Todo el mundo conoce a Manuel Fernández aunque resuene más el nombre de Manolo, ‘el del estanco’ o ‘el del tambor’. Pero no todos habrán percibido que lleva en el mismo quiosco del final del Paseo de la Marina Española, junto a la plaza de la Constitución, unos treinta años aproximadamente. Una larga temporada en este trabajo tan sacrificado, que ha tenido sus idas y venidas.
Una gran parte de la familia de Manolo ha regentado también
negocios de este tipo, tal y como ha explicado para El Faro de Ceuta. “Mi tío era el que llevaba todo antes, lo llamaban el Cantalejo porque se llamaba Manuel Fernández Cantalejo, y abrió este quiosco en otro lado, hace unos ochenta años. Luego mi padre empezó a echarle una mano. Cuando murió comenzó a llevarlo mi hermano, y después mi hermana. Y por último, lo alquilaron y lo cogí yo”. Este conocido quiosquero ya tenía experiencia, ya que anteriormente estuvo trabajando en la Librería General, en las Puertas del Campo, donde aprendió lo suficiente como para poder dirigir este estanco sin ayuda.
Los inicios de ‘el del estanco’ se dieron hace treinta años, cuando obtuvo dinero de una heladería que tenía con su mujer bastante cerca del quiosco para poder mantener este segundo negocio. “Cuando me lo dieron, lo único que había era cuatro paredes y una piedra negra. La piedra era la que se ponía encima de los periódicos, porque antiguamente por la tinta te dejaban las manos negras, por eso la llamábamos así”, recuerda Manolo entre risas. Y así fue manteniéndose durante un tiempo mientras que iba creciendo. “Empezamos con dos ‘cartoncitos’ de tabaco, luego un montón, después vinieron los periódicos y las revistas, y así hasta ahora”.
Los que saben quién es Manuel Fernández también lo conocen por su amor por la música. Y es que el simpático apodo de Manolo, ‘el del tambor’, viene porque forma parte de la banda de música Ciudad de Ceuta, en la que se dedica a la percusión. Para él, la música es su pasión, un mundo al que acude siempre que tiene tiempo. “Es lo único que tengo cuando salgo de aquí. Me gusta refugiarme en la música. Y es muy bonito si también sabes leerla. Aunque ahora estamos un poco parados, a ver si empezamos ya, porque tengo muchas ganas de seguir con el tema”, comenta. Incluso tiene un tambor colgado en su quiosco, que le da un toque de su esencia al estanco.
En la actualidad, el negocio “va tirando”, según la visión del dueño del quiosco. “La economía no está tampoco muy bien”. Además, en los últimos meses la situación ha sido mucho más complicada debido a la pandemia del
coronavirus. “Estuvimos trabajando en el confinamiento porque los estancos éramos de primera necesidad. Y la verdad es que fatal, una experiencia que no me gustaría pasar más. Cuando veo en los periódicos que puede que vuelva a entrar el estado de alarma, me pongo malo. De ventas no hemos tenido nada, ni siquiera para los gastos. Pero claro, teníamos que estar aquí, trabajando como siempre y hasta ahora. Y si no volvemos a entrar en estado de alarma, seguro que esto vuelva a tirar hacia delante”.
En las ventas de este estanco entran muchos aspectos, como ha podido ser la gran disminución de los periódicos y las revistas, algo que también ha percibido Fernández. “Ha bajado mucho, bastante, sobre todo por el tema de internet. Pero siempre hay alguno que se resiste y sigue comprando”. Y otro aspecto que ha citado ha sido el menor número de turistas, que afecta en la compra de productos como los helados.
‘El del tambor’ también ha rememorado algunos momentos de sus treinta años de trayectoria, como cuando conoció a Paz Padilla o a Los Chichos, que venían durante la Feria de Ceuta. Además, incluso recuerda que apareció en una publicación en la revista Interviú.
Fernández cumple en septiembre sesenta años, con lo que le quedarían solo cinco para jubilarse. Está deseando que llegue ese momento para poder tener tiempo libre después de tanto trabajo. “Es duro. El hecho de estar aquí de pie todo el día, despachar... Espero poder salir y descansar, que llevo mucha tralla ya”. Y con respecto al futuro, no sabe qué ocurrirá con su estanco y no tiene otro familiar que tenga interés por quedárselo. Pero, por ahora, solo piensa en luchar por el negocio, por la música y por sus dos hijas.