En este 1º de Mayo, absolutamente marcado por la actual crisis del Covid-19, desde el PSOE queremos hacer un homenaje, en primer lugar, a todas y todos los trabajadores que han fallecido a consecuencia de esta pandemia, tanto a aquellos que han enfermado de forma fortuita, como a los que han contraído el virus durante su actividad laboral, por pertenecer a una actividad esencial, y que no han podido superar finalmente la enfermedad.
Este año se conmemora el 130 aniversario de la primera manifestación reivindicando el Día Internacional del Trabajo, y sin embargo en esta ocasión no será posible salir a las calles para celebrar esta fecha. El confinamiento al que millones de personas en el mundo estamos sometidas actualmente ha transformado nuestra vida de forma radical en un tiempo récord, ha paralizado la actividad productiva hasta un nivel nunca conocido en el mundo moderno y nos ha sumido en una crisis económica y social inaudita, tanto por la velocidad del shock como por su globalidad. Pero es que además, el confinamiento tiene la paradoja de que supone al mismo tiempo parte de la solución y parte del problema para poder avanzar, de ahí la dificultad y la máxima prudencia por parte de los Gobiernos a la hora de tomar decisiones en lo que se ha llamado el proceso de “desescalada”.
La necesidad de aprobar el estado de alarma y el correspondiente confinamiento para parar la extensión del virus, ha provocado la hibernación de una gran mayoría de las actividades económicas, lo que ha causado un impacto brutal en el mercado laboral. Desde el primer momento el Gobierno ha trabajado con la premisa de que todas las medidas para hacer frente a las consecuencias económicas del virus tenían que ir en la dirección de proteger el empleo y proveer de rentas a la ciudadanía afectada por esta situación. De ahí que se haya extendido la figura del Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), que se haya fomentado el teletrabajo, y que se haya facilitado el cobro de la prestación por cese de actividad para los trabajadores y trabajadoras autónomas; y al mismo tiempo, se hayan buscado soluciones de protección para otros colectivos más vulnerables, como las empleadas de hogar, los trabajadores temporales o los fijos discontinuos.
Esta crisis tiene un elemento añadido de incertidumbre respecto a otras crisis anteriores, porque el causante es un virus desconocido del que tenemos poca información, y por tanto no sabemos cuánto tardaremos en vencerlo. Por ello es fundamental poner en marcha una prestación como el Ingreso Mínimo Vital, una medida que ya estaba en nuestro programa electoral y que el PSOE lleva defendiendo desde hace varios años; una política que tiene vocación de permanencia, y que supondrá un de dique de contención frente a la pobreza infantil y una red de seguridad para los hogares más vulnerables. Una situación, la de la pobreza infantil, que ya existía antes de esta crisis, y que tras ella se verá acrecentada.
Porque si algo ha puesto de manifiesto abrumadoramente la crisis del Covid-19 es que la recuperación económica no se había traducido en una recuperación social, y prueba de ello es que nuestro mercado laboral seguía arrastrando los efectos de las políticas de austeridad y de recortes que el anterior Gobierno ejecutó: bajos salarios, abuso de la temporalidad y falta de inversión pública en políticas activas de empleo. Todo ello unido al debilitamiento del sector público ha supuesto un problema añadido a la hora de luchar contra esta crisis, lo que se ha hecho especialmente patente y doloroso en el ámbito sanitario.
Cuando consigamos superar lo que hoy es el problema más urgente, frenar la expansión del virus, controlar los contagios y reducir la cifra de fallecidos, deberemos afrontar la pregunta más importante que esta crisis nos va a dejar encima de la mesa: qué tipo de país queremos ser, qué Estado queremos disfrutar como ciudadanos. Los socialistas siempre hemos defendido un Estado del bienestar sólido, con unos servicios públicos de calidad y un sistema de protección social que no deja a la ciudadanía abandonada a su suerte cuando sufre un percance, y hoy nos reiteramos en esa defensa aún con mayor convencimiento. Pero alcanzar un Estado del bienestar que cumpla esas características implica implantar un sistema fiscal justo y verdaderamente progresivo; porque las bajadas indiscriminadas de impuestos que algunas formaciones políticas propugnan y de las que algunas administraciones autonómicas llevan tiempo presumiendo, hoy se muestran como una irresponsabilidad que está teniendo un coste muy elevado.
A diferencia de otras crisis anteriores, esta crisis no sólo es global, sino que está afectando de manera simétrica a los países de nuestro entorno. Por ello la solución ha de ser global, debe enmarcarse en el marco europeo necesariamente, y en esta ocasión no podrá tener como elemento central la austeridad. Es el momento de demostrar si el espíritu del proyecto europeo sigue vivo, con medidas como el seguro europeo de desempleo, con el BCE aportando toda la liquidez que sea necesaria, y con un plan de reconstrucción para los Estados miembros; e igualmente será necesario llegar a un acuerdo sobre una fórmula para mutualizar la deuda de de los países de la zona euro. De ello depende el futuro de la Unión.
A nivel nacional el reto inmediato es seguir protegiendo el empleo mediante los ERTEs y dotar de liquidez a empresas y autónomos, así como preparar el proceso de desescalada, garantizando el cumplimiento de las medidas sanitarias, preventivas y de protección a las personas trabajadoras. Igualmente son necesarios planes de choque específicos para los sectores del comercio, el turismo, el ocio y la cultura, los más dañados por esta crisis. Será fundamental el trabajo que se desarrolle en el marco del pacto de reconstrucción, en el que esperamos la participación de las diferentes fuerzas políticas. Ya se ha dado el primer paso, con la aprobación en el Congreso de una Comisión no permanente para la Reconstrucción Social y Económica. Ahora toca buscar consensos y seguir contando con herramientas con el diálogo social, por lo que el papel de las organizaciones empresariales y sindicales será primordial, una vez más.
Por último, no podemos olvidar a los auténticos protagonistas de esta jornada, los miles de trabajadores y trabajadoras que han seguido al pie del cañón en sus puestos de trabajo, en todas las actividades esenciales, arriesgando su salud y en algunos casos su vida, y que han permitido que el resto de la ciudadanía hayamos podido vivir este confinamiento en las mejores condiciones posibles. Vaya nuestro reconocimiento a todos y todas las profesionales del sector sanitario, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, limpiadoras, personal del sector agroalimentario, del comercio de alimentación y productos básicos, telecomunicaciones, vigilantes de seguridad, funcionarios de los servicios públicos de empleo y en definitiva de todos aquellos sectores que han mantenido su actividad, demostrando no sólo su profesionalidad, sino también su humanidad en uno de los momentos más difíciles que recordamos.
¡VIVA EL 1º DE MAYO, VIVAN LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS DE TODO EL MUNDO!
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