbra: matar a los Profetas. Mis discípulos serán los siervos del Rey. ¡Todo esto sucede en Israel! Pues bien, el Rey del Cielo enviará a Sus siervos a buscar por los caminos y encrucijadas a los que no son Sus amigos, ni los Grandes, sino tan sólo el sencillo pueblo que camina, para que venga a las Bodas de Su Hijo. La cosecha ya ha empezado. Vendrán. Yo los ayudo a que sean limpios y hermosos para las Fiesta de las Bodas, pero alguno no sabrá aprovechar la Grandeza de Dios, y será indigno de Su bondad, querrá entrar sin perfumes, ni vestidos limpios, y se decidirá por los vicios de Satanás. Esto sucederá porque muchos son los llamados y pocos los elegidos. Estas hienas prefieren el alimento podrido, la carroña, por eso serán castigados y arrojados fuera del Banquete. Irán a las tinieblas donde ríe Satanás, y los necios se desesperan al comprobar su condena. Ya he terminado. ¡Vamos a descansar! Os bendigo a todos los de Betania; os doy Mi paz. Bendigo a Mi amigo Lázaro y a Marta. A todos Mis discípulos. Y a los que envío por el mundo para llamar a las Bodas del Rey. Arrodillaos para que os bendiga”. Y pide a Pedro que diga la oración del Pater Noster, en pie, junto a Él. Pedro está temblando de emoción. Ora despacio, metido en un tranquilo llanto. Jesús los bendice con la majestuosa bendición de Moisés. María y Marzyam están juntos y se marchan a dormir. Jesús va conversando con Lázaro hacia la casa. Iscariote está avergonzado y mira a Jesús sin acercarse a Él. Lázaro dice:”siento que Te vayas, eres mi dulce y santo Maestro”. Jesús lo consuela. Por fin Judas se atreve a hablar: “ayer estuve cerca de la Fortaleza Antonia esperando verte”. Jesús le responde con seriedad que él sabía dónde estaban todos. “Pero los romanos Te esperaban, no sé por qué los desilusionaste”. Jesús está enfadado: “¿Es que no estás al tanto de lo que se dice en el Sanedrín, o los fariseos y el grupo del Templo?”. Judas, insolente, Le pregunta con ironía si tiene miedo. El Maestro le responde que siente asco. “En la Pascua pasada era Yo solo contra todo el mundo, nadie sabía que Yo fuera Profeta, y recordarás que no tenía miedo. Hice oír Mi voz, la Voz de Dios en un mundo de gritos. Purifiqué la Casa de Dios de todas las suciedades materiales, aunque las suciedades morales que allí anidan dependen de la libertad de cada uno. Pero Yo cumplía con Mi deber, porque “el celo de Mi Casa Me devora”. El celo de la casa del Señor Eterno, convertida en una plaza en la que se oían las voces de los usureros y ladrones. Quería sacar del adormecimiento a los que durante siglos se olvidaron de su obligación sacerdotal y han quedado en letargo espiritual. Fue el toque de llamada a Mi Pueblo para llevarlo a Dios. He regresado este año y he visto que el Templo es siempre el mismo, no sólo cueva de ladrones, sino de conjura. Luego se convertirá en la sede del Crimen, y después en un lupanar. Y por último, será destruido con una fuerza más grande que la de Sansón. Será aplastada una casta indigna de ser llamada santa. Es inútil hablar en ese lugar, en el que te recuerdo que Me lo prohibieron. ¡Pueblo perjuro, envenenado por sus jefes, que se atreve a prohibir que hable la Palabra de Dios en Su Casa! Callé por amor a unos pocos. No ha llegado la hora en que Me maten. Muchos tienen necesidad de Mí. Y Mis Apóstoles aún no están fuertes, pero ¡ay de aquellos por quienes Dios guarda silencio!”. Jesús pide a todos que no lloren. Judas está pálido como un muerto, pero es un atrevido:”Maestro, estoy confuso, sin saber qué decir. No vi a nadie en el Templo, de verdad”. Pero Jesús le insiste:” ¿No viste a Sadoc?” A Judas le molesta mucho la pregunta del Maestro, aunque responde:”es sólo un amigo”. El Rabbí no dice nada. Lázaro y los Apóstoles están muy tristes. María y el niño lloran junto a las mujeres. Jesús se despide de todos, pues se marcharán a primera hora del día siguiente, y pide a Su Madre y a las mujeres que vayan a descansar. Agradece mucho a Lázaro todas las atenciones. Da Su bendición a los que están allí y con ello, termina Su estancia en Betania. Apenas si ha nacido la aurora, cuando ya está el Señor y Su Comitiva caminando hacia Belén, pues Jesús quiere que Su Madre recuerde, como Ella tanto desea, Su Nacimiento en Belén, yendo por los lugares donde ellos transitaron, hasta encontrar la Gruta. Ya se ven colinas verdes, campos plagados de olivares y viñedos, como signo de que la primavera actúa con fuerza sobre la naturaleza viva, y en el valle está la mies tan brillante que parece de oro. Pedro pregunta al Maestro si esos caminos conducen a Belén, ya que en otras ocasiones habían ido por otras rutas. “Sí, por aquí es más corto, y visitaremos de paso la tumba de Raquel. Luego iremos a Betsur,(casa de la roca), una de las fortalezas más importantes de Judea. Fue una plaza militar estratégica, cerca del Hebrón que pertenece a la tribu de Judá”. Todos quieren ir a Belén con María. “Es la Reina de Belén, la Gruta es Ella, lo conoce todo muy bien, y queremos saber todo de Sus labios”, dice Pedro embelesado. “Sí, Pedro, es muy hermoso. Antes el mundo Lo ignoraba y no Lo odiaba como ahora”, dice María. Marzyam también va feliz al descubrimiento de parajes desconocidos. María no puede evitar recuerdos tristes, por lo que se inunda de un llanto imparable. Jesús quiere consolarla y Le da muestras de mucho amor y respeto. Todos mantienen silencio, ni siquiera Iscariote se atreve a pronunciar palabra alguna. Por fin, en la tumba de Raquel, se arrodillan y oran. María comenta que allí se paró con José, aunque entonces hacía frío de hielo y llovía mucho. Iba en un asno joven, que se cansaba al subir los montes. “La noche se acercaba, la gente caminaba deprisa para ir al mandato de empadronamiento, y Tú, Hijo Mío, dormías por última vez dentro de Mí. Era como si bajases del Cielo sobre Mí. Veía que la Divinidad estaba gozosa ante Tu Nacimiento. Sentía la presencia de Dios en toda Su inmensidad. Yo sonreía a José, que se preocupaba por todo, quería infundirle seguridad y ánimo. Creía caminar por un sendero de estrellas. Me parecía ser llevada por ángeles. Cerraba  Mis ojos y Te contemplaba mientras dormías, ¡oh Jesús!, con los puñitos cerrados, como un lirio que nace. Sentía que el Salvador del mundo irrumpía en la Tierra. Aquí descansamos para tomar pan y aceitunas, el alimento de los pobres, pero yo no tenía hambre alguna ante Tu maravillosa llegada. Nos encontramos al pastor Elías con sus ovejas. José le pidió leche para Mí, que la bebí recién ordeñada y calentita. Me reconfortó. Elías indicó a José el mejor camino para continuar. Mirad, este es el último valle antes de llegar a Belén. ¿Veis cómo se ve la Ciudad? Esta tierra de Mis padres Me es muy querida, más aún cuando vi a MI Hijito tierno como el pan reciente, que así significa Belén, Casa del pan, e iba a dar el Pan Verdadero al mundo, que muere de hambre. Es la tierra santa de David y es el primer Templo dedicado al Salvador, la Estrella que nació de Jacob, para indicar la Ruta de los Cielos al linaje humano. ¡Mirad qué bonita primavera nos regala hoy el Cielo! Aquel día la escarcha lo cubría todo pareciendo una capa de diamantes. José echó su manto sobre el Mío hecho de lana, para que no sintiera frío. Todo estaba preparado para Tu llegada. Los fariseos, saduceos, herodianos, escribas y essenios, se habían alojado en las casas de los betlemitas. Su duro corazón  de hoy viene de aquel entonces, cuando se quedaron encerrados en aquella noche de tinieblas y rechazaron a Dios, que venía al cumplimiento de las Promesas. Venid Conmigo donde la naturaleza misma sintió la llegada del Mesías. Allí estaba la torre de David. Bendito sea este río y estos árboles que nos dieron ramas para encender el fuego”. María baja ligera hacia la Gruta, se arrodilla y ora recordando el pasado. Marzyam de Su mano, bebiendo de Sus recuerdos. “Aquella tarde estaba cansada y sentía frío, pero el buey que allí reposaba nos calentó. José era un ángel, extendió el heno para que Yo Me echase a descansar, encendiendo una hoguera; y unidos como hermanos en aquella humilde oscuridad, tomamos un trozo de pan y queso. Trajo más leña para mantener vivo el fuego, Me echó su manto sobre Mi espalda y se puso a orar en un rincón, dando gracias  al Altísimo por el cobijo encontrado. Mientras, Dios descendía de los Cielos para custodiar este Misterio. ¡Cuánto bien nos hizo Mi querido esposo, Jesús Mío! En Mi única Maternidad Yo ignoraba cómo podría acontecer, cuando vi salir de Mi carne mortal al Hijo de Dios, José estaba sumido en un profundo sueño, cansado de días de fatiga. Yo Me encontraba en un éxtasis delicioso. Un océano de luz Me elevaba hasta encontrarme en el seno de Dios. Sólo recuerdo la alegría, la paz y el amor que Me embargaban. Y José fue Mi único consuelo, pues no tenía más que a él. De pronto, oí la voz de José:” ¿Duermes, María?”Eras Tú el que nacías y Yo Me anonadaba en Tí. Y sin poder explicar el milagro de Dios, Te estrechaba sobre Mi corazón. Te adoré de rodillas, Hijo Mío, pues ya no tenía las barreras de la carne. Luego Me levanté, y contigo en brazos, Te ofrecí al Padre. Después hice que José Te tomase en sus brazos, que no se atrevía por el inmenso respeto que Le causabas. Te envolví en pañales y Te colocamos sobre el heno caliente. Otra vez de rodillas, Te adoramos entre lágrimas”. María está feliz recordando aquellos instantes. Se acerca a Su Hijo que está sentado en una peña, Le besa los cabellos y Lo acaricia. “Luego vinieron los pastores a adorarte, avisados desde el Cielo de Tu Nacimiento. Y veía a los ángeles adorándote. Entraron tímidos estos hombres sencillos, y Te amaron desde el primer instante. ¡Bendito sea Dios por Tu Divino Nacimiento!”. Todos están en riguroso silencio. María está arrodillada junto a Jesús. Aquel lugar de piedras secas y telarañas en el techo, se ha convertido para los allí presentes en un lugar sagrado. “Y este fue el Nacimiento más sencillo y más grandioso producido en la Tierra”. Quieren saber sobre otros aspectos, por lo que algunos preguntan qué pasó al día siguiente. “Al día siguiente amamantaba a Mi Niño envuelto en pañales. Tomaba agua del río y la calentaba fuera con el fuego encendido, para que la Cueva no se llenase de humo. Lavaba los pañales en una vieja jofaina y luego extendía en la hierba los pañales secándolos al sol. Él Me miraba con Sus ojitos azules y Me hacía muy feliz. Yo Le cantaba canciones aprendidas en el Templo y Él se adormecía en Mis brazos. Mi niño se ponía más hermoso cada día. Un soleado amanecer salí de la Cueva y lo amamanté al sol, porque quería contemplar al Verbo Encarnado. Reconocí que era la sierva de Dios y Me convertí en Mujer adoradora por excelencia. Fuimos a vivir a casa de Ana. Estabas en Tu cunita que la hizo José. Y en aquella casa dijiste Tus primeras palabras y diste Tus primeros pasos… Ahora sé que cuando regrese a Dios tendré plenitud completa”. María de Alfeo, Su cuñada, Le pregunta por qué no esperaron a que naciese en Nazaret para ir a empadronarse. María le explica que cuando José llegó con la noticia, “Mi Hijo y Yo saltamos de alegría. Todo iba a ocurrir como anunciaron los Profetas”, ( y recuerda a Miqueas 5,2:”En cuanto a ti, Belén de Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser Gobernador de Israel; sus orígenes son antiguos, desde tiempos remotos. Por eso el momento en que la parturienta dé a luz… Y pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del nombre de Yahvé, su Dios”). José confirmaba lo que antes había dudado. Sucedió como estaba escrito. Y no tenía ningún miedo, Me apoyaba Dios. Nadie Me lo había anunciado, pero Yo sabía que para la fiesta de las Luces habría nacido la Luz del mundo. José no quiso esperar, y ambos de acuerdo, pensamos en poner un velo al Misterio de Tu Nacimiento. La Sabiduría Divina nos guió. Este Nacimiento debía ser desconocido para que a Satanás le pasase desapercibido. Sabéis que Belén siente rechazo del Mesías. La envidia diabólica dio lugar al odio y al derramamiento de sangre.” María ve que Pedro está casi sin respiración, y le pregunta:” Estás contento, Simón de Jonás, al saberlo todo?” Él parece estar fuera del mundo, absorto ante tanta grandeza. “Sí, María, ya no eres sólo la Madre de mi Maestro. Te he visto sobre las cimas del Cielo. Una Reina”. Emocionado, se arroja a tierra, como esclavo del Señor, y besa los pies de María. Jesús pide que se levante y se acerque junto a Él. “¿Ves, Simón? Ahora comprenderás mejor. Un día en el Cielo dijo la Divina Trinidad:”ahora es tiempo que el Verbo vaya a la Tierra”. Y así fue. Vino del Cielo a trabajar en la Tierra. En las Alturas, el Padre y el Espíritu Santo contemplaban las obras del Verbo, muy unidos, para ayudar a la Palabra que trabaja en la Tierra. Un día el Cielo mandará la orden:”ya es hora que regreses, porque todo está cumplido”. Entonces el Verbo regresará al Cielo y quedarán en la Tierra Pedro y Mi Madre, para cumplir con el deseo del Verbo, que es la Redención del mundo por medio de la enseñanza de Mi Iglesia. Desde el Cielo mandarán todo Su amor. Tú, Pedro, tratarás a Mi Madre como una Reina, pero no actuarás como esclavo”: Pedro está emocionado por tanto poder como le da su Maestro. “ ¡ Madre de mi Señor!, No me abandones jamás”. María le dice que siempre estará con él, de la mano, como cuando llevaba a Su Niñito de pequeño, para protegerlo. “Y desde luego, Mis plegarias te confortarán siempre. No dudes nunca de Dios”.- “ Ahora nos sentaremos a comer y descansar cerca del río. Mañana estaremos en Betsur”, dice Jesús. María está aún con la mirada ausente, y cuando el Señor Le entrega alimentos bendecidos, dice muy bajito:”A la sombra de él Me senté y su comida fue dulce a Mi paladar”. Judas Tadeo completa los versos que faltan del Cantar de los Cantares, y Jesús se alegra ante tanta Sabiduría Divina. “Ella es la Nueva Eva, que fue concebida por el Pensamiento de Dios a los pies del manzano, en el Paraíso. Ella sería el fruto redentor”. María pide a todos que se acerquen para que se alimenten con la “miel” que Dios les da. Bartolomé dice con gran respeto a Jesús que le explique si cuando en el Cantar se habla de Ella, se refiere María. “Desde el Génesis se habla de María, de Mi Madre se hablará en los Libros futuros, hasta que el hombre consiga la Eterna Ciudad de Dios”. Zelote habla admirado de la sabiduría de la Madre, y de Su poesía, pero Iscariote vuelve otra vez a sus impertinentes observaciones. “No entiendo la Encarnación. Dios puede derrotar a Satanás por Sí mismo, con ello el Verbo no tendría que haberse sujetado a las miserias humanas. E incluso podía haber bajado del Cielo en edad adulta, y haber tenido una Madre adoptiva, como tuvo un padre adoptivo”. Quiere que Tomás se lo pregunte al Maestro. Pero los demás responden que están conformes con lo que Él explica. Jesús está cerca de ellos, se aproxima y les explica:”Es justo que hubiese Encarnación Real, aunque en el futuro muchos Me atacarán con errores como el que enuncia Judas. Pero Yo tengo un cuerpo real y María es la Madre del Verbo Encarnado. En Mi Nacimiento Ella vivió un éxtasis, porque es la Nueva Eva, sin culpa y sin castigo”… El Señor se para un instante para que todos puedan comprender tan profundo conocimiento.
BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, “Poema del Hombre Dios”, tomo IV. Gén.35, 16-20; Ex.24,17; Mq.5,2; Mt.1,18-25;1 Mac. 4,36-61; 2 Mac.10,1-8; Ju. 10,22; Cant. 2,3-5; 5,8;8,5; Gén. 3,8- 15.

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