Su gran seña de identidad es la innovación en la enseñanza, basada en una metodología donde los proyectos son la base fundamental
El traslado del antiguo Anejas del Instituto al colegio Juan Morejón fue el origen del CEIP
Mare Nostrum. Comenzó como un pequeño centro con una única línea de estudio. Treinta años después, y tras una importante ampliación, dispone de dos líneas de Infantil y tres de Primaria.
Es un colegio innovador que apuesta por la formación de un profesorado muy implicado en una enseñanza y metodología innovadora, que se basa en la educación por proyectos. “Tenemos una plantilla muy buena y siempre hemos sido muy críticos con la educación. Nos dimos cuenta que estaba cambiando y había que dar un giro a la metodología”, apostilla la directora del centro, Ana Beltrán. Fue entonces cuando se apostó por la eliminación de los libros en Infantil, la inclusión del bilingüismo o la utilización de proyectos en Educación Religiosa, Matemáticas, Sociales o Naturales. “Aprendemos de una forma lúdica, manipulativa y creativa, donde el alumno se equivoca y aprende del error, porque el error es un paso hacia el avance. Se trata de interiorizar esos aprendizajes para que sean creativos y, sobre todo, se investigue y aprenda de los sentimientos y las realidades”.
Su apuesta por la Educación Infantil es su otra gran seña de identidad. “Hay que romper ese hándicap de que el niño puede faltar a clase porque es pequeño. Ese es un gran error porque en Infantil se crea todo el aprendizaje del alumno. Si trabajamos con fuerza hasta los 7 años, que es cuando se crean todas las estructuras mentales, el alumno va a tener una base mejor para su aprendizaje. Si a eso añadimos una forma de enseñanza intuitiva, creativa y con una filosofía de vida, eso hace entender más cosas al alumno, que con la memoria no podría”.
Mare Nostrum tiene actualmente 669 alumnos, aunque sus aulas han llegado a albergar más de 800.
La asignatura de Enseñanza Religiosa, tanto cristiana como islámica, se imparte conjuntamente
Uno de los ejemplos más evidentes del trabajo por proyectos se aprecia en la asignatura de Religión. En el aula se aúna la enseñanza conjunta a niños de confesión musulmana y católica a partir de Infantil de 3 años. Cada trimestre hacemos un proyecto significativo para los alumnos: en el primero hablamos de la Creación, el segundo fue la Paz y el tercero abordará las Fiestas que hay en Ceuta y que tienen ambas religiones”, explica la profesora de Religión Católica, Ana Márquez.
Este año han dado un paso más y han extrapolado el proyecto a 6º. Aunque temían la respuesta de los alumnos, el resultado puede catalogarse de todo un éxito. “En esa preadolescencia utilizamos valores, lecturas, emociones y la forma de resolver los conflictos que llegan relacionados con la edad. También hay algunos prejuicios y se trata de abrir un poco la Caja de Pandora e intentar que los resuelvan por sí mismos y, sobre todo, que reflexionen. Se han acostumbrado también a exponer sus ideas y a tratar puntos en común por grupos”, apostilla la profesora de Religión Islámica, Nabila Abdelkader.
Hacer interactuar al alumnos en ciertas actividades facilita asimilar la información de una manera más sencilla y divertida. Así lo pensó la junta directiva del centro escolar cuando puso en marcha la actividad de José de Zorrilla, dirigida a alumnos de entre 4º y 6º de Primaria. “Nació a partir del Día de la Mochila cuando nos dimos cuenta de que se celebraban muchas cosas de Halloween y se había perdido un poco la esencia de Don Juan Tenorio, el 30 de octubre. Quisimos preparar una obra de teatro y durante todo el trimestre vino una persona vestida de Zorrilla que les iba dando pistas sobre quién era. Los niños tenían que averiguar de qué personaje se trataba”, apunta Beltrán. La actividad culminará con una obra de teatro, una adaptación de cuatro actos de la obra del ‘Tenorio’.
El proyecto de la asignatura de Francés sigue en la línea metodológica del colegio. Los alumnos deben unir la imagen de una profesión con su nombre en el idioma que están aprendiendo. La actividad culmina con la colocación de cada letrero en una bola en el árbol de Navidad, siempre y cuando el alumno pronuncie la palabra a la perfección.