Llevan más de 48 horas sin aguas y luz. Saben que van a por ellos y que más pronto o más tarde no tendrán más remedio que irse, aunque algunos estarían dispuestos a hacer frente incluso a un desahucio del Juzgado. Se han organizado en forma de comuna. Lo que le falta a uno se lo ofrece el vecino de más abajo o de más arriba. Cada uno de los portones se ha convertido en una pequeña comunidad. Tienen miedo. No quieren que se les vea la cara porque temen represalias.
En las 206 viviendas que fueron ocupadas el pasado lunes hay también personas que en su día dieron cantidades a cuenta a la empresa Dolmen y no se explican que después de 10 años desaparecidos ahora den la cara con la presentación de la denuncia por la ocupación.
Son conocedores que el Juzgado ordenará en algún momento la salida y que se presentará la Policía, pero quieren soluciones porque entienden que nadie les ha escuchado a lo largo de este tiempo.
Durante estos días que llevan allí están orgullosos de la limpieza que han realizado tanto en las zonas comunes como en el cañaveral que está justo al lado de la misma entrada de las viviendas. Tampoco se explican que el Ayuntamiento de gastara el dinero en instalar un parque infantil hace años, cuando ni siquiera las viviendas se entregaron.
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