Luis Pérez, historiador cubano, se ha llevado el premio del certamen que convoca Avant en colaboración con la Ciudad Autónoma en la categoría de Poesía.
–¿Qué quiere transmitir con su poesía ‘El soldado de Rimbaud’?
–La poesía, por su poder de síntesis, nos permite transmitir emociones, estados anímicos que sólo son propios de la estrofa en encabalgamiento —décima—, o rompimiento —libre—. En mi caso siempre me ha servido para transmitir, en ese propio marco reducido de palabras, experiencias y emociones que a través de imágenes y metáforas puedan ser más digeribles al paladar de los lectores, siempre que estos códigos no agredan ni abusen, en su uso metafísico y metafórico, el poder comunicativo y de entendimiento que nos ofrece la poesía en sí. En fin, es la mejor manera que encuentro para, en un momento determinado, decirle a la mujer que amo, a mis hijos y amigos cuanto los quiero con el silencio de mis manos.
–¿Qué le llevó a presentarse a este concurso?
–Más que el afán por una trascendencia que nunca me ha interesado, por el interés de que mi obra pueda ser leída por un mayor y heterogéneo público, con otra idiosincrasia y forma de ver y asumir la vida.
–Más de 900 manuscritos y el suyo resultó ganador. ¿Qué significa para usted conseguir este galardón?
–Cada premio es un estímulo y compromiso con uno mismo para seguir con el duro quehacer que es imponerse al terrorífico silencio del papel en blanco, es saberse dominador de un mundo donde sólo habitas tú con tus fantasma, pero a sabiendas que no las puedes dejar que se apropien de tus historias, de cada sueño inconcluso, compartirlas sí, pero no entregarlas. Ese es significado de este premio, la enseñanza que me deja.
–Usted es historiador, ¿cómo ha llegado a dedicarse también a la literatura?
–Primero estudié Historia, mientras realizaba los estudios también escribía mis historias y las engavetaba, pero siempre soñando con publicarlas. Así, asistiendo a los talleres de creación literaria en mis tiempos libres, el sueño fue en aumento y la necesidad de publicar creció. Terminado los estudios de Historia, me dije: «Llegó el momento de publicar». Cuando me disponía a hacerlo, me ofertaron los estudios de Derecho, los que terminé y ejercí pero sin dejar de inventarme y de escribir mis historias. Como se puede apreciar mis estudios superiores fueron en letras, porque la literatura, el arte de crear, había anidado en mí, según mi madre, desde el mismo instante en que me parió. Ese es mi signo a descifrar, los códigos de una escritura que siempre perdurará en mí, hasta el último día que Dios me tiene reservado para andar sobre estas tierras que habitamos.
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