Categorías: Opinión

Mafiosos

Estamos acostumbrados a conocer de aquellas notas policiales en las que las excelentísimas fuerzas de seguridad nos ‘venden’ las detenciones de mafiosos y amigos de los mafiosos. De ciento a viento nos topamos incluso con operaciones de gran impacto mediático que dan para más de una portada aunque después, a la hora de la verdad, el juez de turno ponga a los malos malísimos mafiosos en la calle. Pero en este mundo de la mafia hay que ser de miras abiertas y saber detectar que no se encuentra sólo entre los de apellidos ilustres por ser sobrinos de sultanes o entre los tildados por la Policía como cabecillas de bandas organizadas. Hay más mafiosos que se colocan su traje, corbata y título de empresario que saca del paro a las familias, buscando ese marquesado que la historia le ha vetado. Porque la historia se escribe con hechos y los hechos están para recordarlos. Y como la veda se ha abierto, pues vamos a empezar a escribir artículos de esos mafiosos, narcotraficantes encubiertos que se disfrazan de empresarios.
Cuenta la historia que hubo quien requirió el apoyo, auxilio o como quieran llamarlo de un perseguido policial al que se le vincula con el control del tráfico de cocaína. ¿Saben por qué? Porque el narcotraficante metido a empresario que busca integrarse en la red social, asistiendo a actos públicos para que le vean, se llevó lo que no tenía que llevarse, creyendo que el engaño iba a colar y la extorsión y el chantaje que tanto gusta de practicar le iba a salir bien. Pero no fue así y hubo quien mandó que le cortaran la mano. Sí, como al ladrón, cortarle la mano por haberla metido donde no debía. La mano, digo. Así que el narcotraficante, mafioso, que se disfraza de empresario pidió apoyos al cabecilla para que mediara. Y medió, medió la mar de bien y además luego lo contó a todo aquel que quería escucharle.
Así el mafioso puede seguir por la calle con sus dos manitas para hacer los negocios que le gustan, ofendiéndose porque hay quien le recuerda que es un narcotraficante y haciendo valer el honor que dice tener mientras se afana en aprender a hablar correctamente.
Vivimos en Ceuta, ciudad de la doble moral en donde hay quien elige someterse a ella, cobrando dinero pagado por un mafioso y defendiendo ¿sus honores? A mí nunca me ha dado miedo marcar al mafioso disfrazado de empresario su camino. ¿Ladran? luego cabalgamos.

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