Los manifestantes toman las grúas y paran la obra de Loma Colmenar

Hasta siete miembros de la campaña de protesta lograron subir para pedir, desde las alturas, un puesto de trabajo. Los responsables de la obra se comprometieron a mediar con las subcontratas

Reivindicación y miedo. Son las dos palabras con las que se puede resumir la intensa jornada de ayer en Loma Colmenar. La primera, la que llevaban por bandera los parados que arriesgaron su vida subiendo a las grúas de las obras de las 317 viviendas de Loma Colmenar para pedir un trabajo. La otra, con la que convivieron ayer las familias de los manifestantes al ver que sus vidas estaban suspendidas a unos 50 metros.
La segunda jornada de concentraciones de la campaña puesta en marcha por un grupo de desempleados al amparo de Comisiones Obreras se prolongó más de lo previsto. Y es que hasta siete participantes tomaron dos de las cuatro grúas de la obra para exigir, desde las alturas, un trabajo.
El primer manifestante en subir a las alturas fue Chaib, un gruísta en situación de desempleo con 49 años y cinco hijos. Su promesa al subir fue que permanecería a 50 metros hasta las seis de la tarde, hora en que finaliza la jornada laboral. Y así fue.
Un trabajador de la obra y un bombero subieron a hablar con él, pero desde el primer momento tenía claro que permanecería en la grúa hasta las seis de la tarde. Solo aceptó agua. Desde arriba hablaba en todo momento por teléfono con sus familiares, que estaban abajo intentando convencerle para que bajara. “El hombre le ha dicho a las hijas que no va a bajar, que para qué va a hacerlo si no tiene nada que ofrecerles”, manifestó uno de los miembros de la protesta en declaraciones a este medio.
Para los familiares y amigos del gruísta que subió primero, las seis horas que permaneció a unos 50 metros del suelo se hicieron eternas. Mientras, él recorría de punta a punta los también 50 metros de longitud de la grúa, lo que demostraba que tiene una gran experiencia en la profesión.
Mientras intentaban convencer al primero para que subiera, otro manifestante quiso sumarse al primero y subir a las alturas, aunque los agentes del Cuerpo Nacional de Policía lo evitaron.
No obstante, poco tardó otro manifestante en abrirse paso entre las vallas que acotan la obra y correr hasta la base de la grúa y comenzar a subir. El objetivo era subir a las grúas y paralizar la obra.
Los parados que estaban abajo alentaban ya a los suyos animándoles. “¡El pueblo está contigo!”, gritaban algunos. Unos metros más arriba, uno de los miembros de la concentración que había logrado subir lanzó un grito que provocó un aplauso al unísono: “¡O trabajamos todos o no trabajamos ninguno!”, dijo.
Poco después, otro grupito logró entrar a la obra, pararon unas máquinas que estaban encendidas y comenzaron a subir también a la grúa. “Cada uno para su pueblo. El trabajo para los ceutíes”, decían. Hasta siete personas habían conseguido subir a las grúas, seis en una y uno en otra.
Los trabajadores de la obra comenzaron a irse y tomaban los autobuses de la línea interurbana para volver a casa. “Mañana otra vez vendremos. Os hemos hecho un favor”, bromeaba un parado a los trabajadores, quienes decían entender la reivindicación de los miembros de la campaña de protesta.
Eran sobre las tres de la tarde y el objetivo estaba cumplido: habían conseguido paralizar la obra. Sin embargo, quienes estaban en las alturas decían que no bajarían hasta las seis de la tarde.
Hasta el lugar de los hechos había llegado un empresario ceutí, dueño de una carpintería, quien defendía la reivindicación de los parados e incluso se prestó a servir de enlace entre la Policía Nacional y los manifestantes. Tanto él como los miembros de CCOO convencían a los agentes para que no detuvieran a los parados que habían subido a las grúas una vez estuvieran abajo. Los policías aseguraron que no se produciría detención alguna, que solo se les pediría la filiación. “Han conseguido lo que querían. Querían parar la obra hasta las seis y está parada. No hay motivo de la detención, pueden bajar”, decía un agente a los compañeros de quienes estaban en la grúa, a quienes pedían sus números de teléfono para hablar con ellos, algo que no consiguieron. “Policía, póngase usted en su lugar, a ver qué haría”, decía un parado a un agente.
Los gritos reivindicativos de los manifestantes que subieron a la grúa se iban escuchando a medida que pasaban los minutos: “¡Mis hijos también tienen derecho a una vivienda digna!”, o “¡doce mil parados!”, “¡tenemos hijos y no se alimentan del aire. Que se entere el delegado!”, eran algunos de los mensajes que lanzaban.
El primero que subió mantuvo varias conversaciones telefónicas con su mujer. En una de ellas, esta le pedía que a las seis bajara, “ni un minuto más”.
Desde las alturas seguían mandando mensajes: “¡Esta es mi única solución, la grúa!”, decía uno de los protestantes, mientras otro añadía: “¡Nuestro gobierno nos hace llegar a esta solución. Por mis hijos haré lo imposible!”.
La indignación de los manifestantes que estaban abajo llegó cuando intentaron llevar comida y agua a los que estaban arriba y los policías no les dejaron. “Los bomberos han colaborado con nosotros, pero los policías no nos dejan ni subirles agua. Nosotros no queremos problemas, venimos a buscar trabajo, no problemas”, manifestó uno de los miembros del colectivo.
Los manifestantes recibían apoyo de conductores que pasaban con sus vehículos por la zona y también de algunos usuarios del Hospital Universitario de Ceuta. “Para hacer eso hay que estar muy desesperado. Nadie arriesga su vida de esa manera”, comentó una mujer en declaraciones a este medio. Durante la protesta, los manifestantes incluso cumplían con su religión y rezaban a la llamada del imam.
Con las manecillas del reloj justo en las seis de la tarde comenzaron a bajar algunos manifestantes. Así lo hacía por ejemplo el primero que subió, que cumplió con su palabras.
Los últimos bajaron sobre las siete y media de la tarde, cuando acudieron al lugar Mohamed Alí y Juan Luis Aróstegui.

“Me la he jugado por todos mis compañeros y por mis hijos”

“Me la he jugado por mis compañeros y por mis hijos”. Estas fueron las primeras palabras que pronunció Chaib, el primero de los siete manifestantes que subió a la grúa, donde permaneció durante seis horas.
Al bajar, la Policía Nacional le tomó la filiación y después se dirigió a hablar con los responsables de la obra. “He hablado con ellos pero no dan sensación de ceder ni de darnos facilidades a la gente de Ceuta para encontrar trabajo”, manifestó en declaraciones a los periodistas.
El motivo por el que decidió subir a la grúa no es otro que “la desesperación. La gente ya está totalmente asqueada porque estamos siendo discriminados en todos los aspectos. Cualquier empresa de fuera a la que vas, si dices que eres de Ceuta y musulmán, te da la espalda rápidamente. O te cogen el currículum y va a la papelera”.
Aunque dijo que los responsables de la obra les han prometido que hablarán con las subcontratas para dar trabajo a ceutíes, piensa que “de lo prometido a los hechos, habrá que verlo”.
Chaib aseguró que si la situación no cambia y continúan en desempleo irán con sus hijos al Ayuntamiento o a la Delegación del Gobierno, “porque esta ciudad no puede seguir así”.
Este desempleado dijo haber entregado ya cuatro currículum en estas empresas, “y también en otra, y en ninguna me han llamado, siendo cualificado, y como yo un montón de padres de familia, a quienes se les deniega el trabajo”, dijo, para añadir que “esto lo hemos hecho la gente de Ceuta, ahora qué pasa, ¿no valemos? Han hecho con nosotros lo que querían, al igual que nuestros padres y abuelos. Ya está bien”.
Chaib dijo que en el extremo más alejado de la grúa solo pensaba en su familia y en sus compañeros, “que también lo están pasando muy mal”, y espera “que se unan más y esto no acabe aquí, que vayamos a más y esto solo sea solo una chispa y explote donde tenga que explotar”.
Otro de los parados que subió a la grúa es Jali, quien estuvo cuatro horas en las alturas. “Mis hijos pasan necesidad, más claro ya no puedo decirlo. Nos encontramos en una situación que ya no tiene cabida”, explicaba así el motivo por el que decidió emprender esta protesta.
Jali dijo sentirse engañado por las autoridades. “El señor delegado del Gobierno se ríe de nosotros: nos manda para las obras de la prisión, cuando estamos allí nos dicen que necesitamos cualificación, cuando nos la buscamos nos piden la de 20 horas en vez de la de 8. Y cuando no es una cosa es otra. Aquí hay padres de familia jodidos, perdón por la expresión pero ya no puedo más”, manifestó con lágrimas en los ojos mientras hablaba con los periodistas.
A Jali, la Policía también le pidió la filiación: “Me han tomado los datos y me han dicho que me puedo ir a casa. Seguramente pagaré una multa, o no”.
En cuanto a la promesa de darles un puesto de trabajo, considera que “como siempre, a cuatro o cinco gatos se les calla la boca, y el resto para los cafetines del Príncipe”.
Jali explicó que bajó “porque tengo críos, me mareo mucho y no quiero perder la vida. Por eso he decidido bajar. Ellos están pensando en quedarse por la noche, por todos nosotros, esta es una reivindicación para todo el trabajador de Ceuta. Siento mucho no saber explicarme, no he tenido los estudios que quisiera haber tenido, si no no me encontraría en esta situación”, concluyó con lágrimas en los ojos, al mismo tiempo que sus compañeros le aplaudían y le daban cariño y muestras de apoyo.

Ocho horas de firme reivindicación

Desde el momento en que los manifestantes llegaron a su lugar habitual de protesta hasta que bajaron de la grúa los tres últimos de los siete que habían subido se vivieron muchas sensaciones.
La medida de protesta parecía no acabar nunca, y en ocasiones cuando los protestantes comenzaban a bajar, de repente cambiaban de sentido y subían de nuevo.
Todo apuntaba a que esta medida de presión se prolongaría hasta el día siguiente, ya que había quien decía que se quedaría toda la noche en las alturas.
Finalmente duró ocho horas ya que aunque los manifestantes se quedaron esperando a representantes institucionales, acudieron otros políticos y sindicalistas, como Mohamed Alí y Juan Luis Aróstegui.
Al parecer, la presencia del líder de Caballas era una de las condiciones que pusieron algunos de los parados que subieron a la grúa. De  esta manera, Alí acudió al lugar de los hechos a hablar con los manifestantes, a quienes dijo que su reivindicación es legítima pero que “por encima de todo está la integridad física”, por lo que les animó a protestar de otra manera, como visitando a las autoridades.
El máximo representante de la coalición también les trasladó, al igual que lo hicieron otros miembros de la protesta, que la Policía había asegurado que no les ocurriría nada cuando bajaran.
Alí valoró que la protesta tenía como único objetivo pedir un puesto de trabajo “y había gente con todos los carnés de conducir y también de gruísta”.
En declaraciones a este medio, el político dijo que “parece mentira” que en una obra de 30 millones de euros no se haya reservado un porcentaje de la plantilla para ceutíes.
Tras unas ocho horas de protesta intensiva por dar los puestos de trabajo a personas de la península y no crear empleo local, los miembros del colectivo que lleva a cabo la campaña de movilización finalizaron su jornada, aunque aún no se hablado de que la protesta haya finalizado.

 

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