Opinión

Manifestación y racismo (II)

CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978 - Título I De los derechos y deberes fundamentales. Capítulo segundo. Derechos y libertades.

Artículo 14:

«Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».

Esto no es», decía don Miguel de Unamuno, en relación con el régimen que los militares sublevados contra la República de 1931 instauraron en España. Unamuno había apoyado el golpe militar, pensando -ingenuamente- que restablecido los supuestos desordenes avivados por los grupos de poder -partidos afines al Nazi alemán y el Fascio italiano, la banca, terratenientes y la jerarquía de la Iglesia-, volverían a restablecer la República que el pueblo había votado de manera democrática. Pero no fue así, como bien sabemos todos, porque una vez alcanzado el poder -después de una terrible «Guerra Civil» de tres años de duración en la cual hubo un millón de muertos-, el fascismo más duro y fratricida gobernó nuestro país durante cerca de cuarenta años…

Así es, los españoles somos iguales ante la ley. Por tanto, no puede haber, ni debe existir ninguna discriminación contra la comunidad musulmán. El régimen de apartheid que se dio en África del Sur y la segregación que se producía en los estados del sur de EEUU, ya hace décadas que fueron abolidas, siendo condición «sine qua non» para ser miembro de pleno derecho en la ONU.

No existe un solo caso de racismo* en España denunciado por los Tribunales Internacionales, que haya visto la luz, ni siquiera la ONG «Amnistía internacional» Es así de contundente y no cabe otra. Por eso los organizadores de la manifestación del 28 de febrero, al permitir alusiones al racismo en las pancartas, cayeron en una grave irresponsabilidad porque se faltó a la verdad, de manera ignominiosa y perversa, de las cuales tendrán que responder ante la opinión publica de nuestra ciudad y ante los tribunales si son denunciados. Porque no fue una alusión al racismo de manera genérica en el ámbito que pudiera darse en los cuatro puntos cardinales del mundo; sino que era una alusión concreta al racismo en Ceuta.

Para un nacido en el antiguo barrio del «Callejón del Asilo Viejo», junto al Ayuntamiento, es un acto ignominioso, que se halla fuera de la realidad, y se encuentra fuera de los sentimientos y la idiosincrasia de la ciudad y de la convivencia que pervive atávicamente en nuestra capital.

¿Acaso, los niños no van a las mismas escuelas públicas e institutos? ¿Acaso se tiene restringido el acceso a la Formación Profesional y a la Universidad? ¿Acaso en el Hospital General y en los ambulatorios no se permite su asistencia a todos los ciudadanos por igual, sin que exista discriminación, por razón de raza, sexo, religión y opinión, tal como afirma la Constitución de 1978? Tanto es así, que es de sobra conocido que muchas parturientas del país vecino son atendidas en las salas de parto sin coste alguno. ¿Acaso, los transportes públicos están segregados? ¿Acaso en cualquier oficina pública nos son atendidos aquellos que profesan la religión musulmana? ¿Acaso a alguien se le impide el acceso al Ejercito y a los Cuerpos de Seguridad y de Orden Público del Estado? ¿Acaso en algún servicio que preste la Ciudad Autónoma se le deniega al solicitante por su condición de musulmán?

No; no, mis queridos lectores, no existe de manera objetiva ningún tipo de racismo en las calles de nuestra urbe, por muchos que algunos demagogos de baja estopa se afanen en señalarlo por intereses espurios e inconfesables. ¿Qué se esconde detrás de esta calumnia? ¿Qué intereses obscuros hacen atizar el fuego de la animadversión y la ruptura de la buena convivencia entre las diferentes comunidades? ¿Por qué algunos por su radicalismo están interesados que todo se rompa y salte por los aires la buena convivencia que ha costado tanto conseguir?

Miren, los ceutíes somos todos españoles, y españoles sobremanera afortunados: si bien la comunidad musulmana, es claro que tienen raíces con Marruecos y es bueno que sigan teniéndolas; Sin embargo, ahora son españoles de pleno derecho, con derechos y deberes que cumplir. Por tanto. no puede ni debe haber, por supuesto, ni racismo ni discriminación alguna bajo ningún pretexto.

Apuntado todo lo anterior, no hay que confundir racismo, con marginalidad, abandono, o zona deprimida, como sin lugar a duda ocurre en el barrio del Príncipe y también en otros como pudiera ser la Almadraba y las barriadas periféricas, incluso Hadú. No; no es de recibo este abandono, donde el responsable es el equipo de Gobierno que rige los destinos de Ceuta desde hace décadas. Porque no se puede ni se debe despilfarrar en adornar el centro y dejar en barbecho las barriadas que suben por la cuesta del Morro.

Sin embargo, en nuestra ciudad existe un problema añadido para ayudar a las barriadas más depauperadas; y el problema fundamental es que sólo tiene 19 km2 de extensión, y en ella se apiña una población de cerca de 100. 000 habitantes, sin tener zonas industriales donde se pueda desarrollar una economía que dé trabajo a todos sus ciudadanos en edad de trabajar. Tenemos la tasa de paro más alta de España; y el futuro no parece muy halagüeño. El comercio y el puerto, además del propio Ayuntamiento, son los generadores principales de creación de empleo. Pero estos focos de creación de empleo no son suficientes para un tramo tan grande de gente desempleada. Harían falta proyectos consensuados con el Gobierno, que dinamizasen la maltrecha economía de la ciudad, y pudieran crearse nuevos empleos. Aunque es fácil hablar de dinamizar la economía de la ciudad para generar nuevos puestos de trabajo, la cuestión es ¿cómo se lleva a efecto esa política económica, si no viene refrendada y garantizada por fondos que pongan encima de la mesa el Gobierno de Madrid?

Yo diría que es una cuestión de supervivencia, porque a fuer de ser sinceros, parte de la población de nuestra capital no tiene cabida en la ciudad, y no le quedará más remedio -por doloroso que sea- que buscar nuevos horizontes allende El Estrecho, dado las limitaciones que tiene nuestro pequeño territorio. Por lo tanto, se exige que aquellos que estén en ciernes de acudir al mundo laboral, tengan una buena preparación académica y técnica, para que puedan acudir al mercado del trabajo del país en las mejores condiciones.

Lejos queda aquel tiempo pretérito de «la Tarjeta Estadística», que se expedía a los musulmanes de Ceuta, donde algunos derechos fundamentales estaban restringidos, pongamos: el derecho a adquirir una vivienda; sin embargo, con la llegada de la democracia en el año 1978, todos los musulmanes que estaban en posesión de ellas fueron canjeadas por el DNI. Y, por tanto, con todos los derechos y deberes de ser españoles de pleno derecho, como no podía ser de otra manera, y la Constitución Española del 78, así lo declara en su artículo 14.

La reducida extensión de nuestro municipio hace muy difícil que se puedan construir nuevas barriadas, que alivie la situación de falta de vivienda. En todo caso sería necesario que se liberara terreno militar para la edificación de nuevas zonas habitables, que posibilitara la disminución de la excesiva concentración de viviendas en zonas del entorno del Príncipe, como ya antes hemos citado.

Finalmente, para concretar, mejor sería, que no se pierda el tiempo en fuegos artificiales, y las siguientes movilizaciones se haga: «TODOS A UNA» en pedir al Estado, planes para la rehabilitación y modernización de barriadas como el Príncipe, la Almadraba, Benzú, el Mixto, San Amaro, La Pantera, entre otras periféricas, y se estudien diferentes programas económicos, que hagan posible la vida futura en nuestra ciudad…

A título personal, me gustaría dejar unas palabras de esperanza a mis paisanos, pero que no estén falta de realidad, a saber: La ciudad pasa por momentos realmente dramáticos por la falta de trabajo y escasez de vivienda. Pero nada es imposible, y hay que hacer frente al reto de que otra Ceuta habitable y con esperanza es posible; no será fácil, pero con voluntad de todos, olvidándonos de antiguas rencillas, y sintiéndonos UN SOLO PUEBLO, vamos a conseguir que Ceuta, salga adelante. Suerte mulana, y maquina avante -ordenamos al telégrafo de mando-, como decimos los marinos…

(*) El racismo científico europeo

En el siglo XIX, de la mano de los estudios científicos biológicos y antropológicos, se desarrolló una concepción racista con apoyo en la ciencia occidental. Estos estudios científicos sostuvieron que la especie humana estaba dividida en cuatro razas, nombradas a partir del «color» de piel: raza blanca, raza negra, raza amarilla y raza cobriza.

El racismo científico europeo fue intensamente usado en la segunda mitad del siglo XIX por las potencias europeas para justificar el colonialismo, jingoísmo y genocidio, en varias partes de América, África, Asia y Oceanía. Entre ellas puede mencionarse el «reparto de África» legalizado en la Conferencia de Berlín de 1884-1885, en la que doce países europeos, el Imperio otomano y Estados Unidos se consideraron a sí mismos con derechos territoriales exclusivos sobre el continente africano, ignorando a los pueblos que lo habitaban. Entre otros muchos actos inspirados y legitimados por la filosofía racista pueden mencionarse, la apropiación en 1885 como propiedad privada de Leopoldo II de Bélgica del Estado Libre del Congo, en el que impuso un régimen esclavista y genocida; la conquista de la notable ciudad de Tombuctú por Francia en 1893 y la destrucción de su cultura varias veces centenaria; la conquista y destrucción del Reino de Dahomey en 1894 por Francia; la conquista de Madagascar por Francia en 1895; la conquista y destrucción del Reino de Benín en 1897 por Gran Bretaña; la apropiación por parte del empresario y mercenario británico Cecil Rhodes de lo que a su muerte se llamaría Rhodesia; la Conferencia de Algeciras de 1906, en la que las potencias europeas consideraron que Marruecos debía ser un «protectorado» de España y Francia; la matanza por inanición y envenenamiento del agua de las poblaciones Herero y Namaqua en el Desierto del Namib, entre 1904 y 1907, por parte de los colonizadores alemanes, considerado el primer genocidio de siglo XX; etc.

El racismo en Estados Unidos de América

Durante la colonización, al llegar al territorio norteamericano, Inglaterra utilizó el racismo para facilitar y legalizar la esclavitud. La esclavitud en los Estados Unidos comenzó con esclavos negros africanos y las personas de ascendencia africana y, ocasionalmente, con los amerindios. Una ley de Virginia de 1705 estableció que la esclavitud se aplicaría a aquellas personas de pueblos que no fueran cristianos. La mayoría de los esclavos eran negros, y estaban en poder de los blancos, aunque algunos norteamericanos nativos y negros libres también tenían esclavos. La esclavitud se prohíbe en Estados Unidos en 1865, luego de la Guerra de Secesión, mediante la Decimotercera Enmienda.


Aun habiéndose eliminado la esclavitud, se siguió practicando la segregación durante casi un siglo, pero, como resultado de la lucha por el Movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos y del apoyo del Presidente John F. Kennedy y de Lyndon Johnson, se firma en 1964 la Ley de Derechos Civiles, en la que se prohíbe la aplicación desigual de los requisitos de registro de votantes y la segregación racial en las escuelas, en el lugar de trabajo y en las instalaciones que sirvieran al público en general («lugares públicos»), y, un año después, en 1965, la Ley de derecho de voto.

El racismo nazi y el Holocausto judío y gitano

La evolución de la ideología racista en la cultura alemana tuvo su máximo desarrollo con el movimiento nacionalsocialista (nazismo), liderado por Adolf Hitler, que obtuvo la adhesión de una gran parte de la población alemana en las décadas de 1930 y 1940, hasta que colapsó con la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, en 1945. El nacionalsocialismo surgió como una ideología de superioridad de la llamada «raza blanca» y dentro de ella supremacía de una hipotética «raza aria», de la cual los alemanes, eran considerados su expresión más pura en el siglo XX. El racismo nazi estuvo dirigido principalmente contra las personas de origen judío y en segundo lugar contra las personas pertenecientes al pueblo gitano. El nazismo obtuvo también fuerte adhesión fuera de Alemania, en países como Estados Unidos, donde confluyó con el fuerte desarrollo del racismo estadounidense dirigido especialmente contra la minoría afroamericana; su principal empresario Henry Ford fue seguidor y ardiente difusor de la ideología nazi entre las personas de habla inglesa.


El judío internacional (1920), libro del famoso empresario estadounidense Henry Ford, fue de gran influencia en la expansión mundial del racismo y en la ideología nazi, determinando la persecución y asesinato de los alemanes de origen judío, y luego de otras minorías étnicas como los gitanos. Esta clase de ideas se manifiesta en el desplazamiento, internamiento, y, más tarde, el exterminio sistemático de un número estimado de 11 millones a 12 millones de personas. En medio de la Segunda Guerra Mundial, aproximadamente la mitad de esas víctimas son judíos en lo que es históricamente recordado como el Holocausto (Shoah), y otro grupo enorme de 100 000-1 000 000 de gitanos, que fueron asesinados en el Porraimos u «holocausto de los gitanos». (El texto está disponible bajo licencia Creative Conmons Atribución Compartir Igual 3.0; Wikipedia®, es una marca registrada de la Fundación Wikimedia, Inc., una organización sin ánimo de lucro).

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