Cuando el sistema no funciona son los propios afectados los que buscan mil y una maneras para evitar que se produzcan nuevos episodios violentos. Lo ocurrido ayer en el estanco ‘La Cultural’ no es un hecho aislado. Es el ejemplo del repunte delincuencial que se registra no sólo en la barriada de San José, sino también en otras cercanas. En muchos casos no se presentan denuncias, pero una ronda por las calles sirve de muestra del repunte en materia de inseguridad registrado. En el caso de San José, hasta los propios vecinos han barajado buscar a sus propios vigilantes. Gente del barrio que, formados, se dediquen a garantizar que no se produzcan más robos. Y no sobre comercios sino sobre cualquier viandante. Ayer le tocó a Paco, pero quien más quien menos tiene su propia historia para contar. Los de Juan Carlos I aluden a la quema de vehículos y destrozos en otros estacionados en el lugar, los de La Reina también advierten de la presencia de bandas, sobre todo menores, dedicados a pequeños robos.
Más robos sin denuncias
La crisis, las drogas y la falta de presencia policial en las calles constituyen la mezcla adecuada para que se produzcan los resultados denunciados: más robos y más atracos.
Lo que más temen las víctimas es el uso de armas. Que un atracador amenace con una de ellas, sea o no simulada, ya es un condicionante. La víctima desconoce si se trata de una pistola como tal lo que termina amedrentándole más. A esto se suma el nerviosismo que caracteriza a los ladrones, que actúan o bien con rostros tapados con capuchas o bufandas para no ser reconocidos. Atrás quedan otros episodios de atracos no resueltos. Como el sufrido hace meses por un trabajador de una agencia de viajes de la Almadraba a quien llegaron a herir con arma de fuego en una pierna.
En la frontera del Tarajal los robos son casi continuados. Lo denuncian quienes disponen allí de comercios y los atribuyen a una banda de menores que se están dedicando a los atracos empleando armas blancas e incluso machetes. Buena parte de estos episodios tampoco se denuncian, lo que no significa que no se produzcan, siendo reflejo de la idiosincrasia de unas víctimas a las que, a menudo, cuesta acudir hasta la Jefatura Superior sabedora de que las leyes, con un menor, no resultan lo duras que debieran. Esta forma de actuar también veta la acción policial y termina sirviendo para maquillar unas estadísticas que no están de acuerdo con la realidad registrada.
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