Categorías: Colaboraciones

María Manuela Dolón

María Manuela Dolón, la veterana y prestigiosa escritora de relatos, publicó, hace ya más de dos años, un nuevo libro. El último hasta la fecha de hoy. Lo integran trece relatos, uno de los cuales –precisamente el penúltimo- da título a la obra: “Comprar una noche”. Se trata de un impresionante relato, conmovedor hasta el último instante y de tema bastante novedoso dentro de la obra de la autora, -el tonto del pueblo enamorado de la mujer más ligera de cascos de toda la aldea-, que María Manuela Dolón ha sabido desarrollar con habilidad y una creciente dosis de dramatismo que culmina en un final imprevisto.

Viene acompañado de otros doce relatos que, junto con el ya mencionado, integran la obra.
Aunque los temas que la autora toca en este libro son muy distintos, hay algunas notas comunes que los envuelven y caracterizan a todos ellos: el marcado humanismo y la palpitante sensación de vida que, desde el primer relato hasta el último, atrapa al lector. María Manuela Dolón, a través de sus trece narraciones -ella prefiere llamarlos cuentos-, nos presenta a unos seres que son como nosotros mismos, con todas nuestras virtudes y defectos -más defectos que virtudes- y, adentrarnos en sus páginas, es, en cierta manera, como bucear en nuestras propias existencias. Quizás por eso, por el enorme poder evocador que tienen, una vez superadas las primeras líneas, se hace imposible abandonar el libro. Pero, junto a esta característica, que también se halla presente en los anteriores libros de la autora, hay en este libro algunas novedades que me parece importante señalar.
La primera que me ha llamado la atención concierne al método narrativo: frente a la narración en tercera persona –lo que se ha dado en llamar “autor omnisciente”- o en primera persona, en la que el narrador cuenta sus propias vivencias, aventuras o desventuras, María Manuela en muchos de estos relatos, ha optado por una tercera vía que ya apuntaba en el libro anterior: el soliloquio interior o el diálogo con una persona ausente o acaso inexistente que, al no tener el esperado “respondedor”, también deriva en soliloquio. Esto, unido al dramatismo de muchos de estos relatos, hace que algunos de ellos se conviertan en pequeñas piezas de teatro –teatro de uno o dos actores-, en los que, más que la narración o descripción de paisajes, lo que aquí más importa, es la penetración psicológica en el alma de los personajes. Es éste un punto en el que la autora, con muchas tablas en el arte de escribir historias, ha llegado a un grado máximo de perfección, casi imposible de superar.
Otra novedad que advierto respecto a libros anteriores, es lo que yo llamaría final múltiple o difuso: el cuento termina y es el lector el que debe imaginar el final que más le guste. Así ocurre, por ejemplo, con el cuento titulado “El Secreto” o “La boda”. De esta manera el lector, al verse obligado a imaginar un final, de sujeto paciente que se limita a leer el relato, pasa a sujeto activo y en cierta manera, aunque sólo sea de una manera muy superficial y efímera, se hace cómplice y participa en la creación de la obra.
La última novedad que he anotado me ofrece ciertas dudas y, en definitiva, no sé muy bien si es una novedad o es el último escalón de una tendencia que ya apuntaba en libros anteriores de la autora: el sentimiento trágico y dolorido de la vida. Algo que, como he dicho antes, ya era posible percibir, aunque mucho más atenuado, en libros anteriores y ahora empapa todas las páginas de esta nueva colección de relatos. Los personajes que desfilan por las páginas de este último libro de María Manuela son seres que sufren, odian, traicionan, -a veces incluso asesinan o son asesinados- y jamás, salvo en los días azules de la infancia, conocen la felicidad. De esta manera junto a los seres vencidos y oprimidos hay otros vencedores y opresores, sin que la felicidad llegue a unos ni a otros. Se diría que María Manuela Dolón hace suya la teoría de Hobbes -el hombre lobo de sí mismo- y que detrás de cada puerta ve un drama consumado o en ciernes.
Junto a los hallazgos me ha parecido importante anotar los “no hallazgos” o ausencias significativas que más me han llamado la atención. La primera de todas es la geográfica. Los cuentos de María Manuela, al menos en este libro, siempre suceden en un lugar imposible de localizar. Jamás aparece un nombre de ciudad, pueblo o aldea que nos permita dar con el punto donde sucede la acción que ella nos cuenta. Lo único que sí sabemos es que casi todos los cuentos tienen un escenario rural, que lo mismo puede ser un pueblo, una aldea, o una hacienda perdida entre montes y dehesas. En el mejor de los casos, sólo nos da pequeños atisbos, conjeturas, sin indicar nunca época concreta ni lugar. Esta ausencia geográfica, si la relacionamos con el dolorido sentimiento de la vida ya evocado, podría darnos una de las claves de la literatura de María Manuela Dolón: la humanidad es infeliz en todos los puntos del planeta y esa infelicidad nos llega a todos en mayor o menor grado. Por eso sus relatos no indican lugar, porque pueden suceder en cualquier rincón del planeta Tierra.
Otra ausencia muy significativa en estos cuentos es la omisión de toda referencia a la historia de España. Ni siquiera cuando los viejos –en casi todos los cuentos de María Manuela encontramos alguna persona de la última edad-, rememoran tiempos pasados, aparece la menor alusión a la guerra civil, a la dictadura, al exilio de los que se fueron huyendo del “paraíso” franquista o a la llamada transición democrática. Esta ausencia de historia coloca a los personajes de María Manuela, atados al terruño y a su íntimo drama familiar, sin la menor vinculación a una patria superior y extensa ni a un pasado nacional y colectivo. Esto es algo totalmente nuevo, que contrasta enormemente con su libro anterior, el titulado “La venganza en la casa amarilla”, en el que la autora, de los diecinueve relatos que integran esta obra, había dedicado al tema de nuestra desdichada guerra civil nada menos que tres. La última ausencia que me parece oportuno señalar concierne al erotismo: el lector no va a encontrar en este libro –tampoco en los libros anteriores de la autora- ninguna escena erótica. Lo mismo ocurre con los tacos o palabras malsonantes. Se trata de una constante en toda la obra de María Manuela, que la separa tajantemente de otras escritoras que, en cuanto llegaron con la democracia los primeros aires de libertad, se alzaron las faldas para mostrarnos todas sus intimidades. María Manuela, sin que podamos tildarla de puritana ni ñoña, siempre ha mantenido su pluma en un pudoroso recato.
Cabe preguntarse: ¿Es denunciadora esta obra de María Manuela Dolón? Mi respuesta es decididamente afirmativa: sí, y mucho. Esta denuncia, que abarca muchas y muy diversas injusticias y abusos de poder, alcanza su máximo énfasis cuando en alguno de los relatos aparece cierto tipo de individuo que, por desgracia, se repite muchísimo en la sociedad española: el parásito. Esa especie de zángano –o zángana- de la colmena humana que, sin dar golpe, se las arregla para vivir a costa del trabajo y el esfuerzo de los demás.
Frente a la figura del parásito, como contrapunto a tan mezquino personaje, hay en todo el libro de María Manuela, una elogiosa exaltación del trabajo, del ahorro y del hombre o la mujer que, gracias a sus esfuerzos, logra salir de la pobreza y hacerse rico. También subyace en este libro un íntimo y recoleto amor por el hogar, el terruño y los vínculos familiares. No deja de ser significativo que todos personajes que, aburridos del ambiente rural en el que transcurre su monótona existencia, deciden emigrar lejos, al cabo del tiempo vuelven derrotados al terruño.
En muchos de estos relatos la autora hace gala de lo que los franceses llaman “un coup de théatre”. Quizás el más llamativo de todos sea el primero del libro: la señora honorable, -en ese momento de cuerpo presente-, que de pronto, gracias a una carta devuelta por la destinataria, se convierte en todo lo contrario de lo que hasta entonces creíamos y deja al lector anonadado.
         No puedo terminar este comentario sin hablar del estilo. Es la magia del estilo la que hace que nos bebamos un libro o se nos caiga de las manos. ¿Cómo es el estilo de María Manuela Dolón? Claro, asequible, siempre limpio de estridencias, y, la mayoría de las veces, deliciosamente intimista. Esto en modo alguno significa monotonía en el tratamiento de los temas que abarca la obra. La escritora, unas veces utiliza la narración en primera persona; otras, opta por el sistema de autor omnisciente, sin que tampoco falte, como ya he comentado antes, el soliloquio o monólogo interior. Los diálogos, que aquí y allá interrumpen la narración, a la vez escuetos y realistas, son otro de los atractivos del libro.   

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