La vida y obra del que fuera Capitán General del Ejército, don Manuel Gutiérrez Mellado, creo que son dignas de ser conocidas por los españoles de las últimas generaciones, dados los excelentes servicios que prestó al Ejército, a España y a la libertad, por los que la historiografía lo tiene reconocido como “héroe de la democracia”.
Nació Gutiérrez Mellado en Madrid el 30-04-1912. A los cuatro años, falleció su padre y a los ocho su madre. A él y su hermano los acogió su abuela materna bajo su regazo, con la protección de su tío materno, el editor Saturnino Calleja, que sufragó sus estudios de Bachillerato internado en el Real Colegio de las Escuelas Pías de San Antón, donde demostró por primera vez su temple y alto sentido de la responsabilidad correspondiendo al cariño y solidaridad de su nueva familia tutora con un brillantísimo expediente escolar conservado en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.
Ello da idea de su madurez prematura; cuando lo más natural hubiera sido que a tan tierna edad se sintiera hondamente impactado y entristecido por la desgracia de haber perdido a sus padres cuando más los necesitaba. Pero su familia de acogida debió inculcarle buenos principios, junto al aplomo y templanza que un niño necesita ante la pérdida tan irreparable, para que luego pudiera crecerse ante tan triste adversidad con la entereza y firme determinación con que lo hizo, demostrando ser un niño muy consciente y centrado.
Al finalizar el Bachiller, su tío Saturnino le indujo a preparar su ingreso en la Academia General Militar de Zaragoza, haciéndolo desde una modesta pensión madrileña. A los 17 años consiguió ingresar, graduándose de teniente de Artillería con el número uno de su promoción. El 18-07-1936 se sublevó en Madrid. Fue encarcelado, pero logró fugarse para luego regresar clandestinamente y desarrollar la peligrosa misión de espionaje en dicha capital. Terminada la guerra civil, fue destinado al Servicio de Información Militar, 2ª Sección, como comandante responsable de los servicios de contraespionaje creados en 1941 por el entonces Jefe de Estado, general Franco. También se afilio a Falange Española y fue voluntario a la División Azul. Es decir, su afección al franquismo no pudo ser más intensa ni estar más clara, de la que él mismo se enorgullecía. El mismo Franco era director de la Academia General cuando él ingresó. y de su viva voz escuchó el discurso que éste pronunció sobre “disciplina” al cierre de la Academia.
Pero este buen hombre debió darse cuenta de que España no podía seguir aislada de Europa de cara a su ingreso; ni las dos Españas del poema de Antonio Machado podían continuar enfrentadas; ni los españoles luchando unos contra otros, muchas veces, hijos contra padres o hermanos. Muchos, sin ni siquiera tener ideologías tuvieron que luchar a la fuerza en uno u otro bando, según donde residieran cuando el alzamiento. Y pensaría que era hora ya de vivir en democracia y libertad como el resto de europeos; habiendo evolucionado hacia ideales más democráticos y posiciones más flexibles, terminando por hacerse firmemente partidario de introducir profundas reformas aperturistas en aquel Ejército salido de aquella fatídica contienda.
Cuando el teniente general Manuel Díez-Alegría (liberal), fue nombrado jefe del Alto Estado Mayor, lo llamó a su lado para que fuera su mano derecha. Gutiérrez Mellado era ya general desde 1970. De él debió recibir gran influencia. A poco de fallecer el antiguo Jefe de Estado, Gutiérrez Mellado fue designado Comandante General y Delegado del Gobierno en Ceuta, donde ya se significó como claro exponente de militar aperturista con ideas profundamente renovadoras del Ejército, que él mismo plasmó después en su Informe general 1/1976, que luego serviría de base para crear el Ministerio de Defensa, suprimiendo los de Ejército, Aviación y Marina.
En un discurso pronunciado durante el homenaje que se le rindió en Ceuta, calificó al pueblo español como «masa sana que no desea la lucha propugnada por aquellos que, por su pasión política degenerada, por ambiciones personales y egoístas, por revanchismo o defensa de intereses bastardos, no son capaces de supeditar el interés propio al interés nacional». Uno de sus primeros actos en Ceuta fue entrevistarse a finales de 1975 en la prisión militar del Monte Hacho con el comandante de Ingenieros, Julio Busquet Bragular, que estuvo seis meses allí arrestado tras haberse creado la Unión Militar Democrática, que se proponía promover en España un cambio de régimen político a la “portuguesa”, como aquellos oficiales lusitanos de la “Revolución de los claveles” que derribaron la dictadura de Salazar.
En aquella entrevista, Busquet sugirió a Gutiérrez Mellado que fuera él, junto con los generales más aperturistas, quienes pilotaran un cambio político pacífico en España; propuesta que Gutiérrez Mellado rehusó, aconsejándole que enviara una instancia al Ministro de Defensa pidiendo perdón y mostrara su arrepentimiento, que Busquet también declinó. El segundo encuentro lo mantuvieron a petición del comandante en el despacho del general en Ceuta, donde escuchó a Busquet sobre los motivos y razones que le llevaron a crear la UMD.
En otro discurso de su toma de posesión como Capitán General de la VII Región Militar de Valladolid, dijo: «No olvidemos nunca que el Ejército, por muy sagradas que sean sus misiones, está no para mandar, sino para servir; y este servicio, siempre a las órdenes del Gobierno de la nación, es exclusivo para España y nuestro Rey». Y cuando en 1976 fue nombrado jefe del Estado Mayor Central y vicepresidente 1º del Gobierno para asuntos de la Defensa, siempre remarcó su compromiso con el Estado de Derecho y su programa civilista para el Ejército.
Era la primera vez que en aquella España autoritaria, en las azarosas e inciertas vísperas de la transición a la democracia, un teniente general se comprometía abiertamente con el Estado de Derecho y exigía públicamente a sus subordinados una plena e incondicional subordinación al poder civil. Y creo que el verdadero mérito de Gutiérrez Mellado fue poner los cimientos que hicieron posible la espectacular transformación de las FFAA en los últimos 25 años del siglo XX. Gracias a ello, hoy constituyen una de las instituciones más valorada y querida por los españoles, según sondeos del CIS. Antes, en 200 años, los militares habían dado 25 golpes de estado.
Al ser nombrado Adolfo Suárez Presidente del Gobierno, le ofreció la cartera de Gobernación, que Gutiérrez Mellado rehusó porque, decía, “no se sentirse capacitado para ello”. Pero, ante la insistencia de Suárez, que, al igual que él, políticamente tanta afección había tenido hacia el régimen de Franco, dos meses más tarde, entraría en el gobierno como vicepresidente 1º. Fíjense la incongruencia que tanto llama la atención que, habiendo sido ambos tan firmes partidarios del franquismo, luego fueran ellos los designados para desmontarlo desde dentro del mismo régimen franquista, erigiéndose ahora los dos en firmes defensores de otro régimen nuevo más aperturista y democrático, con unas FFAA más proclives a los tiempos que España vivía, de cara a implantar en ella la democracia y la libertad. Creo que ambos prestaron el mejor servicio a los españoles, evitando con ello arrastrarlos hacia el nuevo enfrentamiento, como durante la transición tanto se temía. Pero cuando Gutiérrez Mellado adquirió mayor fama y prestigio fue durante el golpe del “23-F”, de tan funesta memoria, porque, sin ser político, por mi formación jurídica sé que el Parlamento es el mayor templo de la libertad, que nunca debe ser asaltado, y menos empuñando las armas contra personalidades civiles, cuyas únicas fuerzas eran los votos y la palabra. Recuerdo que estaba yo subido en una escalera instalando una bombilla en la terraza del nuevo piso recién adquirido, desde la que también seguía la televisión en el salón viendo las votaciones para la formación del nuevo Gobierno. Cuando el teniente coronel Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados pistola en mano derecha y con el brazo izquierdo en alto, subido en la tribuna de oradores, vociferó aquel grito estridente, de: “¡Quieto todo el mundo. Que no se mueva nadie. Al suelo, al suelo!”; con 300 asaltantes a sus órdenes, 180 que entraron dentro y los restantes se quedaron vigilando fuera.
Tras tan estrepitoso grito, los Diputados se tiraron al suelo escondiéndose bajo los asientos; excepto tres, que aguantaron estoicamente de pie con gran valor y dignidad: El Presidente Adolfo Suárez; el del Congreso, Landelino Lavilla y el general Gutiérrez Mellado, que dejaron a salvo la dignidad de la nueva democracia, de la libertad, de España y, el general, también del Ejército al que allí representaba. Todo el país pudo contemplar atónito por televisión a un Gutiérrez Mellado de figura frágil y enjuta, casi anciano con 70 años, pero valiente como pocos. Se levantó intrépido intentando arrebatar a Tejero la pistola con la que lo encañonaba, reprendiéndole enérgicamente, ordenándole que todos entregaran las armas y abandonaran el Congreso, sin que el mismo Suárez consiguiera hacerle retroceder hasta su escaño, dado el peligroso riesgo que corría.
Los golpistas se abalanzaron sobre él de forma prepotente, zarandeándolo, zancadilleándolo y empujándolo de malas maneras para derribarlo, dando así una imagen bochornosa de la “chapuza” que estaban haciendo. Por el contrario, él resistió numantinamente los reiterados embates con los que pretendieron tumbarlo por la fuerza, pero sin ser capaces de conseguirlo, pese a ser los fornidos asaltantes entre 30 y 40 años más jóvenes; dando el general la mejor imagen de fortaleza y robustez personal en defensa del Ejército y de la democracia. El periodista Vicent escribió al día siguiente: “Gracias, general, por no haber sido tumbado”. Al verse los asaltantes incapaces de derribarlo, buscaron compensar su manifiesta endeblez física disparando las armas hacia la cúpula interior del hemiciclo para evitar que grupos de Diputados se envalentonaran, emulando a Gutiérrez Mellado. Aquel día nació en España todo un mito, una leyenda, el “héroe de la democracia”.
Creo que su mayor mérito estuvo en poner los cimientos que hicieron posible la espectacular transformación de las FFAA, despolitizándolas, haciendo un Ejército neutral y profesionalizado con alta cualificación. Por él, los miembros de las FFAA pueden sentirse hoy orgullosos de su apartidismo e independencia, constituyendo una institución de las más queridas y mejor valoradas por los españoles. Su artífice fue el general Gutiérrez Mellado, el hombre idóneo para el momento preciso de aquella modélica transición pacífica española que fue copiada en todo el mundo, pese a ser ahora tan denostada por los nietos de quienes entonces se jugaron la vida para legarnos 45 años de paz, que ellos no tuvieron.
Al retirarse por edad, se dedicó a obras filantrópicas, pese a estar enfermo por sufrir un tumor maligno. En 1976 creó la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, a la que se entregó en cuerpo y alma, para que la sociedad ayudara a los jóvenes a sacarles de su adicción en los duros años que tantos estragos ocasionó la heroína. También creó el ISFAS, resolviendo el problema de Seguridad Social de las FFAA. Y otra obra buena suya fue la creación del Instituto Universitario de su nombre para llevar la cultura universitaria a las FFAA a través de la UNED. Como profesor-tutor de tres asignaturas de Derecho que durante seis años impartí en dicha Universidad, me consta que consiguió entusiasmar con los estudios universitarios a miles de militares.
Con 83 años, cuando el 15-12-1995 se dirigía a Barcelona a pronunciar una conferencia en la Universidad Ramon Llull, el hielo hizo derrapar su vehículo y murió en el kilómetro 115 de la N-II, cerca de Torremocha del Campo (Guadalajara). Sus restos fueron trasladados al Cuartel General del Ejército, desfilando ante ellos el rey y toda la clase política, rindiéndosele honores fúnebres de Capitán General. Fue enterrado en Villaviciosa de Odón (Madrid), localidad en la que pasó largas temporadas desde niño y de la que era hijo adoptivo. Allí reposa, junto a su esposa, doña Carmen Blasco, casados en 1938 y con cinco hijos. Vayan mi recuerdo y agradecimiento personal, por tan excelentes servicios prestados a España, al Ejército y la democracia.