Los malísimos colchoneros

Recuerdo cuando, no hace tanto, Mourinho dirigía al Real Madrid y entró en aquel bucle de enfrentamientos contra el Barcelona. Por aquel entonces, el arma más recurrida de los madridistas era la de ser agresivos, muy agresivos, con el rival, probablemente con el fin de romper el ritmo del adversario y evitar que los jugadores contrarios enarbolaran jugadas peligrosas. No se me olvida cómo aficionados, directivos y

jugadores del Barcelona señalaban una y otra vez al Real Madrid para quejarse de su dureza, al tiempo que lo menospreciaban por la supuesta pobreza de su fútbol. Eran tiempos en los que muchos madridistas repetían una y otra vez eso de que a este deporte se puede jugar de muchas maneras, y que la mejor, desde luego, era la que conducía a la victoria. Una postura muy del estilo de Mourinho que caló en los aficionados blancos, cuya simpatía pudo granjearse a falta de lograr el respaldo de sus jugadores.
En aquella época se empezaba a gestar un Atlético de Madrid combativo que seguía una línea ciertamente parecida a la que planteaba el Real Madrid, con un sistema defensivo correoso y feroz endulzado por sus característicos contraataques, tan veloces como efectivos, a los que el Atleti sumó una brillante estrategia ofensiva a balón parado. Las alabanzas hacia el segundo equipo más importante de la capital de España comenzaron a crecer con el éxito de la filosofía de Simeone, pero siempre cubiertas por esa condescendencia que suele acompañar a todo halago hacia los equipos pequeños. El tiempo continuó transcurriendo y los colchoneros crecieron progresivamente hasta dejar de ser una comparsa especializada en ganar títulos menores para competir por los trofeos más importantes del continente. Entonces, los rojiblancos comenzaron a dejar de hacer gracia a los equipos grandes y a la mayor parte de sus seguidores.
En los últimos encuentros entre el Atlético y el Real Madrid ya comenzaron a aparecer las críticas hacia el juego del primero, ese que practicaba el Madrid hace no tanto y que parecía tener licencia siempre que consiguiera estar acompañado por alguna victoria. Incluso, los periodistas deportivos defensores de Mourinho y su estilo no han tardado en intentar ridiculizar la garra del Atlético tras su última eliminación a manos del Barça, pidiendo más juego y no tanta lucha sobre el campo. Un disparate viniendo de personajes que han estado defendiendo a aquel Madrid rocoso y soporífero, el cual se sentía como pez en el agua cada vez que daba rienda suelta a una de sus innumerables tanganas contra los culés.
La campaña contra el Atleti que venía preparándose, sutilmente, desde hacía algunos meses, ya está operando a pleno rendimiento por parte del Real Madrid, el Barcelona y los aficionados y periodistas de ambos equipos. Ahora es el momento de levantar la voz para denunciar las patadas y provocaciones de los atléticos, que son exactamente las mismas que practicaban cuando los hipócritas aplaudían el naciente proyecto de Simeone en sus objetivos más humildes, y de incidir con saña en los errores puntuales que sus jugadores cometen, considerándolos siempre más graves que los errores en los que incurren las figuras madridistas y culés. La consigna es clara: toca asfixiar mediáticamente al Atleti para intentar desinflar un globo que se ha convertido en un obstáculo difícil de salvar dentro del campo. Menudo juego limpio.