PP y PSOE protagonizan una nueva batalla dialéctica, esta vez a colación de las concertinas de la valla. Una hilera de alambres que serpentean los ocho kilómetros de perímetro ceutí y que asoman, en el caso de Melilla, con cuchillas mucho más dañinas. Iglesia, oenegés y plataformas ciudadanas se han sumado a una protesta en masa para forzar la eliminación de unos elementos que han dejado atrás decenas de heridos y otras tantas muertes. Una campaña social y mediática sin igual, centrada únicamente en el final del periplo protagonizado por esos miles de inmigrantes que abandonan África. ¿Pero y antes?, ¿qué pasa con lo que sucede al otro lado, con las financiaciones económicas hechas por los gobiernos socialista y popular para ‘pagar’ la colaboración marroquí sin importar a qué precio se consigue?
Las concertinas son solo un elemento más de una política de protección de fronteras que hoy por hoy recae exclusivamente en la mano colaboradora del vecino. Si Marruecos no blinda, como tiene blindado, el espigón del Tarajal, Ceuta estaría agotando la escasa capacidad que tiene para acoger inmigrantes (el CETI no puede superar las 800 plazas efectivas de las 512 oficiales). ¿A costa de qué se obtiene ese apoyo?, ¿qué tipo de colaboración se presta al otro lado de la valla para mantener el perímetro intocable? La valla que ha absorbido inversiones millonarias se ha convertido en un muro infranqueable y no tanto por la efectividad de esas concertinas convertidas en objeto de crítica, sino por los modos y maneras que se estilan al otro lado por obra y gracia del país eternamente financiado por gobiernos españoles de ambos tintes políticos.
Pero de abandonos en el desierto, de quema de campamentos y de batidas que se llevan por delante embarazadas, refugiados o niños no se habla. La dialéctica y el combate político se pierde en el último eslabón, el de la concertina.
Sambo Sadiako murió desangrado por la fuerza de un viento que golpeó su cuerpo contra una de estas alambradas que terminó por desangrarle. La Administración no movió ni un solo dedo para identificarle. ‘Varón, negro, sin identificar’. Con esta leyenda cerraba sus diligencias la Guardia Civil y el juzgado. El Faro, con ayuda de miembros de oenegés que trabajaban en los campamentos de Beliones, consiguió ponerle un nombre y averiguar quién era su familia.
Matar Dabo estuvo a punto de correr la misma suerte que Sadiako cuando en marzo de 2011 consiguió cruzar la valla y llegar a Ceuta con graves heridas en sus manos y piernas, efecto de las concertinas. Meses después otro subsahariano sería rescatado del vallado, tras quedarse enganchado en la alambrada.
Interior encarga informes sobre las alambradas para justificar su actuación en el perímetro y frenar la cascada de quejas sociales e institucionales que se le vienen encima. Pero no encarga informes, ni tampoco se los requiere la oposición, sobre el final de las ayudas que recibe Marruecos y las artes usadas para impedir las avalanchas. En demasiadas ocasiones el árbol no nos deja ver el bosque.
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