Tuve la inmensa suerte de volver a saludar a Loli Pouso hace pocos años en una situación bastante difícil pues todos asistíamos al sepelio de mi sobrino Benito, llorado por todos los que le conocían y amaban. No obstante y a pesar del momento amargo, los recuerdos se empezaron a agolpar en mi mente y con gran rapidez me llevaron a los años en los que conocía a Jaime y Carlos Miras Pouso, hijos de Loli, a ella y a toda su familia dedico estas palabras de recuerdo; obviamente recordar a Loli también es hacer lo propio con Pepe Miras, su querido esposo y admirado traductor de lenguas norteafricanas. Recordar a las personas que se van es siempre gratificante y sano, nos une con la cadena de acontecimientos que suceden alrededor de nuestras efímeras vidas y nos conecta con la trascendencia y la eternidad. Estamos todos tan perdidos en la inmensidad de la existencia, y necesitamos tanto a Dios en nuestra insignificancia material y natural, que estos pequeños homenajes nos hacen recordar el linaje humano del que provenimos y el fin para el que fuimos todos creados, esto es volver a nuestro creador.
El amor debería envolvernos como una nebulosa celestial y puede que lo haga pues no para de bajar de lo alto, pero en nuestro estado de anemia espiritual colectiva no llega a prender en corazones demasiado atados al materialismo imperante. Me encanta recordar a Loli porque fue una cuidadora de raza, lo digo con conocimiento de causa porque me hice amigo de dos de sus hijos cuando vinieron del que fue Sahara español y pasé mucho tiempo en su casa de la Almadraba. Ella llevaba con una gran naturalidad tener a un montón de jóvenes a su alrededor, nunca estaba estresada ni malhumorada, y no tenía el más mínimo reparo en admitir en su casa a algunos más. Obviamente había unas normas que cumplir para mantener la nave de la casa funcionando, pero parecía encantada teniendo tanta juventud a su alrededor.
Loli solo engendró varones, y sus hijos, como era de esperar sobre todo en aquella época, traían a otros varones a su casa para compartir ratos de música y vivencias; todo aquello que hacen los adolescentes en una década marcada por profundos cambios políticos en nuestro país. Fueron años de amistad y práctica deportiva, la relación de amistad con Carlos y Jaime fue una gran satisfacción pues conecté mucho con personas distintas que venían de una realidad colonial en el lejano Sahara que me atraía como un imán. No podía imaginar que años más tarde tendría la oportunidad de convertirme en naturalista científico y recorrer los litorales de aquellos territorios tan duros como bello en compañía de mi querida esposa. Las pérdidas son traumáticas y cuando hay que salir precipitadamente de un territorio que se ha llegado a amar tanto se produce una ruptura emocional que debe ser gestionada convenientemente; ese sentimiento lo capté en aquella casa.
“Me encanta recordar a Loli porque fue una cuidadora de raza, lo digo con conocimiento de causa porque me hice amigo de dos de sus hijos cuando vinieron del que fue Sahara español y pasé mucho tiempo en su casa de la Almadraba"
Loli venia de familia poco convencional para su época, mezcla de culturas europeas y con interés en emprender negocios fructíferos; sin embargo, todo fue alterado por el infame conflicto ocasionado por la entonces inminente guerra civil. Su padre, después de muchos avatares y emprendimientos, se convirtió en militar destinado en Ceuta y el espíritu de su vocación africana y de aventuras se plasmó fenomenalmente cuanto las almas de Pepe y Loli se encontraron. Después de unirse en matrimonio y de tener dos hijos pequeños decidieron marchar, a un cierto, y tal vez prometedor territorio colonial español del Sahara occidental. Allí ejercieron su magisterio (Pepe Traduciendo y ella enseñando) siempre dejando huella; en aquella tierra inhóspita pero tan sugerente, tuvieron al resto de los varones que componen su nutrida familia.
Al modo de la expedición de Rizzo, Cervera y aquellos otros que partieron desde Ceuta hacia el difícil territorio de Río de Oro, también marcharon esperanzados y llenos de ilusiones hacia su destino en la capital del Sahara español. Con dos niños pequeños y una gran confianza en la providencia se lanzaron a realizar su destino. Dios asiste a los valientes y por lo tanto fueron bendecidos con una vocación sacerdotal y eso solo indica, que como padres cristianos, cumplieron con su cometido de acercar a sus retoños a la iglesia de Cristo.
Recordar a Loli y a su marido es hablar de una estirpe de personas buenas que supieron acoger y ser hospitalarios. Ella es una mujer de su tiempo, diríamos que de lo mejor por su mezcla de amor a la tradición y su clara apuesta por el progreso mental sin que nunca perdiera pie hacia ningún tipo de radicalismo ni fanatismo religioso. Era una forma de entender la vida poco o nada individualista que buscaba a los demás y no perdía de vista el sentido sobrenatural de la vida: los pies en la tierra y la cabeza en el cielo.
Nunca me cansaré de homenajear, siempre que tenga energías, con humildad y cariño a tantas personas que nos precedieron haciendo posible nuestra humanización y sano desarrollo. Todos estamos llenos de defectos y errores pero cuando miro hacia atrás en el tiempo y observo lo vivido en buena compañía, me siento profundamente agradecido por estas vivencias irrepetibles que sin duda ayudaron a mi formación.
A todos vosotros hijos y parientes de Loli y Pepe, solo quiero que sepáis que tengo un recuerdo imborrable de vuestros queridos padres guardado en este viejo corazón. La compañía de mis amigos Jaime, Carlos y los demás hermanos Miras Pouso supuso una gran alegría, y de alguna forma continúan todos conmigo conforme voy cumpliendo años. Carlos en especial porque tengo la gran suerte de tenerlo, ya no solo como fiel amigo en cualquier circunstancia de la vida, sino también como cuñado.
Solo por tu batido de leche con cacao fresquito en la nevera de tu casa, ya te adoré Loli Pouso, y por ser tan graciosa y desenfadada y por colgarte del quicio de tu cocina para estirarte el cuello debido a las cervicales y por no quejarte de nada y sacar adelante una familia en tiempos puede que materialmente fáciles pero espiritualmente complicados.
Teniendo un hijo sacerdote no me corresponde añadir nada en clave sobrenatural sin meter la pata pero estoy seguro que tu alma inmortal goza de la luz eterna de Dios. Si te gusto esta sentida despedida de este mundo, solo te pido que te acuerdes de nosotros e intercedas para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor.
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