S e llamaba Cartucho y era tan sólo un perro… Conocí a Manolo hace muchos años en Algeciras. Vivía en una chabola en frente del “Colegio Público San Bernardo” de la misma ciudad. Yo daba clases en este Colegio. Al parecer vivía con una hermana aunque algunos decían que era su madre; no lo podíamos distinguir realmente. Manolo era un ser pacífico, no se metía con nadie, iba a su bola pero saludaba a todo el mundo y se tomaba alguna vez un cafelito con los amigos y conocidos; incluso algunos de nosotros, los maestros, alternábamos con él y charlábamos durante un buen rato, a veces en el bar “Te diré”, donde tantos compañeros desayunábamos o tomábamos algo.
Manolo no era nada higiénico y cuando teníamos la ocasión, hablábamos con él para que se cuidara un poco, a veces, nos hacía caso pero en otras ocasiones… Tampoco supimos nunca la edad que tenía dado su aspecto. No muy alto de estatura, con una mata de pelo ensortijada, de color blanca; muy moreno de piel. No era muy alto, a mí me recordaba a los auténticos “aborígenes australianos”, incluso en su forma de andar. Manolo era un ser amigable y todo el mundo lo respetaba y quería. Pero lo más característico de él era, que siempre iba acompañado de sus mejores amigos, los perros, incondicionales para él, todos ellos vivían con Manolo en la misma chabola, eran como sus hijos, más bien hermanos y de esta manera hablaba de ellos. Esto es lo que más me llamó la atención de él: Él y sus perros quienes siempre lo seguían allá donde Manolo fuere; y además en fila india tan disciplinados y obediente ¡Cómo le hubiera gustado a Félux Rodríguez de la Fuente conocer a este peculiar hombre siempre acompañado de sus amigos los perros y ¡de Cartucho!
"Manolo no era nada higiénico y cuando teníamos la ocasión, hablábamos con él para que se cuidara un poco"
Llegó la hora de hablar de este animalito, Cartucho. Una mañana al salir del edificio donde yo vivía, vi a la salida del portal, un perro de tamaño medio, de pelaje totalmente negro; me miró con ternura como miran todos ellos y me movió el rabo, ya que yo le empecé a hablar y decirle cositas; él me seguía mirando y yo le seguía hablando. Observé que a su lado había un cacharrito con agua y algo de comida; él se mantenía tranquilo, nunca supe si fue abandonado pero tenía toda la pinta de que así fuera. Cartucho era un perro tranquilo, quizás fue feliz con quien o quienes estuvo, pero iba a tener suerte pues ahí estaba Manolo “el vagabundo”.
Pasaban los días y Cartucho seguía en el mismo sitio. Seguía teniendo agua y comida, aunque, a veces a algún vecino le molestaba su presencia y le quitaba su alimento. ¡Qué daño hacía el animal! Yo, a veces también le llevaba algo y él lo agradecía moviendo su colita. Me encantaba estar a su lado y decirle cositas para que se pusiera contento; a veces se levantaba y andaba algunos pasitos volviendo rápidamente a su lugar. Los niños que lo veían se acercaban a él y “le hablaban como si Cartucho entendiera”, pues en realidad era así. Como había de todo, otros vecinos pasaban y lo acariciaban. Por las mañanas cuando yo iba a trabajar y a la vuelta de éste, el perrito, al verme, se aupaba un poco para saludarme.
"Le di las gracias a Manolo por la obra de caridad no sólo con ‘El perro negro’ sino con todos los demás"
Una mañana…, no vi a Cartucho; ¿se lo habían llevado o le había pasado algo? Me fui al Colegio triste y comenté lo sucedido con algunos compañeros. A ellos también les hizo gracia la historia de Cartucho. También se lo conté a mis alumnos cosa que les entristeció, pero algunos de ellos para tranquilizarme me dijeron “Maestra, Cartucho va a aparecer, seguro que ha caído en buenas manos” (mis alumnos siempre tan comprensivos). Pasaron pocos días y volvía yo del Colegio.¡¡Sopresa!!: “Allí estaba él, Cartucho”. Pero no iba solo. Me quedé atónita con lo que vi ante mis Manolo, el vagabundo iba acompañado de unos 5 perros y, ¿quién iba detrás de todos ellos?, pues Cartucho”. Yo me acerqué a Manolo y le dije., ¿Cómo es que llevas también a este perrito negro ?. Él me contestó, con esa voz aguardentosa que le caracterizaba, que lo vio solito y le dio pena, que lo llamó y Cartucho se marchó ense4guida con todos ellos y desde entonces er muy feliz. Por supuesto Cartucho me reconoció, me miró tiernamente y levantó una de sus patitas. A Manolo se le veía radiante y contento; me contaba que había sido él quien le puso de nombre Cartucho a su hermano, porque era original.
"Me fui al Colegio triste y comenté lo sucedido con algunos compañeros. A ellos también les hizo gracia"
Le di las gracias a Manolo por la obra de caridad que había tenido no sólo con “El perro negro” sino con todos los demás. Yo quedé feliz y contenta. Les hice unas fotos que tengo en Algeciras. Me gustaría ilustrar este escrito con un par de ellas pero no es posible. Hace unos años y en este diario, salió publicado un poema junto a una foto en la que se veía a Manolo con Cartucho ; este aparecía en brazos del “vagabundo “; el poema hablaba de la relación entre los dos. Todo ello fue publicado por Rocío Abad . Gracias. ¡Larga vida a los animales!
P.D. Dedicado por supuesto a mi Madre, María Luisa López, socia fundadora de la “Asociación de Animales y Plantas de Ceuta”, y a todas las personas amantes de todos los animales. Ella conoció a Manolo y a Cartucho. 2ª P.D. El gran periodista y entrañable persona, Jesús Quintero, le habría hecho a buen seguro a Manolo una entrevista llena de Ternura, como eran sus personales preferidos tales como “Risitas”, “Pozí”, “Cuñaoooo”… Por supuesto Manolo habría ido acompañado de su fiel Cartucho al programa televisivo “Los ratones coloraos”.
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