Pasará a la historia cofrade y de la ciudad como la Magna, destacando ese matiz de superlatividad, porque así fue como se vivió la jornada de este sábado. La Magna procesión Mariana supuso un momento místico para quien quiso verlo así, pero también festivo para los que decidieron ponerse las gafas de mero espectador. El cofrade, el que estaba acumulando nervios durante toda la semana, pudo disfrutar de un día irrepetible, porque esta gran jornada en la que se rindió una pleitesía única y unánime a la Patrona fue eso, histórica. Hubo que esperar seis siglos, pero sin duda mereció la pena, tanto por las estampas que se sucedieron como por el ambiente que impregnó a la ciudad desde primeras horas de la mañana hasta bien avanzada la noche. Pese a todas las circunstancias emotivas que se vivieron en diferentes puntos y enclaves, solo hubo una protagonista: la Patrona, la Virgen de África en honor de quien se celebraba tal efeméride. Cuando cayó la tarde, el incienso se adueñó del centro, las bandas ensayaban en los aledaños de la plaza de África, los costaleros se preparaban y los ciudadanos comenzaban a tomar las primeras filas de asientos, de esas 600 sillas dispuestas entre Victori Goñalons y la plaza de la Constitución, donde una horas más tarde sería imposible transitar.
La entrada de la Patrona en Constitución fue uno de los momentos más emotivos que se vivieron
A media hora de que la Patrona emprendiese la salida desde su santuario, el entorno comenzaba a llenarse de devotos que desafiaban al aplastante calor que sobre allí se cernía. Unos quince minutos más tarde de la hora estipulada, las 19.00 horas, las puertas del templo se abrían para que la Virgen de África, iluminada entre esos fuertes rayos de sol y con los sones del himno del España, iniciase su gran procesión. Sin embargo, en ese recorrido por el Paseo de las Palmeras, la querida Patrona no estuvo lo suficientemente arropada. Un itinerario bastante vacío, como gran parte del centro que no comenzó a abarrotarse hasta un par de horas más tarde. Sin bien, a su llegada a Constitución ya comenzaba a gestarse ese gran clima que reinó hasta el final de la jornada. La entrada de la Patrona, fue uno de los momentos más emotivos que se vivió. Gran precisión y perfección también la de los costaleros que supieron , pese al escaso margen de movimiento, disponer el paso en el espacio que se le había dedicado a la Virgen de África sin ningún problema. Y allí, situada en ese majestuosos altar, decorado con una gran alfombra y flanqueada por columnas, el obispo Rafael Zornoza inició la primera de las oraciones que se sucederían con la llegada de cada imagen mariana. Mientras, en el otro punto de ebullición, la Catedral, comenzaba uno de los momentos más esperados por la ciudadanía, que lentamente se daba cita a sus puertas para abrazar a cada una de las doce vírgenes que desfilaron para rendirse, al final de su recorrido, ante la Patrona. Encabezó la comitiva el simpecado del Rocío seguida por Las Lágrimas y, así, por orden de antigüedad hasta que Los Remedios cerró la puerta de la Catedral.
Las salidas fueron ágiles con una consecución entre los pasos y sin grandes demoras
Pese a que la procesión sufrió un leve retraso, las salidas fueron ágiles, con una consecución entre los pasos sin grandes demoras. En Jáudenes emprendieron carrera oficial entre aplausos y vítores, a la vez que, progresivamente se sumergían entre un mar de fieles. Y una a una llegaron a ese gran altar donde se dirigían todas las miradas. Ante cada paso, cada oración, cada silencio... Esa majestuosa imagen que llegó hace 600 años paró a una ciudad que se rindió para admirarla. La Magna cautivó la tradición, abarrotó calles y terrazas que, esperaban con emoción entre el olor del incienso y al tambor que marcó el paso, a las ‘reinas’ del pueblo cofrade. Las doce imágenes marianas lucieron en su máximo esplendor para celebrar a la Patrona.