Cultura y Tradiciones

Entrevista a Manu Sánchez | “La Jefatura del Estado confiada al esperma más rápido es, cuanto menos, arriesgada”

Manu Sánchez interviene en la radio, se sube a los escenarios los fines de semana y, mientras tanto, escribe, produce y distribuye teatro con su compañía 16 escalones. El sevillano es lo que podría definirse como un actor 360 grados. Imparable, activo y comprometido social y políticamente como pone de manifiesto en la tercera parte de su trilogía Monarquía- Iglesia-Estado, ‘El buen dictador’. Un éxito de taquilla cuya fiebre también ha tenido su reflejo en Ceuta. Fue cuestión de horas lo que se tardó en colgar el cartel de ‘agotadas’. Sus seguidores le avalan, le siguen ciegamente y le respaldarán esta noche, a partir de las 21.00 horas, en el Auditorio del Revellín.

De este actor que le gusta decir lo que piensa, ser crítico, molestar a los malos, bético hasta la médula y andaluz de Dos Hermanas por montera, lo que se desconoce es su gran pasión y amor por la tierra que hoy pisa, por segunda vez profesionalmente, y de forma incontable por placer. “Lo que no entiendo de los caballas es cuando me preguntan cada vez que vengo si estoy en Ceuta por trabajo, es algo que no se explican. ¡No!, vengo cada vez que puedo escaparme, es una tierra preciosa que me encanta visitar en cuanto puedo”, afirma a un ritmo acelerado que requiere de unas cotas de comprensión de la dialéctica castellana para un nivel avanzado.

Ya presentó en el Revellín la primera parte de esta trilogía, ‘El rey solo’, cierra en Ceuta este ciclo con ‘El buen dictador’, pero no olvida que tiene pendiente otro capítulo. “Volveré con ‘El último santo”.

–Llega con ‘El buen dictador’ que ya atesora unos cuantos miles de espectadores a sus espaldas. Un exitazo.

–Estamos encontrándonos los teatros llenos hasta la bandera, el público nos ha bendecido ‘El buen dictador’. Las tres obras son independientes, pero son la aplicación de una misma fórmula teatral. Tenemos la sensación de que parte del éxito de ‘El buen dictador’ es que gustó ‘El último santo’ (55.000 espectadores). Y que parte del éxito de ‘El último santo’ es que gustó ‘El rey solo’ (80.000 espectadores). Y que cada vez vienen a vernos los que ya nos vieron y los que se suman por el boca a boca. Es el público el que nos dice que vamos por el buen camino.

–Cierra una trilogía. ¿Cuál es el planteamiento de esta nueva obra?

–Es la tercera pata de nuestra trilogía sobre el poder, que pone frente al espejo de la comedia a la monarquía ( ‘El rey solo’), la Iglesia ( ‘El último santo’) y el Estado ( ‘El buen dictador’). Basándome en la misma estructura de las obras anteriores planteo una sátira sobre la divinidad y el poder como instrumento de control sobre el ser humano.

–¿Qué sentido tiene la monarquía española en el año 2019?

–Me parece curioso que el máximo cargo en un país, la Jefatura del Estado, sea hereditaria. Hereditario es el astigmatismo, los pies planos, la diabetes, la hipertensión... Lo hereditario, por inevitable, no debería estar en el territorio de la Jefatura del Estado, que confiada al esperma más rápido me parece, cuanto menos, arriesgado, incluso un poco temerario. Yo soy republicano, y no tengo nada en contra de Felipe VI, de hecho me encantaría que fuese presidente de la República, pero que sean los ciudadanos quienes lo elijan democráticamente

–¿Y la iglesia? Su poder todavía se hace notar en la sociedad española.

–Por supuesto. Es un poder fáctico que está asentado en nuestro país desde hace muchos siglos. Por ello, en ese imaginario que presento insisto en que ejerce su poder para evitar que las cosas cambien. Necesita que la sociedad siga anclada en el pasado mientras se ríen de nosotros y así pueden jugar a que seamos sus marionetas. Sin embargo, la realidad los está alcanzando y eso lo estamos comprobando.

-En los últimos tiempos hemos asistido a la judicialización del humor. ¿Tiene el humor límites? ¿Existe una frontera entre el humor y el mal gusto?

– No debe. Se nos tiene que dejar decir lo que pensamos y eso no puede tener un límite legal, no es un delito y no se puede judicializar el tema. Que guste más o menos lo decide el espectador, pero el problema es que estamos entendiendo mal nuestra postura como espectador y, quizá ahí, es donde se produzca la sobreactuación.

De todo se puede hacer humor, eso es un hecho indiscutible. El mal gusto y el buen gusto corren de cuenta de cada uno. De todo se puede hacer un poema, un prospecto. De todo se puede hacer porque se puede hacer. Dónde está la legalidad, la ilegalidad, ahí es donde sí podemos abrir un bonito debate. El humor no es más que una forma de la libertad de expresión que, además, tiene un fin que es la risa, hacer pensar o molestar, transgredir… El humor es la libertad de expresión con intención. Y creo que la libertad de expresión no debería tener ningún límite legal. Ya límites sociales, que cada uno le ponga los suyos.

–¿Cree que en la sociedad de ahora hay que tener más cuidado con lo que se dice, hay que medir más las palabras que en la de hace diez años?

–En algunas cosas sí y en otras no. Antes no éramos conscientes de nuestro machismo, del racismo o la homofobia. Ahora chirrían cosas que antes no, y eso es un asunto que me alegra. Hemos avanzado, pero también somos susceptibles de caer en el error de convertirlo en trampa, y es cierto que todo molesta. Aunque, precisamente, los sectores que más se quejan son aquellos que les gustaría que las cosas continuaran intactas, sin chirriar, y entonces atacan con buenismo.

–¿Se ha visto censurado?

–Por supuesto, y quién no. La censura se va haciendo más cobarde y mezquina conforme vas bajando. No es ni muy glamurosa, es simplemente la intención de que la cobardía vestida de tranquilidad acabe siendo contagiosa. La cultura incomoda y molesta, y no es que estén en contra de lo que piensas, sino de que hagas pensar y remuevas el avispero.

–Se ha alzado como firme defensor de su tierra, Andalucía, y así lo ha demostrado en muchas de sus intervenciones. ¿Qué opinión le merece la situación política y social que está viviendo?

–Es un asunto a analizar con muchas aristas. Aplaudo y celebro un cambio necesario después de muchos años con la misma Administración, era algo que los andaluces necesitábamos, y creo que ahí hemos dado una lección democrática a todo el país. Hace un mes nadie entendía el parlamentarismo, y ahí hemos cambiado la forma de pensar de todo aquel que no entendía un gobierno sin la lista más votada, pero ahora les ha venido la inspiración divina y ya no son ocupas. Me alegro que todo el mundo haya aprendido sobre parlamentarismo. Sin embargo me gustaría que no hubiera llegado con el apoyo de la extrema derecha, que solo habla de eufemismos y un visionado basado en ‘solo para los nuestros’ que se cierne en contra de la mujer o los inmigrantes. Ellos han hecho una campaña sin temas que afecten o repercutan sobre la gente de Andalucía. Vox significa más España y menos Andalucía y eso va en contra de lo que yo soy, que me considero federalista, y reclamo más Andalucía y peso de la tierra.

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