Opinión

El mantra de un nuevo nivel de alianza en términos audaces

Hoy por hoy, el blindaje de la multipolaridad sin valores democráticos, se convierte en una escapatoria perfecta para numerosos regímenes despóticos en distintas partes del planeta. No hay que irse muy lejos en el tiempo de los episodios acaecidos, para corroborar que este retrato salió en escena mientras se abordaba la invasión de Ucrania (24/II/2022).

La multipolaridad es el compás que encamina el enfoque de la izquierda en los engarces internacionales. Desde hace tiempo, todas las tendencias de la misma defienden un mundo multipolar, en vez del unipolar, magnetizado por el imperialismo estadounidense. A la par, la multipolaridad se ha transformado en la punta de lanza del lenguaje compartido de los fascismos y autoritarismos. Es algo así como una exclamación de frenesí de los déspotas que se aprovecha para enmascarar de guerra contra el imperialismo en su embestida contra la democracia.

El disfraz y la legitimación de la opresión por medio de la multipolaridad se contemplan fortalecidos por el apoyo contundente que la izquierda le facilita, preconizándola como una democratización antiimperialista. Y al encuadrar las confrontaciones políticas dentro de, o entre, los estados en una coyuntura de suma cero entre secundar la multipolaridad o la unipolaridad, la izquierda prolonga una especie de ensueño que incluso en su instante menos indigno es ilusorio y erróneo. Hoy en día es ostensiblemente resbaladiza y se utiliza como mecanismo narrativo y dramático en favor de la reputación de fascistas y autoritarios.

Y como no podía ser de otra manera, las derivaciones infaustas de la responsabilidad de la izquierda con una multipolaridad desvalijada de valores, se observan estampadas en su objeción a la invasión rusa de Ucrania. Por lo que la izquierda ha desarrollado en diversos niveles la argumentación fascista rusa, escudando su acción como un desafío multipolar al imperialismo unipolar capitaneado por Estados Unidos.

“Corea del Norte, actor singular forzado a la postergación global por su represión irredenta, se ha erigido no ya solo en el principal abastecedor externo de munición de artillería y misiles, sino que podría ser el balancín para que el Kremlin fulmine uno de sus réspices asimétricos al refuerzo con dinero y armas que Occidente proporciona a Kiev en el combate”

Sin ir más lejos, mientras comunicaba la anexión ilegítima de cuatro territorios ucranianos (30/IX/2022), Vladímir Putin (1952-71 años) puntualizó lo que comportaban tanto la multipolaridad como la democracia en su molde ideológico. Describía la multipolaridad como la liberación de la reclamación de las élites occidentales de establecer como universales sus valores “degenerados” de democracia y derechos humanos; valores “ajenos” a la amplia mayoría de la gentes.

Su artificio elocuente residía en confirmar que el fundamento de un orden asentado en criterios, democracia y justicia no es más que una intimación ideológica e imperialista de Occidente, en la que se halla una ambigüedad para boicotear la soberanía de otros estados.

Dicho esto, la proximidad cada vez más incuestionable entre el líder norcoreano, Kim Jong-un (1984-40 años) y su homólogo ruso ha puesto en alerta a Occidente. En este momento, la afinidad cómplice entre ambos países ha dado un paso más allá: tras la rúbrica de una alianza que vislumbra una “asistencia mutua en caso de agresión contra una de las partes”, según expuso Putin, quien fue convocado por los medios estatales de Corea del Norte.

En atención a un Informe de la Agencia Estatal RIA, Kim consideró a Rusia como el “amigo y aliado más honesto” y citó a Putin como el “amigo más querido del pueblo coreano”. Asimismo, mencionaron a Putin indicando que su país tiene derecho a defenderse y que ambos están en disposición de cooperar militarmente, aunque sostuvo que el acuerdo es “de naturaleza defensiva y pacífica”.

En respuesta a los corresponsales en Pyongyang, Kim avisó que responderá “sin dudar” a los “incidentes o guerras” que enfrenten a Corea del Norte o Rusia, tras la firma del llamado ‘Acuerdo Integral de Asociación Estratégica’. El líder norcoreano declaró literalmente: “No habrá diferencias en la interpretación, ni vacilaciones o indecisión en el cumplimiento del deber de responder en un esfuerzo conjunto a diversos incidentes o guerras que ya enfrentan nuestros países, o que enfrentarán en el futuro”.

Mismamente, alardeó que la conexión entre Corea del Norte y Rusia se encarama a un “nuevo nivel de alianza” y que el tratado acelerará la creación de un “mundo multipolar”, donde ningún estado dominante pueda desplegar una fuerza hegemónica en sí. Obviamente, el acuerdo abre varias incógnitas entre los expertos, donde muchos se interrogan qué simboliza verdaderamente esta rúbrica y cómo actuaría en cuestiones tan destacadas como la guerra en Ucrania.

A ambos líderes les sugestiona impresionar su nuevo pacto en extremos atrevidos. Kim lo denomina “el tratado más fuerte jamás creado” que contribuirá a precipitar la plasmación de un “nuevo mundo multipolar”. En cambio, para Putin se trata de un “documento revolucionario”. Pero hasta que no se formule un pasaje formal, resulta complejo valorar qué representa en la práctica.

A pesar de las muchas sanciones, Rusia aún puede completar el tipo de experiencia técnica que el líder norcoreano ambiciona. En sus explicaciones, Putin subrayó que “no excluye el desarrollo de una cooperación técnico-militar con Corea del Norte”. Los dos estados visiblemente encajan las posturas en su puzle para quebranto de Occidente. Pero, qué encarna esta “asistencia mutua en caso de agresión contra una de las partes de este acuerdo”. Tal vez, ambos defiendan que esto continúe siendo a los ojos de todos algo peliagudo y confuso. Sin duda, este histórico encuentro conjetura un empuje para Kim, que sigue retraído en el tablero internacional como consecuencia de su programa de misiles y armas nucleares fuertemente castigado.

La visita se ocasiona mientras las tensiones prosiguen elevándose en la Península de Corea, donde en los últimos meses Kim ha aumentado su narrativa agresiva y desechado cualquier política de larga data en la que se indague la reunificación pacífica con Corea del Sur, en medio de la alarma en Pyongyang por el endurecimiento de la coordinación entre Estados Unidos, Japón y Corea del Sur.

De hecho, los medios estatales de Corea del Norte, oficialmente República Popular Democrática de Corea (RPDC), daban voz y voto para hacer caer la balanza en las conjunciones entre Kim y Putin, circunscribiendo que ambos habían “intercambiado sus pensamientos más íntimos y abierto sus mentes para desarrollar de forma más segura las relaciones”.

El desplazamiento de Putin a tierras norcoreanas sigue el rastro del dejado por Kim a Rusia en 2023, que fue descifrado como la inauguración de un nuevo epílogo en sus consonancias, cimentadas en la necesidad de Putin de armas norcoreanas para su ofensiva en Ucrania. Ni que decir tiene, que según un comunicado de Estados Unidos, Rusia ha obtenido más de 10.000 contenedores de envío, el similar a 260.000 toneladas métricas de municiones o material correspondido con municiones desde Corea del Norte. Y en la misma línea, las fuerzas rusas han lanzado contra Ucrania al menos 10 misiles fabricados en Corea del Norte.

Con lo cual, se sospecha que el mandatario ruso hace lo posible por afianzar este apoyo incesante, que puede ser principalmente apremiante hasta que la asistencia militar norteamericana a Ucrania se ponga en marcha.

En puntos de vista previos a su conversación con Kim, Putin agradeció a Corea del Norte su “apoyo constante e inquebrantable” a Rusia y por su pugna incansable contra la política “hegemónica” e “imperialista” norteamericana, haciendo resonancia a varios comentarios que los mostraban fusionados, contra un orden mundial conducido por Estados Unidos. También buscó atar los vínculos entre Moscú y Pyongyang.

Las “hazañas de generaciones pasadas fueron una buena base para el desarrollo de las relaciones” entre las dos naciones, matizó Kim. Recuérdese al respecto, que la maquinaria bélica hay que sufragarla y Rusia precisa de alguna manera hacer negocio para conservar el impulso y aliento de la guerra en Ucrania.

En su pretensión de hacer socios, Moscú ha apurado sus cartas con Corea del Norte. Justamente cuando Estados Unidos presionaba y las sanciones contra el petróleo ruso habían comenzado a suscitar desconfianza en clientes definidos, ha trascendido que Moscú acentúa su abastecimiento directo de petróleo a Pyongyang. Esto planta cara a las sanciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) alentadas en su día por Putin y robustece todavía más los lazos entre ambos regímenes autoritarios. Además de entrever cierto aire fresco para las finanzas rusas, atiza otro golpe de efecto a las voluntades internacionales por sujetar al gobierno de Kim.


Por vez primera en más de dos años, o séase, a últimos de 2022, Rusia restableció el abasto de petróleo refinado a Corea del Norte. Si bien, a pesar del aumento de la cooperación militar entre Rusia y este país, el abastecimiento de petróleo refinado de Moscú se prolongó por debajo de los márgenes previos. Así, los últimos suministros se forjan después de que Corea del Norte emprendiera la provisión de miles de contenedores de municiones a Rusia, que en opinión de expertos militares, ha logrado una aportación manifiesta al brío belicoso de Moscú en Ucrania.

Para ser más preciso en lo razonado, el puerto de Vostochny ha sido dispuesto como centro neurálgico para buques rusos, aparentemente envueltos en la comercialización de armas. Los analistas deducen que las adjudicaciones de petróleo ascenderían a 125.000 barriles de productos petrolíferos. O lo que es igual, una cuarta parte del cupo anual autorizado y un trato de canje de armas por petróleo en contravención de las sanciones que Putin ratificó por sus puños, lo que realza el menester de Rusia desde un saboteador sin complejos, hasta un Estado que transita al margen de la ley.

El indicio del comercio enmascarado de petróleo por armas se agita mientras los diplomáticos occidentales insisten en salvaguardar el panel de la ONU que verifica la observancia de las sanciones a Corea del Norte, en medio de los recelos de que Rusia pueda vetar la renovación del mandato del organismo, según fuentes próximas a los choques dialécticos en la sede del organismo, en Nueva York.

La otra variable interviniente forma parte del contrafuerte que constituye para Kim el trueque con Moscú, ya que las entregas directas de petróleo y otros efectos procedentes de Rusia a Pyongyang ayudarían a compensar la economía norcoreana. Y es que, durante los últimos años, Pyongyang ha tenido que solventar una elevada prima por las mercancías petrolíferas que demanda, ya que pende de una enrevesada y exorbitante red de intercambios y transferencias en alta mar.

Pero ahora parece que se ha aferrado a una dotación permanente de petróleo, ya sea con una gran reducción o como abono directo por las municiones que surte a Moscú. De cualquier manera, este escenario libera recursos para las fuerzas norcoreanas y su programa de armas nucleares.

Llegados a este punto, Corea del Norte, actor singular forzado a la postergación global por su represión irredenta, se ha erigido no ya solo en el principal abastecedor externo de munición de artillería y misiles para Rusia en la guerra que libra con Ucrania, sino que incluso podría ser el balancín para que el Kremlin fulmine uno de sus impredecibles réspices asimétricos al refuerzo con dinero y armas que Occidente proporciona a Kiev en el combate.

Si el reto inexcusable para Estados Unidos y su protagonismo en el contorno de Asia Pacífico apoyada por la OTAN y sus aliados, era China, en la actualidad con el acuerdo estratégico entre Corea del Norte y Rusia se desempaqueta otra de las puntas del iceberg de enfrentamiento geopolítico, con el revés de que la confabulación entre Rusia y el gigante asiático marcha acorde a sus intereses.

El petróleo y el gas ruso discurre hacia China y desde este país se remiten a Rusia los componentes electrónicos de doble función que a criterio de Occidente, están siendo empleados para la producción rusa de misiles y otras armas disponibles en las zonas de batalla ucranianas.

De momento, la particularidad de que Putin encarado a Occidente por su invasión de Ucrania favorezca a Corea del Norte con su visita, le otorga al estado asiático un plus de categoría en la geopolítica internacional que hasta ahora no poseía. El encuentro de Putin con Kim da un giro repentino a décadas de contactos indiferentes. Al ser dos naciones distantes y excluidas internacionalmente, lo que menos le interesaba a Occidente, como a Japón y Corea del Sur, es que estos afectos temerarios trascendieran en la espada de Damocles.

Las palabras de Putin en Pyongyang que no tienen desperdicio, no dejan opción a cualquier conjetura: al documento suscrito le acompaña una cláusula de defensa bilateral que considera “la asistencia en caso de que uno de los dos países resulte agredido”. De esta manera, se determina un reconocimiento de facto al abastecimiento por Corea del Norte de armas a Rusia, que sin ir más lejos representa un desahogo y holgura para el deshilachado y debilitado arsenal convencional ruso y que le permite conservar el empuje y capacidad a las tropas del Kremlin en el frente ucraniano. Aparte del argumento de la seguridad, ambos afrontaron la viabilidad de implantar un “sistema comercial y de pagos recíprocos” que prescindiera de los formalismos económicos mundiales aplicados por Occidente.

En una entrevista a Putin realizada por el periódico norcoreano y el diario oficial del Partido del Trabajo de Corea, Rodong Sinmun, el mandatario ruso desacreditó las coacciones de Occidente, exclusivamente de Estados Unidos y los países que no admiten el sistema capitalista. Esa red de pagos independiente tratará de eludir las sanciones para “hacer las relaciones internacionales más democráticas y flexibles”.

“Lo que aquí se realza es el menester de Rusia desde un saboteador sin complejos, hasta un Estado que transita al margen de la ley”

En una columna editada por este mismo medio, divulgaba con pelos y señales que los dos estados estaban “en la misma trinchera” en la pugna contra Washington y sus aliados, y Putin aprovechó la ocasión para acusar la “dictadura neocolonialista mundial” estadounidense y ensalzó a Kim por oponer resistencia a “la presión económica, la provocación, el chantaje y las amenazas militares de Estados Unidos”.

Es sabido que la economía norcoreana se encuentra erosionada por las sanciones y Kim está dispuesto a sacar tajada de su alianza con Putin. Además, la Agencia Central de Noticias de Corea del Norte valoró los lazos entre ambos de “motor para acelerar la construcción de un nuevo mundo multipolar”. Los castigos impuestos por Occidente a Moscú han retocado la esencia de las importaciones financieras y comerciales, tomando como ejemplo la República Popular China, cada vez más musculosa al poner en juego su moneda, el yuan y librarse del dólar norteamericano.

Por lo demás, es factible que el ofrecimiento de asistencia recíproca inquiete todavía más a Washington y sus aliados, especialmente a Corea del Sur, porque no solo trasluciría más ayuda a la guerra de Ucrania, sino que menguaría los esfuerzos puestos para atajar el programa nuclear de Corea del Norte. Sin inmiscuir, que las declaraciones de Putin evocaron el ‘Tratado de Amistad y Asistencia Mutua’ de 1961 entre Pyongyang y Moscú, bajo el que estos países estaban exigidos a “prestarse inmediatamente asistencia militar y de otro tipo” con todos los medios a su alcance, en caso de que uno de ellos se atinara en guerra. Indiscutiblemente, dicho tratado quedó sin efecto tras la desintegración de la Unión Soviética, oficialmente, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Al mismo tiempo, cuando Moscú y Pyongyang estamparon el ‘Acuerdo de Amistad’ en 2000, estaba falto de una cláusula de intervención militar automática y únicamente anticipaba el “contacto” mutuo en caso de incidencia en la seguridad. No convenía interposición ni defensa militar. En contraste, el ‘Tratado de Asociación Integral’ reemplaza a los que se habían acordado en 1961, 2000 y 2001, respectivamente.

Curiosamente el ex embajador ruso en Estados Unidos y asesor del Kremlin en política internacional, Yuri Ushakov (1947-77 años), señaló al pie de la letra que este acuerdo “no tendrá ningún carácter de confrontación, no estará dirigido contra ningún país y estará orientado a garantizar una mayor estabilidad en la región de Asia Nororiental”.

Es más, recalcó que de lo que se trata es de acomodar los vínculos entre los dos países a los profundos cambios surgidos en el paisaje geopolítico, fundamentalmente, en su guerra de desgaste en Ucrania, secundada desde el primer instante por Corea del Norte. De ahí, que Putin reconociera a bombo y platillo la imagen de Kim, por su “apoyo inquebrantable” a las políticas rusas.

El ‘Tratado de Asociación Integral’ refiere textualmente: “Si cualquiera de las partes se encuentra sometida a situaciones de guerra, debido a una invasión armada de un país individual o de varias naciones, la otra parte proporcionará ayuda militar y de otro tipo, sin demora, mediante la movilización de todos los medios en su poder, en consonancia con el Artículo 51 de la Carta Magna de la ONU y las leyes de la RPDC y la Federación de Rusia”. Hay que caer en la cuenta de que el Artículo 51 de la Carta Magna de la ONU, especifica que “todos los países miembros de las Naciones Unidas tienen el derecho inherente a la autodefensa individual o colectiva, si se lleva a cabo un ataque armado contra ellos”.

“La proximidad cada vez más incuestionable entre el líder norcoreano, Kim Jong-un y su homólogo ruso Vladímir Putin, ha puesto en alerta a Occidente”

Y como colofón a lo desgranado, a los ojos de la Alianza Atlántica este órdago lanzado por Rusia y Corea del Norte no ha pasado desapercibido. En una conferencia de prensa conjunta entre el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg (1959-65 años) y el Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken (1962-62 años), el primero declaró que “demuestra que nuestra seguridad no es regional. Es global. Lo que ocurre en Europa es importante para Asia y lo que ocurre en Asia es importante para nosotros. Esto se demuestra claramente en Ucrania, donde Irán, Corea del Norte y China están apuntalando y alimentando la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania”.

Mientras que el Asesor del Jefe de la Oficina del Presidente de Ucrania, Myjailo Podolyak (1972-52 años), resaltó que ese acuerdo de asociación invalida unilateralmente las sanciones y limitaciones asignadas a Corea del Norte por la Comunidad Internacional. Igualmente, criticó la “absoluta incapacidad” de las sanciones para reducir a Corea del Norte y Rusia, que con esta alianza podrán desenvolver conducciones de intercambio bilaterales infranqueables.

En consecuencia, en una falacia por alargar sus brazos de cooperación económica y militar y levantar un frente ensamblado contra Washington, Corea del Norte y Rusia alardean de una “ardiente amistad”, en la que Kim está convencido que es más estrecha que en el período soviético y da su voz para el “pleno apoyo y solidaridad al Gobierno, Ejercito y pueblo ruso en la realización de la operación militar especial en Ucrania para proteger la soberanía, los intereses de seguridad y la integridad territorial”.

En otras palabras: este acuerdo vigoriza la ayuda de Pyongyang a Moscú en la guerra y mina el envite hegemónico de Estados Unidos en Asia. Porque, motivado por la urgencia apremiante de hacerse con pertrechos para su ofensiva exclusiva contra Ucrania, a Putin no le queda otra que remachar afinidades con Kim. Toda vez, que este deber de asistencia intransferible vaticina una grave amenaza para la vitalidad mundial a favor de la no proliferación de armas nucleares.

Si en otros tiempos Moscú se había acercado a Estados Unidos en la prescripción de sanciones de Naciones Unidas a estados como Corea del Norte y la República Islámica de Irán por sus programas nucleares, aquellas jornadas memorables parecen quedar en el baúl de los recuerdos. Y por si fuera poco, Moscú manejó a diestro y siniestro, su derecho de veto en el Consejo de Seguridad para liquidar a varios expertos que estaban por la labor de colaborar en la aplicación de sanciones consignadas a imposibilitar que Corea del Norte desplegase como pez en el agua su arsenal nuclear.

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