Opinión

Mamá, gracias por la Rosita

Hoy en día vivimos en un individualismo atroz tan inmenso que nos atrevemos a decir que nadie es imprescindible. Ni nuestros amigos y amigas, ni nuestros hermanos y hermanas, ni nuestros sobrinos y sobrinas, ni nuestro amor, ni nuestro padre, ni, siquiera, lo más sagrado que tenemos; es decir, nuestra madre.

Aquellos y aquellas que se atrevan a decir que nadie es imprescindible considero que o no tienen madre; o Dios perdónalos porque no saben lo que dicen. Bueno en mi caso, que sólo creo en la naturaleza, en la anarquía de los niños y en las miradas de los que luchan por las injusticias universales no le exclamo el perdón ya que serán ricos en el ego y, quizás en los bolsillos, pero, desde luego, bastante pobre en lo más hondo de sus corazones.

Cada día que pasa lo tacho en el calendario porque entiendo que un día menos me queda en la tierra para volver a verte. Lo más hermoso de una madre no son ni sus abrazos, ni las respuestas que te ofrece ante cualquier avatar que te ocurra; si no son sus eternas conversaciones junto a un café calentito y a un inefable atardecer.

"No hay día que pise la orilla con el infinito vaivén de las olas ante el lienzo de los cárdenos sin acordarme de ti"

No hay día que pise la orilla con el infinito vaivén de las olas ante el lienzo de los cárdenos sin acordarme de ti. Me quede sin tu café, me quede sin tu conversación y me quede sin tus consejos; y eso me convirtió en el hijo de tus recuerdos. Es decir, en un huérfano de la playa victoria que empieza cuando la mujer por megafonía anuncia la hora de la tarde y que los servicios públicos quedan cerrados hasta la nueva jornada.

No te puedo engañar, sin ti nada es lo mismo, Me queda el amor de mi sobrino y mi sobrina que me apacigua el dolor de manera conmensurable pero mi alma es como un emoticono de una lágrima que se prolonga semana tras semana. Las cataratas de mis ojos hace tiempo que se secaron. Asimismo, los momentos solo y abatido jamás paran mama ya que son una constante diaria que me imagino que durarán hasta mi último plato de puchero.

Antes me daba miedo todo ya no le temo a nada. Tu ausencia me ha convertido en un valiente del día a día. Me he ido convirtiendo en una persona pragmática que, precisamente, era eso lo que más criticaba de ti y que tanta peleas nos aconteció. Nunca entendí lo poco reflexiva que eras y que no te cuestionases nada de los misterios de la humanidad pero una vez que ya ha pasado un lustro desde tu marcha, te entiendo perfectamente.

Tu único problema era llegar a fin de mes y hoy entiendo que ese era el mayor de tus enigmas. Una madre con cinco hijos e hijas en qué otras interrogantes iba a pensar. Pues mama vaya manera de responder a esa pregunta tu sí que eras una filósofa. En este sentido, creo que Jorge Bucay O Paulo Coelho se quedan cortos contigo. Tus actos sí que eran un libro de autoayuda para aquellas personas con problemas grandilocuentes.

No te puedo engañar, mi ilusión por la educación ya no es la misma. Creí que la tiza iba a paliar tu ausencia pero todo lo contrario, las pizarras se transforman en mares de recuerdos donde me sumerjo en una melancolía tan grande que deseo que llegue el timbre de las 15 horas.

Aunque a veces cuando me olvido de ti los días son más plausible y, reconozco, que mis lecciones tienen mayor calidad. Y cuando me pongo pragmático como tú les enseño que la frase de “nadie es imprescindible” la tachen de su diario porque es totalmente falsa.

Ahora más que nunca que vivimos bajo un mundo tan individualista y “logotizado” necesitamos que esa frase no inunde nuestra mente. Por ello, mama a mis alumnos y alumnas les manifiesto que no hagan caso a los revolucionarios y revolucionarias de papel que chillan afirmando que nadie es imprescindible porque no hay mayor revolución que valorar aquella persona que pierde su maravilloso tiempo en dedicarte un simple rato; en hacerte unos guisantes con jamón; en cuidar de tu familia; o en recomendarte que te leas unos hermosos versos.

No hay mayor acto de amor y revolucionario que valorar a aquella persona que te ofrece cobijo en tus momentos más lúgubre donde, a veces, la soledad te pisa tan fuerte que te ahoga, te asfixia, se apodera de ti y, en ocasiones, acabas en un laberinto sin salida.

Una vez que anduve por varios continentes y navegue por ciertos mares he entendido que la independencia no se logra a golpe de pistola sino de conciencia y para ello, valorar a quién tienes a tu lado es imprescindible. Si consideras que nadie es imprescindible por muchas tecnologías que poseas volveremos, de una manera u otra, a la época de las cavernas. O peor aún, rebobinaremos en un tiempo donde la religión imperaba, por encima de todos los elementos visibles e invisibles, en cualquier continente; y ya sabemos cómo se las gasta los textos del cielo y el infierno.

Y, no es que la religión no sea importante, qué lo es, pero existe un importante sector de la sociedad que entendemos mejor que los dogmas religiosos se queden en su templo y, a ser posible, que no salgan. De lo contrario…

El mundo camina de manera incontrolada en más guerras. Por ello, ir señalando que nadie es imprescindible no ayuda, precisamente, en acabar con realidades bélicas ya que si permitimos tal frase las distintas sociedades no cesarán en seguir sesgando vidas. Si no que se lo pregunten a los palestinos, ucranianos y yemenís, entre otros.

Mama, al igual que no creo en la frase nadie es imprescindible tampoco era muy optimista con que apareciera alguien que nos pudiera cuidar de una manera parecida a como tú lo hacías. Y así ha sido.

Llego sin hacer ruido. De la manera más educada y respetuosa posible. Sin pedir nada a cambio. Llena de detalles. Con la paciencia de una enfermera. Yo pensé que venía para un rato ya que conozco bastante bien al universo que ella se estaba acercando. En cambio, los días pasan y el amor que ella nos radia cada vez es más grande.

No sé si es cosa tuya mama porque tú eras así, nos protegías tanto que la desgracia lo transformabas en alegría. Una obra teatral con tintes tristes tú la convertías en una comedia. Siempre hacías lo que fuera para que los días acabasen en sonrisa como la que siempre pintabas en el sur de tu cara.

Entonces, ¿mamá, ha sido cosa tuya la Rosita que nos ha traído a nuestra familia?

Yo creo que sí. Una vez te pregunte a sabiendas que te quedaba poco para marchar con el barquero: ¿mama allá dóndes estés? ¿Te manifestarás? ¿Harás lo que sea para sentirte? Y tú me respondías y me prometías que sí.

Ahora puedo decirles a mis amigos y a mi familia que sí que te has manifestado y ha sido con el acto más bonito que existe entre dos personas; qué es el regalo de una Rosita.

No te preocupes mama nadie te va a sustituir. Te prometo que el sol besando al mar con el café cárdeno y los secretos más íntimos siempre serán nuestros; y mi cuento donde tanto en esta vida como en otra tú siempre serás mí mama jamás cambiará. Ya lo sabes, son los caprichos de la eternidad.

Desde hace algún tiempo una Rosita vive en nuestro etéreo jardín; en el jardín de las personas imprescindibles…

Y el día mamá, que volvamos a dialogar allá en el anillo de Saturno, que escriban en el libro de mi historia el siguiente final: “la amistad, la familia, mi inquietud, mi amor, mi papa y mi mama son retales de mi vida, y que, por favor, no se olviden de poner como marca página, una Rosita…”.

X la revolución de los desiguales.

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