Opinión

Mi madre (III)

Las guardias para estar con mi madre fueron puestas con una carencia de 15 días. Aquí fue cuando empezaron las experiencias raras que cada uno de nosotros tuvo que ir soportando. Voy a intentar ir narrándolas por fechas e hijos. Como me fueron revelando. Una noche se levantó de la cama y salió corriendo hacia el jardín abriendo las puertas oportunas. Mi hermana, María,  la dejó de ir para ver lo que le pasaba. Se sentó en una hamaca y empezó a hablar en francés con algo o alguien que según mi hermana debería de estar muy cerca de ella. La conversación fue más o menos la siguiente: “Yo tengo la culpa de que esté todo el jardín lleno de hojas malas. Desde que no tengo a mis criados, que los tengo de vacaciones, no puedo estar en todo. Pero bueno también hay que vivir la vida y si para ello hay un poco de desorganización tampoco pasa nada. Pero no me vayas a pegar por esto mamá. No puedo hacer muchas cosas. Ahora estoy descansando. Es de noche se debe de dormir. Siempre que se pueda claro. Hasta los criados de noche duermen. Si han trabajado duro. Hay que procurar que no sean holgazanes. Paco eres tú. Estás cada día más guapo. Dentro de nada me reuniré contigo, espero que te acuerdes de mí. Los niños los tengo todos muy limpios y aseados. Como a ti te gusta. No. No quiero dormir. Cuando lo hago me encuentro con la serpiente. Es muy mala me quiere picar. A mí no me gusta. Deseo que se vaya de mi vida”.
Y empezaba a gritar como una posesa. Teníamos que ponernos junta a ella y acariciarla. Decirle cosas bonitas hasta que se quedaba tranquila.
Mi otra hermana, Justina, me contó que después de tirarse casi una hora gritando y de intentar que se callara. Empezó a hablar diciendo: “Yo soy buena. No puedo remediar de estar en esta casa es mía. La compro mi marido y de ella no puedo salir. Es el único sitio que tengo. Yo no quiero ir a una residencia. Me quedo aquí”. Y empezó a rezar todas las oraciones que conocemos y algunas más. Después de casi una hora se quedó la pobre dormida. Yo tengo la ligera, declaraba mi hermana,  sensación que hay algo aquí, en la casa, que le habla y ella quiere defenderse. La solución creo que sería de vender este lugar. Para que queremos tanto lujo. Podríamos sacar algo de todo esto y mandarla a una residencia”.
Uno de mis hermanos, concretamente Claudio, me comentó que una noche la sorprendió de rodillas rezando en voz alta y de vez en cuando se escuchaba decir: “No te acerques a mis hijos todo lo que tengas que hacer hazlo contra mi yo seré tu mártir”.  Y se tiraba al suelo con las manos abiertas y seguía sus plegarias. Me lo contó con una carita de miedo que todavía la recuerdo perfectamente.
Pero sin duda la más dramática fue la que me contó Carlos. Estaba en casa serían las ocho y poco de la noche cuando escuché unos golpes terribles en el salón salí corriendo y vi como nuestra madre estaba con las manos abiertas en forma de Cruz y también las piernas y estaba levantada del suelo como un metro aproximadamente. Pegué un gran chillido y me lancé a abrazar a nuestra madre a los pocos segundo bajo de donde estaba. Tenía los ojos abiertos de par en par y seguía rezando. La lleve a su sillón y empecé con ella a rezar. Era una acción inusual. Nunca la vi así”.
Yo la verdad estaba muy nervioso y a la vez asustado de quedarme con ella. Mira que intente colarle el gol a mi mujer o a mi hija pero no hubo trato. La primera noche fue la peor. Después de darle la cena y lavarla. Nos sentamos en el salón para ver la televisión. Me acuerdo que puse una película romántica. Ella no había dicho nada desde que aparecí por las puertas. Y me empezó a hablar: “Desde que te fuiste todo no ha sido igual. Mi madre me decía que te había echado yo de casa. Yo la verdad que siempre has sido mi niño preferido. Mi primer hijo. Mi primer parto. Mi primera experiencia. Nunca comprendí por qué te fuiste de casa. La abuela decía que por qué te pegaba. No te podía dejar que hicieras lo que quisiera. La rectitud es signo de educación. Yo tuve una buena educación. Pero me fui de casa. Como tu. Quería a un hombre y nadie quería que estuviera con el. Era injusto. Y por eso me marché con el. Lo quería con toda mi alma y gracias a ello te tuve a ti. Se que me llamaron rebelde. Pero no era eso es muy diferente. Yo quería estar con tu padre. Y la abuela me maldijo por no ser sumisa. Una mujer son sentimientos. Y nuestra naturaleza nos dice que amemos para tener hijos . No nos podemos ocultar ante la llamada de la naturaleza”.

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