Nos hemos despertado con la sorpresa. Los precios de los billetes han aumentado porque los jefes de las navieras han decidido que ahora era el momento de meternos el cuerno. Llega la OPE y el período vacacional que todavía no nos han robado y aparece el momento de hacer caja. A los ciudadanos nos toca resignarnos, cabrearnos y pagar. Eso y denunciar ante las instancias que consideremos oportunas, quiza eligiendo la forma de pagar la frustración.
La Ciudad aparece en escena para advertir que estudiará lo denunciado para ver si es factible una denuncia. Sabe que no. Las compañías nos amenizan esta cornada con alguna que otra oferta, así que lo anunciado por Adela Nieto carece de efectividad.
Estamos ante la historia repetida del verano a la que las administraciones que velan por nuestros derechos no saben poner el punto y final.
¿Qué nos queda? Lo de todos los años. Nada. ¿Cuántos años llevamos sometidos a la dictadura de la única alternativa de comunicación que tenemos salvo generalizada?
No hay derecho ni a lo que está pasando ni a que todavía no se haya apostado en condiciones por una naviera que realmente atienda los derechos del ciudadano.
¿No hay mayor desprecio que someter al ciudadano a la macabra variación de pagar un día 4 euros y otro 18 por un trayecto idéntico?
Necesitamos un foro adecuado, una implicación clara y una contundencia política que vaya más allá de las burdas amenazas de una concejala o un alcalde de algo más parecido a una república bananera que a un ayuntamiento de miras altas.