Los liberados podían trabajar

El equipo de gobierno va a tener que preguntar quien o quienes son sus interlocutores al otro lado de la mesa. Si los sindicatos o esa asociación de funcionarios que se reunieron el otro día en el salón de actos del Palacio de la Asamblea. Ahora voy a entrar a profundizar en las peticiones que hacen los sindicatos y la mencionada asociación de funcionarios, pero antes, una pequeña licencia: si los trabajadores de tres Ayuntamientos cercanos como los de Jerez de la Frontera, Los Barrios o La Línea de la Concepción, que llevan meses y meses con retrasos y en algunos casos sin cobrar las nóminas vieran a sus compañeros-compañeras de Ceuta, más de uno se llevaría las manos a la cabeza.
Pero vamos al meollo del asunto. En primer lugar me quiero dirigir a los sindicatos. Plantean al equipo de gobierno una verdadera trampa saducea. Es decir, vuelven a sentarse en la mesa de negociaciones, pero traen su decálogo. Un decálogo que es para quererlo, por supuesto, y que saben que no será aceptado, con lo cual ya tienen la excusa para no llegar a acuerdos y por tanto no firmar antes del treinta y uno de marzo. Es bueno que todos se quiten las caretas a estas alturas de la temporada. Su objetivo es no quemarse llegando a pactos con el equipo de gobierno. Porque están para las noticias buenas de la épocas buenas, pero no para las malas noticias de las épocas malas. Y los sindicatos están para todo, no solamente para la etapa que les convenga.
Un décalogo que supone por supuesto la falta de respeto absoluto a la democracia real. Porque nuestra Constitución establece que la vida política se organiza a través de los partidos políticos y son éstos y no las centrales sindicales las que se presentan a las elecciones. Y que recordemos en estos momentos, el actual equipo de gobierno, del PP, obtuvo por tercera vez consecutiva el apoyo de los ciudadanos de Ceuta con una mayoría aplastante. Intentar arrinconar una de las prerrogativas de cualquier gobierno que no es otra que la dirección política de la institución y su plasmación en los Presupuestos Generales de la Ciudad Autónoma es intentar usurpar uno de los principios básicos de nuestra democracia, la representatividad popular.
Pero entiendo que los sindicatos han introducido una importante decisión en ese decálogo: la supresión de todos los cargos de confianza que existen en la Ciudad Autónoma. Vamos a partir de una base, a lo mejor hasta tienen razón, pero no ofrecen nada a cambio. Y un detalle, en ese decálogo de marras no hay ni una sola de las medidas que suponga un sacrificio para los funcionarios y el personal laboral de la Ciudad Autónoma. Ni uno. Que la crisis no va con ellos, que viven en una burbuja, no como al resto de los ceutíes. Ellos son los privilegiados, a los demás, que se apañen como puedan. Pero volvamos a esa oferta que les podría transmitir, por ejemplo, el Gobierno de la Ciudad Autónoma. Desconozco en estos momentos cuantos liberados sindicales existen en la Administración autonómica, tanto como funcionarios como laborales y por otro lado en las empresas municipales. Eso debe tener un coste determinado para las arcas municipales. Un coste, totalmente improductivo, porque no trabajan para el interés general. Pues bien, decía antes que podía ser una propuesta del gobierno, pero también podía haber sido una idea de los mismos sindicatos. Ahora que no hay posibilidad de contratar a más personal porque existe la tasa de reposición cero, es decir, no más fichajes, y como resulta que la máxima de todas las administraciones ahora es optimizar al máximo los recursos, qué mejor recurso que los liberados vuelvan a sus antiguas ocupaciones. Cada uno a la suya, así habrá más personal y que luego en sus horas libres por la tarde que representen a sus compañeros, porque se debe entender que también es una vocación la vida sindical.
Y vayamos ahora con ese grupo de ochenta o cien trabajadores que se reunieron el otro día en el salón de actos del Palacio autonómico. A los mismos una reflexión más directa. Lo mismo la potenciación de la Asociación de Funcionarios puede terminar, para las próximas elecciones, en una agrupación electoral que se presente a los comicios. Tienen derecho y ya tienen un programa, al menos para sus intereses, porque, desde luego, aquí suplantar la línea política de un Gobierno es fácil, demasiado fácil. Porque no se limitan a recomendar por donde podrían ir los recortes y expresarse como ciudadanos libres que son, sino que lo suyo son imposiciones. O ésto o nada.
Les vuelvo a decir lo mismo que a los sindicatos. Ni una sola medida que suponga que los funcionarios deban apretarse el cinturón. Ni siquiera una. Todo para los demás. Hoy por hoy son unos privilegiados, al menos los que son funcionarios, porque su trabajo es de por vida, algo que no pueden decir el resto de los trabajadores de esta ciudad. Todos debemos apretarnos el cinturón, por ejemplo, proponen ustedes la desaparición de los gastos que en razón de publicidad hace la Administración autonómica en los medios de comunicación. Desde esta Casa estamos de acuerdo, no en la desaparición, sino en la reducción, porque es lógico que todos nos tengamos que apretar y colaborar en esta etapa difícil que vive nuestro país y nuestra ciudad. ¿Pero ustedes qué aportan? Aparte de protestar, ¿algo más?
Se está yendo de madre la situación de las protestas sindicales. Si los sindicatos a nivel general tienen una mala imagen en el resto de la población, imaginémonos las que tienen los liberados sindicales que encabezan las decisiones de los sindicatos en el Ayuntamiento y la del resto de los funcionarios que se reunieron el otro día en el salón de actos.
Al final, todos piensan que son ustedes unos privilegiados. ¿Es verdad?