Opinión

La lucha que nos corresponde desde la alianza con los feminismos

El 25 de noviembre, Día Internacional contra la violencia de género, es el día de lucha generado por el feminismo y en el que nosotros, hombres que creemos en esa causa, nos posicionamos como aliados. Mientras tanto, comenzamos a generar nuestro movimiento de transformación desde nuestra responsabilidad. Acompañamos a nuestras compañeras desde la reflexión personal y colectiva observando lo que han creado, aprendiendo desde dónde y cómo se organizaron más allá de los modelos que hemos tenido, los hombres heterosexuales a la hora de reunirnos. Nada que ver con las formas en las que nosotros hemos aprendido e interiorizado a relacionarnos y organizarnos.

Es necesario replantearnos qué hemos hecho mal para que tras tantos años de sensibilización y trabajo, aún nos encontremos en el mismo punto de partida e incluso, en algunos aspectos peor que hace un par de décadas.

La infancia sigue reproduciendo los mismos estereotipos de género, en los espacios de juego, de socialización, en las familias, centros educativos, etc. En la juventud, es bastante desolador el panorama con el que nos encontramos, puesto que no es que no se haya avanzado en el reconocimiento de los privilegios, del machismo, de la desigualdad existente, sino que, en contra de todo pronóstico, ahora es la juventud masculina heterosexual occidental la que se siente ofendida, dañada y violentada por la situación de lucha de los feminismos y del reclamo de sus iguales para la justicia e igualdad, representando con formas de poder mucho más violentas que las que se daban anteriormente. Cristina Fallarás está ejerciendo de lanzadera hacia relatos de mujeres y jóvenes que han sufrido abuso y violencia sexual en sus vidas. Espeluznantes los relatos que se leen y la cantidad de víctimas que han sufrido a lo largo de sus vidas. Desde la infancia hasta la edad adulta. Miles de mujeres, de niñas y jóvenes. Todas han sufrido violencia de alguna manera u otra mientras los despreciables de la extrema derecha siguen negándolo.

Pero si la infancia y adolescencia se encuentran en dicha situación, ¿qué hemos hecho mal cuando nos ha correspondido la responsabilidad los adultos? ¿qué se ha hecho mal desde los ámbitos profesionales para que no se transformaran las formas de socialización en otras más igualitarias?

A pesar de los esfuerzos, pensamientos y replanteamientos que están surgiendo para mirarnos y revisarnos, los comportamientos de poder y dominación, los machismos que representamos diariamente a nivel personal y social, también desde las estructuras políticas y económicas, nos queda un camino infinito para llegar a la deconstrucción, o mejor dicho, como señala Daniel Jones (2022), despatriarcalización, puesto que llevamos muchos siglos de reproducción sistemática de unos comportamientos desde los hombres cisheteronormativos.

Ahora bien, esto no significa que el trabajo que estemos haciendo quienes nos encontramos en el lado de aliados del feminismo, debamos despegarnos de nuestra responsabilidad para continuar, pero debemos estar constantemente realizando autocrítica y crítica colectiva. Y ser conscientes de que, ni debemos sentirnos orgullosos ni eufóricos por encontrarnos en el camino de los aliados, ya que corremos el riesgo (y de hecho lo hacemos) de entrar en el sentimiento de ofrecernos como atractivos al sector feminista.

Tampoco podemos obviar que los avances de los feminismos, está reproduciendo a victimarios, cómplices, adversarios, testigos indiferentes que miran hacia otro lado; como dice uno de los lemas de AHIGE, el silencio nos hace cómplices. Pues, el mirarse hacia dentro y repasar todo el daño que hemos realizado a nivel individual, pero también como sujetos activos de la construcción de la historia, nos lleva al sentir rechazo de nosotros mismos, y eso, no gusta. A esto lo definen como vergüenza de género, como una sensación que puede atravesar y dinamizar la deconstrucción, esto es, como una forma de malestar que experimentamos algunos varones cuando empezamos a percibir el carácter inequitativo o violento de prácticas antes naturalizadas. Como señala bell hooks, la vergüenza nos separa tanto de nosotros mismos como de los demás y por eso es profundamente inquietante, porque niega nuestra aspiración a la integridad y la unidad. Cuando nos descubrimos haciendo algo que percibimos que está mal y lo conectamos con un modo de ser varón, sentimos vergüenza de género por descubrir que permanecemos en una suerte de loop patriarcal pese a creer que habíamos avanzado en la deconstrucción.

Lo que dificulta aún más el proceso para seguir caminando; pero, tampoco podemos pretender que nuestra rabia, nuestro sentimiento de miedos, rechazos, de malestar, de incomodidad, se soporte en nuestras parejas, amigas, compañeras; esto es un proceso nuestro y somos nosotros quienes debemos gestionarlo a todos los niveles.

Pero, como señalé al principio, no nos desesperemos y seamos valientes, otra forma de ser valientes, porque este 26 de noviembre, continuamos sembrando semillas hacia otro modelo de relaciones y de socialización más esperanzador que permite soñar con relaciones en las que se unan deseoy bondad y en las que los hombres sean atractivos cuando cuentan con valores éticos e igualitarios, otras formas de ser representadas por hombres que unen seguridad y confianza en sí mismos, fortaleza para enfrentarse a las injusticias y rechazo a la doble moral, que tienen coraje y fuerza exenta de violencia para posicionarse antes las injusticias y para hacer frente a los que representan a la masculinidad más rancia y casposa, ridiculizando sus actitudes de poder y agresividad y rechazan las relaciones basadas en el poder, la desigualdad y el machismo y buscan relaciones basadas en los sentimientos, la solidaridad y la transformación, aportando compasión y corresponsabilidad, cuidados y ayuda. Esta combinación genera espacios igualitarios en los que se reconoce la existencia de personas dispuestas a dar apoyo a los demás. Al demostrar esa confianza y seguridad se percibe el atractivo que estas actitudes despiertan en el resto de las personas, lo que conlleva un aumento de la seguridad que permite seguir ayudando como así señala Ramón Flecha.

Por ello, poniendo el foco en el próximo 26 de noviembre de 2024, debemos continuar desde ya a realizar reflexiones y acciones e incidir en aquellos contextos en los que los discursos machistas y homófobos, que están haciendo daño y ejerciendo diferentes formas de violencia. Todo esto es necesario para que no vuelva a ocurrir el bochornoso y despreciable espectáculo de las muñecas hinchables y educar, ejerciendo otros modelos, a jóvenes para que comiencen a sentirse responsables y comiencen a generar relaciones más igualitarias entres sus iguales y hacia sus parejas.

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