Recibí una llamada en el trabajo. Serían las once de la mañana. Era mi hermana menor me contó que aquella pasada noche serían las diez aproximadamente, cuando estaban viendo la televisión, de buenas a primeras escuchó una frase que provenía de la zona de la cocina. Diciendo: “Iros ya de la casa”. La primera vez la verdad lo escuché pero pasé completamente. A los pocos minutos volví a escuchar la misma frase: “Iros ya de la casa”. Yo abrí los ojos asustada, mire por todas partes y no conseguí ver a nada ni a nadie. Esta vez fue acompañado estas palabras con la acción de que todas las puertas del piso de abajo se estuvieron abriéndose y cerrándose. Parecía un concierto perfectamente sincronizado. Yo la verdad me encontraba en un estado de nerviosismo muy fuerte le dije a mamá si estaba viendo y escuchando lo que estaba ocurriendo y la escuché que estaba rezando una y otra vez “Padre Nuestro...” y no me hacía ni caso. Estaba en su mundo una vez mas inhibiéndose del espectáculo que estaba yo soportado. Decidí en pegar dos chillidos retadores diciendo: “Si alguien quiere hablar conmigo que se manifieste”. Me acordé de tus consejos y lo puse en practica aunque la verdad estaba histérica. Y fue cuando algo me cogió del cuello y me estuvo apretando durante un rato hasta que mamá la vi levantarse y decir: “Suéltala, si tienes algo contra mi familia hazlo conmigo”. Fue cuando me soltó y me dejó tranquila. Yo la intente calmar. Incluso me ofrecí en ir para allá urgentemente en el momento que hablara tanto con mi jefe como con la familia. Pero ella se negó.
Le recordé si le había dado las pastillas que me había recetado el médico del pueblo y ella con una voz casi rota me dijo que no. Que la verdad le dio lástima de tener que darle tantas pastillas y tenerla tan drogada. Pero que viendo las consecuencias debería de retractarse y darle está medicina. Estaba demostrado que era ella la que inducia a los malos ratos que habíamos tenido todos y cada uno de nosotros. La consolé y le di a entender que ya le quedaba menos de la guardia. Ella con una sonrisa de resignación me dijo que era verdad. Noté que las lágrimas estaban ahí. Era rabia contenida y emoción a la vez. Es que estar en esos momentos allí es muy duro. Y encima sola. Yo he pasado por eso y lo reconozco. Es muy fuerte. Le puse al día sobre la reunión que había tenido con Claudio y le dije que se lo dijera a nuestra otra hermana, aunque yo estaba preparando una carta para poner en antecedentes a todos y cada unos de nuestros hermanos. La misma la había estructurado de la siguiente forma: “Queridos hermanos, estuve reunido con Claudio y éste me informó que había muchas formas para conseguir la herencia de nuestros abuelos y una de las primeras cosas que teníamos que hacer era convencer a nuestra madre para, primero, ver si era verdad que existía esta herencia. Segundo, si era cierta, pleitear por ella con el objetivo de tener derechos plenos sobre la fortuna. Y no una parte. Para ello teníamos que alquilar la residencia actual de mamá para tener fondos que conllevaría en tener que estar con ella la quincena en nuestros domicilios. Así evitaríamos los imprevistos que teníamos cada dos por tres en casa de mamá y podíamos probar el efecto negativo que producía la casa a nuestra madre. Aunque esto último teníamos que observarlo. Por último deberíamos promover una reunión urgente de todos nosotros. La idea principal sería en casa de quién le tocará de cuidar a nuestra madre”.
Hice como la otra vez una copia para cada uno de mis hermanos y las mandé a cada uno de ellos. También les puse que esta vez dieran señales de vida rápido, ya que no se podía dejar por más tiempo estos menesteres.
Esto lo dudaba yo mucho y sabía que después de unos días debería de reforzarlo con una llamada telefónica a cada uno de mis hermanos. Tenía mucho trabajo atrasado pero gracias a los ordenadores, en poco tiempo tuve hecho todo este trabajo. Cortar y pegar que gusto da. Igualito que lo que tuve que hacer en el pueblo con los folios y el bolígrafo. Me salieron unos buenos músculos al realizar la tarea.