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Los Secretos, adiós tristeza

Los Secretos, esos chicos que nacieron cómo banda en el agitado Madrid de los 80, vuelven hoy a Ceuta. Una ciudad que ha sido testigo de varias de las giras que la banda ha llevado a cabo a lo largo de los últimos 33 años. Escribo estas líneas desde la emoción que me produce pensar que esta noche volveré a escuchar uno de los repertorios más homogéneos y redondos de cualquier artista o grupo español. La última vez que el combo heredado en su liderazgo por Álvaro Urquijo tras la trágica muerte de su mítico hermano, Enrique, fue en la Feria de hace unos 7 u 8 años. El Auditorio del recinto de La Marina registró un lleno absoluto en una noche que acabaría resultando inolvidable. Músicos y público fundidos en una mágica comunión que, no siempre, se produce en un concierto de pop o rock. Fue sencillamente excepcional e inolvidable para todos los que estuvimos allí.
Soy fan de Los Secretos desde antes, incluso, de  que su nombre artístico fuese otro: Tos. Nombre del que se deshicieran a raíz de la muerte de su primer batería, Canito, en accidente de circulación. De todo lo que vino después: homenaje al batería muerto en el histórico concierto de la Escuela de Caminos y las desafortunadas tragedias que terminaron en la muerte por sobredosis de Enrique, aquel chico triste de arrebatadora personalidad introvertida no voy a volver a hablar. Todo eso es más que conocido por los seguidores del grupo madrileño. Un grupo, generacional donde los haya que sigue resistiendo con mucha dignidad el paso del tiempo. Prueba de ello es que se pasan la vida tocando en directo. Canciones bonitas, de vez en cuando disco nuevo como el último e irregular ‘En Este Mundo Raro’, fidelísimos fans…en fin, unos currantes del rock aún entusiasmados con su profesión después de más de 30 años en la carretera, 33 exactamente, de los que los últimos 3 siguen celebrando sus tres décadas cómo banda.
Esta noche Álvaro volverá a cantar en este pueblo con mar mientras algunos curiosos avizores ojos de gata observan desde algún rincón de Las Murallas, volveremos a pasear por el Boulevard de los Sueños Rotos, a reir como lloraba la gran Chavela Vargas, a escribir tu nombre sobre un vidrio mojado, pero a tu lado.
Siempre acudo a uno de mis pensamientos recurrentes sobre la música : las canciones tristes son las más bonitas. Los Secretos son maestros en hacer buena mi reflexión. Son los chicos de las canciones tristes…pero bonitas. Aunque bien es cierto que ellos siempre pelearon por romper con ese tópico ganado por tanta tragedia acumulada en tiempo record y, desde luego, ya dijeron adiós a esa maldita etiqueta. Ahora la vida les sonríe. No es fácil sostener una carrera como la suya y, más aún, en tan procelosos tiempos de crisis y especialmente para la música. Ya no se venden discos. Se descargan o escuchan en red. Y es verdad que se oye más música que nunca. Pero también es cierto que el antieclecticismo juvenil es ahora más acentuado que nunca. No fue así durante La Movida. A este respecto escribió el maestro Diego A. Manrique en su día. En los primeros tiempos de lo que luego se llamaría la movida, el pérfido clan de Los Pegamoides tenía una división del movimiento para uso interno: "Estamos los que nos teñimos el pelo y los que nunca lo harían". Implícitamente, la clasificación sugería que los teñidos eran más audaces y cosmopolitas, más predispuestos a experimentar en sexo y drogas. "Pero eso nunca estuvo muy claro: ya en 1981, muchos de los grupos de pop, los que iban de niños buenos con corbata delgada, ya andaban metidos de cabeza en la heroína". A continuación, el juego macabro de contabilizar los caídos de ambos campos. Y una conclusión desoladora: las muertes por sida o por sobredosis han sido tan frecuentes entre los popies como entre los ultramodernos.
A este respecto he hecho mi particular ejercicio: mi curiosidad periodística y mi condición de inefable y eterno fan me ha hecho sondear a la ‘chavalada’ de entre 15 y 18 años. Nadie me ha mostrado el más mínimo interés por acudir al show de esta noche. Ni siquiera conocen al grupo. Si acaso les suena ‘Déjame’, pero poco más. Insisto, un grupo generacional puro y duro, exponente fiel de un movimiento cultural nacido y desarrollado en el Madrid de los 80 al albur de la New Wave: La Movida Madrileña que, confieso, desconozco si ha llegado a los libros de texto. Si no es así debería hacerlo cuanto antes.
Lástima que, esta noche, donde la cantante del grupo vasco clave en los 90, La Buena Vida, me dijera que “nunca habíamos tocado en un lugar tan hermoso como éste”, durante la celebración del nunca bien reconocido ‘Novapop’ vuelva a registrar, me temo, una escasa afluencia de público. Seremos, probablemente, los de la última vez y los de la anterior, que también la hubo. Y seguro que como siempre estará Enrique observando desde algún lugar e iluminando una noche de grandes canciones bonitas. Y volverá a esperar que Álvaro le cuente cómo está su hija María: “Agárrate fuerte a mí María. Agárrate fuerte a mí”.

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