Así rezaba uno de los reclamos publicitarios que vimos en la isla de Madeira, donde habíamos acudido para participar en el último Congreso organizado por la activa Asociación Portuguesa de Desarrollo Regional (APDR). Antes lo celebraron en las Azores. Pero también vienen desarrollando jornadas cortas de trabajo en distintas regiones de Portugal, e incluso en antiguas colonias portuguesas del continente africano, como es el caso de Cabo Verde, Guinea Bissau o Angola. En la actualidad han puesto sus miradas en este continente, en el que pretenden llevar a cabo diversas actividades en coordinación con las universidades de dichos países.
El grupo de investigadores de la Universidad de Granada que solemos realizar trabajos relacionados con el desarrollo económico y la fiscalidad, mantenemos magníficas relaciones con esta asociación, que siempre nos invita a sus Congresos. Nosotros les correspondemos con ponencias cuidadas al máximo. En aquellas que tienen relación con Ceuta, solemos incluir algunas fotografías cedidas por los servicios técnicos de promoción turística de la ciudad. Y cuando les mostramos las Murallas reales y su Foso navegable, nos recuerdan que esta ciudad fue conquistada por los portugueses en 1415. Claro, nosotros también les refrescamos la memoria explicándoles que posteriormente, en 1640, el pueblo de Ceuta decidió por referéndum mantenerse incorporado a la Corona española, a la que pertenecía desde 1580, y no seguir a Portugal en su proceso de secesión. La última fotografía que solemos incluir recoge una perspectiva del Auditorio de su paisano, el arquitecto Álvaro Siza.
En esta ocasión el Congreso tenía como tema principal los espacios transfronterizos y sus canales de comunicación. Nosotros les presentábamos dos trabajos. Uno en el que se analizaba el crecimiento económico y la productividad en las distintas regiones españolas fronterizas con Portugal. Otro, en el que mostrábamos la situación de la economía de Ceuta tras el desarme arancelario iniciado por Marruecos en el año 2000. Ellos nos hablaron de sus zonas ultraperiféricas y de algunos de sus problemas. También de interesantes propuestas de desarrollo turístico sostenible.
Madeira es una preciosa isla de origen volcánico, situada a unos 400 kilómetros de las Islas Canarias y a 860 de Lisboa. Fue colonizada por los portugueses en 1425. Es una de las diez regiones ultraperiféricas de la Unión Europea, y por tanto goza de los privilegios que esta situación conlleva en lo referente a políticas de apoyo y cohesión encaminadas a suplir sus carencias en infraestructuras, materias primas y desarrollo económico. No tienen grandes playas, pero sí una envidiable naturaleza, que han sabido cuidar y enfocar hacia el turismo sostenible. Por ello, más del 75% de su economía se dedica a este sector.
El Congreso también ha sido un reflejo de esta situación, pues muchas de las ponencias nos han hablado del desarrollo económico sostenible en la isla. El deporte y las actividades turísticas con él relacionadas, como una de los sectores fundamentales que ayudan al desarrollo regional. La cualificación y formación de personal para las actividades turísticas, como eje principal sobre el que debe pivotar dicha actividad. La gestión de espacios naturales y el turismo relacionado con la naturaleza y la sostenibilidad medioambiental. El turismo de aventura. O incluso la gestión eficiente de residuos. Todo giraba en torno a una actividad principal, el turismo, al que se cuida y mima, pues de él depende gran parte de su desarrollo económico. Pero esto se hace desde un punto de vista global e integrado, pues aquí se tiene claro que para que el turista vuelva a la isla no es suficiente con que en el hotel en el que se aloje reciba buenas atenciones.
Como decíamos antes, Madeira no tiene grandes playas de arena fina. Sólo en la vecina isla de Porto Santo se puede encontrar algo así. Pero sí tiene un clima y una naturaleza envidiables, con especies únicas en el mundo, como las que se encuentran en los bosques de Laurisilva. Este entorno natural es el que cuidan al detalle. Y también el amable trato a los turistas, que desde el primer momento se encuentran cómodos y tranquilos. Estos atractivos, junto a la limpieza y a la planificación de innumerables actividades relacionadas con la naturaleza, son las que hacen de estas islas un enclave estratégico y uno de los primeros destinos turísticos de Europa, al margen del denominado turismo de sol y playa.
Cuando contemplaba sus acantilados, sus inmensos bosques, el verde de sus parques, la limpieza de sus calles, el trato amable de sus gentes, las Islas Salvajes, las Islas Desiertas (uno de los últimos refugios atlánticos de la Foca Monje), y sobre todo la tranquilidad que en ellas se podía respirar, me acordaba de Ceuta, donde tampoco se tienen grandes playas, pero que, salvando las distancias, también se tienen una serie de encantos naturales e históricos que sabiéndolos combinar y cuidar, podrían ayudar a su desarrollo económico.
Pero para ello se necesita algo fundamental. Creer en esa tierra, con sus columnas de Hércules a la entrada, como los madeirenses, y también los portugueses y los europeos, han creído en esta hija del fuego y del mar. Y también mucho trabajo, mucha perseverancia y mucha humildad.