Lo escribía el pasado viernes y lo sigo haciendo ahora. No podemos vivir en un sistema que no funciona y conformarnos con situaciones que no son aceptables. Les hablo de los MENA. Entendiendo que el mejor lugar para que estén esos menores es Marruecos, entendiendo que hay que activar los mecanismos necesarios para que el vecino país localice a sus familias, lo que no podemos hacer es convivir con una problema al que nadie quiere hincarle el diente. Si nos enorgullecemos de vivir en una sociedad avanzada, debemos asumir los problemas que de ella se derivan para dar con la tecla adecuada. No me voy a andar con rodeos en lo que les estoy exponiendo. La Ciudad está gastando un dinero en atender a los MENA que acoge en ‘La Esperanza’. Son millones que pudimos analizar en un reportaje que se publicó en nuestro dominical ‘Diez segundos’ en el que también se sacaba a la luz las historias de esos menores criados en Ceuta, que han conseguido un futuro incluso brillante -como es el caso del atleta Marhum-. La Ciudad también se topa con menores díscolos, que ofrecen la cara más fea del problema, la que nadie quiere ver. En este grupo se encuadra un menor de 12 años, que dice llamarse Hamza, que protagoniza el lado que escuece. Roba a los demás compañeros de ‘La Esperanza’, se fuga de la casa de acogida cuando le da la real gana y se cuela en comercios para llevarse todo lo que puede. También se emborracha, hasta el punto de que esta misma semana estuvo a punto de un coma etílico. En su vagabundear por las calles de la ciudad se topa con adultos que a buen seguro le estarán indicando las maldades que debe cometer. Seguro que muchos de ustedes que me están leyendo lo habrán visto pedir en la calle, en las cafeterías del centro, a la puerta de los cajeros. O igual resulta que usted es uno de esos al que ha robado. La Policía lo tiene más que fichado y a la Ciudad, cuando se le pregunta por él, se lleva las manos a la cabeza y replica que no puede retenerlo, que no puede encerrarlo en el centro. Vamos, que es un caso perdido. Mi pregunta es evidente, ¿nos quedamos de brazos cruzados viendo cómo, a nuestra cara, está creciendo un auténtico delincuente que, en el fondo, por mucho que nos escueza, no es más que un niño? Sí, seguro que me responderán eso de que ‘sabe latín’. Lo que ustedes quieran, pero con eso de que el sistema es así, nos estamos topando con una problemática que crece ante nuestras narices y contra la que no actuamos.
Si este menor se emborracha, roba junto a otros menores que toman drogas... no podemos tener más respuesta que asistir, como si nada, a la degradación de un niño que apunta ya maneras de auténtico delincuente. No me digan eso de ‘que lo manden para Marruecos’, porque ya me sé el cuento. Y ustedes, como yo, sabemos que es una respuesta carente de sentido mientras al otro lado se tenga como objetivo el ‘mandar’ a menores hacia el centro de acogida porque, como decía un diplomático del consulado de Tetuán, esto es como poner una pica en Flandes.