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María Gerrú: la costurera de Cruz Blanca

Cruz Blanca guarda un tesoro de 93 años de antigüedad. Se llama María Gerrú y tiene una vitalidad que engancha. En el centro se la conoce por su solidaridad y humanidad. Es ceutí de toda la vida, de la que era la calle General Yagüe. Lleva más de cinco años como residente en Cruz Blanca.

Gerrú se dedicó a coser durante 30 años. Tiene el título de profesora de corte y confección desde los 14. Y, aunque abandonó su profesión cuando su marido se jubiló para conocer mundo, ha vuelto a sacar la aguja de forma voluntaria para coser las etiquetas a la ropa de sus compañeros que no tienen familia o ayuda para hacerlo de cara a la posible pérdida de prendas en lavandería.

También cose bufandas y las regala a los usuarios del centro; si alguien necesita un arreglito en alguna prenda, ahí está María Gerrú para solucionar el problema. “El otro día vino un compañero al que se le había roto la cremallera y se la arreglé gustosamente”, asegura.

"Dios me ha dado la suerte de poder vivir todavía unos años haciendo cosas"

A María le encanta leer novelas históricas que esconden memorias de amor romántico como ‘La Cocinera de Castamar’ o ‘Tiempo entre costuras’.

Además, está algo “enganchada” a la tablet, en la que hace sopa de letras, acertijos, colorea flores y ahora quiere pedir poder ver la novela ahí también. Ya que la edad pasa factura y si la tele le pilla un poquito lejos, no alcanza a escuchar bien el sonido, y ella no se quiere perderse absolutamente nada. También le encanta colorear y recortar. En general, hacer manualidades a sus 93 años.

Gerrú adora ponerse frente a una cámara, ya sea para el periódico o para hacerse fotografías. “Me gusta salir en la tele y en el periódico. Cuando veo una cámara no me importa hablar y verme luego”. Nos queda claro que María se apunta a un bombardeo.

“Yo me siento bien porque como hay tantas criaturas alrededor mío que no pueden hacer nada, que están con los brazos cruzados, yo me digo a mí misma: dios me ha dado la suerte de poder vivir todavía unos años haciendo cosas. Y yo le pido que me lo dé todos los años que sean posibles. Aunque no pueda andar, aquello que puedo mover lo aprovecho bastante”.

Gerrú tiene 3 hijos, 6 nietos y 3 biznietos. Su marido era policía nacional y cuenta que siempre se preocupaba mucho por sus hijos, y que por lo único que discutía con uno de ellos era por el Barça y el Madrid, pues eran de equipos opuestos, todo un clásico.

Recuerdos de infancia

Respecto a su infancia, cuenta que la recuerda criando niños pequeños. Pues es la segunda de seis hermanos. En esa época (1936-1937 aproximadamente) los niños no colaboraban en la crianza, era ella la que ayudaba a su madre a cuidar de sus hermanos.

“Yo me sentaba con un bebé de seis meses en la falda a mirar a otras niñas jugar a la ‘rueda’, ‘tula’, ‘piso’... hasta que llegaba mi padre y me decía: “Trae el niño y vete a jugar”, pero claro, tras quince minutos me tocaba volver a ducharlos, cenar y acostarlos”.

En cuanto a su adolescencia, explica que su sueño era estudiar lo que hoy sería bachillerato y ser maestra de infantil, pues ya contaba con experiencia previa con la crianza de sus hermanos. De nuevo la cultura del varón le frustró sus intenciones, pues su madre le dijo que no había dinero para ambos y que sería su hermano, el hombre, el que asistiría a cursar el bachiller.

Su madre le aconsejó que ella se dedicara a coser y cuidar la casa, que era más “de mujeres”, algo que aceptó sin poner oposición pues en esa época “lo asumías”, explica.

María es un puñado de energía y de alegría.

Todas las tardes que puede sale a tomar té moruno con sus hijas y se lleva muy bien con todos los residentes de Cruz Blanca. Está viviendo el cariño de sus hijos y nietos y se compadece de aquellos que no corren con su suerte.

Según Gerrú, el secreto para vivir tanto años es viajar mucho, llevar una vida sana y pasárselo muy bien.

Un amor a la antigua, con cartas y confianza

La historia de amor con su marido es digna de contar. María explica en secreto que cuando terminaba de escribir una carta, se pintaba los labios y daba un beso al papel. Algo que hacía a escondidas de su madre y de lo que no podía enterarse. Sigamos manteniendo el secreto. Se hicieron novios cuando María tenía 15 años y hasta los 23 no se casaron.

Ocho años escribiéndose cartas, pues su marido estaba destinado en Tetuán. ”Aprovechaba cada día libre para venir a verme. Se venía el pobre mío en cualquier camión que venía para Ceuta”, relata Gerrú. María disfrutó y viajó mucho junto a su marido una vez él se jubiló. Pasó los últimos años cuidándole porque sufría Alzheimer.

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